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Valsequillo

La sangre cantera de los Suárez

Los hermanos Antonio, Miguel y Pepe Juan Suárez, vecinos de Tenteniguada, aprendieron a labrar la piedra de su padre

Los hermanos Antonio, Miguel y Pepe Juan Suárez labran piedras sobre la carroza de Tenteniguada. SABRINA CEBALLOS

Tenteniguada es tierra de cantera. Ayer, durante la celebración de la tradicional romería de Valsequillo en honor a San Miguel Arcángel, lo demostró con su carroza. Sobre ella los hermanos Antonio, Miguel y Pepe Juan Suárez representaban la labor de los labrantes, "como los de antes", que cincelaban a mano cada pedacito de piedra. El sonido del escoplo contra la roca llamaba la atención de todos los romeros, quienes no perdían la oportunidad de llevarse a casa una pintoresca fotografía como recuerdo.

"No nos dedicamos a la cantería porque no podríamos vivir de ello", reconoce Antonio, cuyo oficio actual es el de fontanero. Esta artesanía la aprendió de su padre Lorenzo, quien desde pequeño inculcó a sus hijos esta loable labor. Por eso los tres hermanos llevan un cachorro verde en su honor, pues era el tipo de sombrero que siempre usaba su progenitor. Sin embargo, los martillos, escoplos y cuñas que sostienen entre sus manos dan cuenta de que la tradición viene de mucho tiempo atrás. "Mis abuelos trabajan en las minas", recuerdan llenos de orgullos, "para extraer el agua que tanta falta hacía". Las de Umbría, Trascorte y Benítez fueron algunas en las que sus antepasados dejaron huella. La sangre cantera que corre por sus venas es, por este motivo, la que les impide dejar atrás esta tradición.

Por eso Antonio quiere que sus tres hijas aprendan el oficio aunque no dediquen su vida a él. "Sería una pena que se perdiera porque, por ejemplo, las pilas de piedra duran para toda la vida mientras que las de ahora, de plástico, no aguantan nada", subraya.

Pero ser labrante no consiste únicamente en picar rocas, sino también en saber elegir el material más adecuado. "La piedra, para poder trabajarla, tiene que estar muerta", explica, "porque con las vivas que se encuentran en el barranco no se conseguiría un buen resultado". Sus ojos expertos son capaces de diferenciarlas y con maestría las selecciona para representar ante la vista de todos un oficio que ha sido sustento de numerosas familias canarias.

Frío y comida

La romería arrancaba desde la recta del campo de fútbol en medio de la incertidumbre por la inestabilidad metereológica. Sin embargo, la lluvia previa del principio de la tarde no impidió que se congregaran en las calles de Valsequillo cerca de 2.500 personas, según datos facilitados por la Policía Local.

Fue el burro Rafael, sin duda, el que constituyó una de las principales atracciones. Este animal tiraba el carro de José López Peñate, quien ofrecía tortillas de carnaval y chicharros entre todos los romeros. Con cada paso Rafael rendía un sentido homenaje a Carmelita, madre de López, y al burro que le ayudaba a hacer el repartato de la compra desde la tienda que tenía ubicada cerca de la iglesia. "Lo llevo trayendo desde hace seis años y a la gente le gusta", indicó.

Cerca de él un grupo trataba de matar el frío con un baile y el hambre con un buen bocadillo de chorizo de Teror. Pero no era el único alimento que se podía encontrar. "¡Barriguita llena, corazón contento!", comentaba entre papas arrugadas, pan de millo, queque y queso Paco Cabello, quien se confiesa adepto al folclore y a las costumbres de las Islas. Caridad Martín, con una cesta de 60 huevos sancochados y otra repleta de roscas también se disponía a contentar al público con garbo y simpatía.

Las 15 carretas que conformaban la comitiva romera destacaban por su calidad. Así, Miguel Ángel Martel, responsable de la carroza de Los Llanetes, reconocía el gran nivel de todas. En este punto se mostró de acuerdo María del Pino Rodríguez, presidenta de la Federación de Folclore de Gran Canaria. "Son muy bonitas y se puede decir que este acto no es una 'ronería', sino una romería", sostuvo, al tiempo que indicó que, a su juicio, las más auténtica de todas es la de las Marías de Guía. La música de agrupaciones y parrandas como Staccato o Amigos Isleños animaban a la fiesta y al jolgorio ante la atenta mirada de la talla de San Miguel Arcángel. Muy animada se mostraba Teresa Peñate, quien decidió llevar puestas las manoplas y mangas que usaban antaño las mujeres que cultivaban la tierra para cubrirse la piel. "Ahora se lleva el moreno, pero antes lo que estaba de moda era la tez blanquita", esgrime.

Ante la plaza central, epicentro de la celabración, desfiló la generosa ofrenda compuesta por numerosos productos de la tierra para destinarlos, un año más, a fines benéficos.

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