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Tejeda Los últimos pastores

Genaro deja de contar ovejas

'El hombre de las brumas', como lo conocen, cuida de su rebaño de 300 ejemplares todos los días del año

Genaro López con su ganado de ovejas, el pasado miércoles. SANTI BLANCO

Genaro López Sánchez ha realizado un trabajo duro durante toda su existencia, pero todo cuerpo tiene un aguante y él ya nota que el suyo ha llegado al límite. Siempre ha vivido en la zona. "Yo no creo que pueda seguir mucho más con este trabajo porque es muy duro. Mi hermano también se dedicaba a esto, a las ovejas y a las cabras, pero ya no tiene nada, ya está jubilado".

Al dejar este trabajo desaparecerán muchas cosas: una parte de la historia, otra parte del paisaje, el desequilibrio del ecosistema, una pérdida del patrimonio y una desprotección ante los incendios. Porque, según explica Didac Díaz, ingeniero técnico forestal del Cabildo de Gran Canaria, los terrenos dedicados al pastoreo "se convierten en aliados de la naturaleza al servir de cortafuegos". Las hierbas que se come el ganado no arden.

Este trabajo milenario es muy duro porque las pastores no tienen días de descanso. No hay fines de semana, festivos o vacaciones porque los animales tienen que comer todos los días, y además varias veces. El ordeño tampoco puede esperar. "Mis padres también se dedicaban a esto. Son muchas horas de trabajo, días y noches sin parar, sin tener ningún día libre. Todo esto es corrido". Se queja de que hay perros sueltos y salvajes que le atacan al ganado. "Están casi fijos. Mataron a casi todas las crías. Se les tira a las ovejas y a las crías también porque están más indefensas. Todavía andan por ahí esos perros salvajes".

Genaro tiene siempre a su lado a su inseparable perro ovejero que le cuida y guía el ganado. Pero este animal, su inseparable y fiel escudero, también se preocupa del pastor y ladra sin cesar a los extraños y visitantes. El perro no tiene nombre. "Yo le llamo perro, no le tengo nombre puesto. Lo crié desde chico". Así de sencillo, así de simple.

Él se basta para ordeñar a todo su rebaño. "También los corderos maman la leche. Les ponemos el macho a principios de junio para poder vender los corderos lechales en navidades", que es cuando hay más demanda. La trasquila la hacen habitualmente en los meses de mayo, junio y julio.

En invierno hace mucho frío en la cumbre. Al pastor Genaro lo conocen como 'el hombre de las brumas' porque está todo el día alrededor de las ovejas y casi no se le ve por la neblina. Tiene que aguantar muy bajas temperaturas a la intemperie, por lo que el trabajo se hace doblemente duro y fatigoso. "Siempre tenemos que salir, aunque llueva o haga frío. Hay que estar siempre al pie del cañón".

Junto a la dehesa donde pace el ganado hay un captaniebla para atrapar el agua de la bruma en las épocas más frías. "Cuando a mediados de octubre va subiendo la bruma, el mar de nubes llega aquí y moja todo".

Tiene controladas todas sus ovejas. No se le escapa una y las conoce a todas de manera individual. "Cuando estoy un tiempo sin ellas las echo de menos. A lo mejor al principio se me puede escapar alguna, pero rápidamente me doy cuenta y doy con ella".

Ocupa medio día ordeñando sus ovejas de forma manual. "Me pego a lo mejor tres horas seguidas". La leche se la vende a una quesería de Madrelagua, en Valleseco.

Cada vez quedan menos pastores en la isla. "A la gente nueva esto no le gusta". Tiene pensado vender todo su ganado dentro de poco, cuando le llegue la retirada definitiva. "Entonces en pocos años la retama se comerá todo este terreno. Las semillas van caminando por toda la zona".

Empieza a trabajar a las siete de la mañana y está pastoreando hasta las diez de la noche de forma ininterrumpida, sin apenas descanso. Solo hace un alto en el camino para comer algo en la casa, pero hasta para eso se tiene que llevar a las ovejas.

Su vida es trabajar, dormir y comer. No tiene tiempo para nada más que para sus ovejas. Los senderistas paran cuando llegan a la zona y habla con ellos. Apenas tiene más compañía. Mientras hicimos este reportaje solo pasaron tres o cuatro coches por la carretera. "Con algunos, si se paran, converso un rato".

Además del pasto diario, los animales comen el millo que Genaro les echa pacientemente en unos canalones hechos especialmente a mano para este menester. Sube los sacos de millo a una carretilla y los va distribuyendo pacientemente cada día. "Es una golosina para las ovejas después de comerse el pasto".

Son muchas las horas que el pastor pasa solo, sin más compañía que su perro y sus ovejas. "A lo mejor hay días que no veo a nadie. Si no pasa gente caminando, no veo a nadie. Solo algún coche que pasa".

Dice que apenas va a Las Palmas capital. No le gusta mucho porque hay mucho ruido y mucho coche. Él vive en otro mundo. En la misma isla, pero en otro mundo. "La última vez que fui fue hace muchos años. Si no se me ofrece nada, no voy. Las veces que he ido ha sido para ir al médico cuando caigo malo o resolver algún papeleo. No me gusta ir a la capital porque aquello es una locura. Con tanto coche y tanto ruido uno se queda sordo".

Conoce a los pocos pastores de la zona. "Aquí hay uno en el cruce de Cueva Corcho. A veces se 'arrejuntan' las ovejas y tenemos que separarlas. Nos vemos a veces por ahí y nos entretenemos a conversar".

Genaro subsiste del pastoreo, pero con lo justo, sin ningún lujo. "Esto solo da para comer y tirar algo palante. Mi padre me enseñó de chico a esto y siempre he hecho lo mismo. Pero a uno le gusta esto también. Uno se acostumbra a esta vida y además no sabe hacer otra cosa".

Ahora en septiembre se está bien a la intemperie, pero en invierno es otra cosa. "Aquí en diciembre y en enero no se puede estar porque hace mucho frío. También hay días en verano que hace mucho calor. En cambio, hay otros días en los que se puede estar", dice mientras observa de soslayo a sus ovejas. Unas están en la parte alta de la loma pastando mientras que otras forman un rebaño acostado a la sombra, descansando, esperando que su dueño les eche el millo. "Ellas tienen hasta su horario marcado".

Asegura que apenas ha tenido problemas de salud. "He tenido poca cosa, pero por mi edad ya tengo que retirarme de esto. Ya no es igual que cuando uno era nuevo. Lo voy a echar de menos porque uno está hecho a esto. Pero uno tiene que hacerse a todo. Cuando me retire me distraeré con otras cosas. Mientras pueda caminar, pasearé por ahí. Uno no se puede estar quieto tampoco".

Cuando llega de noche a casa come un poco, ve algo la tele y se echa a dormir. "A descansar hasta el siguiente día", que será absolutamente igual al anterior y al posterior. "Ya queso nuestro no como porque no lo hacemos, pero la leche no falta. Compramos queso de fuera, pero no comemos tanto como antes". Su dieta consiste en potajes, leche y gofio, fundamentalmente. "El gofio no falta porque uno fue criado con gofio. Fruta también. Algo de carne y pescado tampoco falta". Su hermano y él, los dos solteros, se hacen la comida. "Mi hermano también se ha dedicado siempre al pastoreo, cuando era más nuevo, pero ahora no porque está enfermo".

En todos los años que lleva al pastoreo, más de seis décadas, no sabe calcular cuántos kilómetros ha recorrido, pero asegura que son muchos, incalculables. "Siempre he estado caminando junto a mis animales". Tiene seis carneros, que son los encargados de cubrir a sus 300 ovejas.Afirma que las horas no se le hacen largas. "Yo aquí siempre estoy entretenido con los animales". Es un pastor trashumante. Como su padre recorría medianías y cumbres con su ganado.

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