Son las dos de la tarde en San Mateo, llueve sin parar desde hace varias horas, y suena en la carpa instalada en la Plaza del Pueblo de San Mateo la canción Sigan bailando, sigan bailando, suban la radio, despierta al vecino del grupo venezolano Billo Caracas, interpretada por la orquesta Los Peques. Y al pie de la letra se lo tomaron ayer decenas de matrimonios, jubilados que acaban de encontrar pareja, algunos que aún la buscan, y muchos grupos de amigas. Todos explicaban en que estaban allí, en La Vega, a donde acostumbran a acudir cada domingo desde hace tiempo, sólo para pasar unas horas divertidas moviendo el cuerpo.

Pero como nunca llueve a gusto de todos, mientras en la carpa todo era diversión, y daba igual la cantidad de agua que caía fuera, en las viviendas cercanas a la plaza el mensaje de "despierta al vecino´ sonaba con cierta sorna. Las pancartas que han colgado en las ventanas algunos residentes para expresar las quejas por el ruido que les genera esta celebración dominical estaban empapadas, pero no hicieron detener la música. Javier Sánchez, portavoz del colectivo que ha presentado denuncias hasta por la vía penal por este motivo contra el Ayuntamiento de San Mateo, aclaraba ayer que "no están en contra de los bailes sino de los decibelios a los que se oye la música". Además, insistía en que un informe del Cabildo les dio la razón sobre el nivel de ruido, pero la corporación, que preside Antonio Ortega, sigue sin hacer cumplir la normativa de espectáculos públicos.

Al margen de esta polémica vecinal, Antonio Rodríguez y Josefa Sánchez, que residen en San Mateo, se mostraron defensores de los bailes en la carpa . "Unas cuantas taifas nos hemos echado en una horita, y venimos todos los domingos" señalaba Josefa, al tiempo que confesaba que es de las que está a favor de la música porque hace que la gente visite San Mateo, y que acuda al mercadillo a comprar, y llene los bares y restaurantes.

También una de las fieles a esta cita en la Plaza del Pueblo es Iluminada Acosta Ramírez, que no paró de moverse junto a su amiga Zoila del Rosario Ramos. Desde las diez de la mañana habían llegado a La Vega procedentes de la capital grancanaria, y tras dar una vuelta por el mercadillo cogieron rumbo a la plaza. A eso de la una de la tarde ya habían movido tanto en esta verbena mañanera que hasta les dolían los pies. Pero, tras una pequeña sentada, a un lado del escenario, volvieron a seguir al ritmo de la orquesta agotando hasta el último minuto. Después, según dijeron, tenía previsto irse a comer por allí, y volver a casa.

"La gente no está conforme con nada" apuntó otro vecino de San Mateo, que rehusó dar su nombre, pero que también quiso defender la continuidad de esta convocatoria. "Mire, advirtió, también en Teror han comenzado a celebrar estos bailes, y si se dejan de hacer en San Mateo, pues la gente se irá para allí, porque de lo que se trata de ofrecer un poco de diversión, y a esta hora no hace mal a nadie la música".

La música empezó a sonar a las once y media de la mañana, y tras algunas pausas, que aprovecharon los asistentes para sentarse en alguna de las sillas, o tomarse una tapa en el chiringuito que hay en la carpa, siguió hasta las tres y media de la tarde. El colofón de la jornada lo puso el sorteo de comida: una caja de pan y bizcochos, una caja de papas, y un paquete de leche, y todo por sólo un euro.

Sebastián Peña Martín y su pareja Carmen, que le abrazaba como una pareja de enamorados quiceañeros, también es de los que comentó que se han tomado San Mateo como una alternativa para disfrutar del séptimo día de la semana. Bien abrigados y apurando el breve paréntesis en las sillas, porque "una vez que la sueltas ya no la coges", aseguraron que se iban a quedar hasta el final.

"Nos gusta el ambiente, es divertido, bailas, comes y así te pasas el domingo" subrayó este vecino de la capital grancanaria, que al fin y al cabo, daba las mismas razones que la mayoría de los congregados para estar ayer domingo en la Plaza del Pueblo de la Vega. Además, ayer estaban obligados a compartir ese espacio sin salirse de los límites de la lona porque la lluvia no paró de caer, y por momentos empapaba bastante. Lo que vino muy bien al dueño del chiringuito que no paró de servir tapas y raciones de carne de cerdo, salchichas, y todo tipo de bebidas. Por contra, fuera de este entorno, en otros locales la concurrencia era algo escasa porque había que pensarse lo de salir de la guarida para saciar el estómago. Cuando paró de tocar la orquesta la Plaza de San Mateo quedó desierta.