"Por la calle p'abajo va una gallina, con el huevo en el culo, la muy cochinaaa". Con estas y otras similares reflexiones aliñadas de timples y guitarrones se tomaron la víspera electoral en Santa Lucía, todo ello en forma de romería que comenzó poco después de la una de la tarde después de misa.

Santa Lucía pueblo era ayer una postal de colorines, con un cielo azul que rebrillaba sobre las palmeras y huertos de centro urbano y alrededores formando un auténtico espectáculo para una de las romerías más tranquilas que se recuerdan, concretamente un 90 por ciento más pachorrúa, si se atiende a que no acudió, al menos en su inicio, ni el 10 por ciento de las 20.000 personas que suelen censar el Ayuntamiento en las recientes ediciones pasadas.

Miembros de la organización coincidía en echarle la culpa a la "intransigencia de Rajoy. Estuvimos debatiendo con él si hacer las elecciones el sábado y celebrar la romería el domingo", informaba un comunicante anónimo, "pero no hubo manera y por primera vez nos ha tocado un sábado".

Con la consiguiente merma de asistencia, que no de parranda, risas y fiestas. Allí estaba de entrante Juan García Gil, de 91 años, recto como una vela cumpliendo con una cita a la que no ha fallado desde que tiene cachorro o, al menos que él recuerde, "desde 1969", que fue el año en el que un grupo de agricultores, y para rematar el programa de las fiestas a la patrona, decidieron por combustión espontánea alargar la jarana con una despedida parrandera el domingo siguiente del día grande.

García Gil encabezaba una de las doce carretas, una más que el año anterior, que empezaban por delante con una pequeña tractora y terminaban por popa con un plancha con sardinas asadas.

En medio se despachaba el mejunje -ron, yerbaluisa y otras pócimas-, chicharrones, mantecados en números de cientos, quesos de aquella zona y también del extrarradio, y alguna que otra pella de gofio.

"Quien tuviera la dicha que tiene el gallo, que todas las mañanas monta a caballoooo". Esta era la segunda reflexión de la mañana, a cargo de los tocadores que acompañaban por retaguardia el trono tirado por una yunta de dos espléndidos bueyes que tiraban por Santa Lucía, encantada de la visita por las calles del pueblo. A la santa le seguía de cerca el artilugio creado por Víctor Rodríguez y su equipo de ingenieros, del vecino pueblo de Tunte. A su chisme, marca La Bodega, no le faltaba de nada.

Aparte del equipamiento estándar, con la típica carburación por papa arrugada y huevo sancochado, disponía de una alimentación del combustible a través de complejos dispensadores, a un precio de 35 euros la unidad, cómo él mismo especificó, todos ellos enchufados a botellas de ron carta blanca, ron carta oro y de otra tercera sustancia secreto industrial.

El artefacto incluía un generador de electricidad, modelo, "para cuando llegue la noche", que es cuando le dan macho para aguantar con candela a una romería que pretendía alargarse hasta las cuatro de la mañana, lo que a su vez implicaba una dicotomía democrática entre la concurrencia.

A la consecuente pregunta de en qué estado afrontarían la votación de hoy domingo, disparidad de opiniones. Carmelo Ruiz, un "típico que viene de lejos", aseguraba que probablemente no atinaría a votar "ni con la (mano) derecha ni con la izquierda", mientras Rayco Salinas, un "romero de corazón de Rumba Parranda", consideraba que en vez de ir a votar se "iría a botar, directamente".

'Tate' quieto revoltoso

"Una vieja y un viejo se cayeron dentro un pozo, y la vieja le decía tate quieto revoltoso". Tercera reflexión en romería. Detrás de este axioma filosófico venía Sebastián Castro, un antes y después del prêt-à-porter indígena, y que aunque no haya sido objeto aún de un estudio de investigación a fondo del porqué, está creando escuela.

Castro porta un sombrero de paja basta con vitola de bandera canaria y engarce de piña sin descamisar que incluye los propios pelillos, o barba de piña. Al hombro, una pashmina natural "de tres kilos y pico" confeccionada en cardo y no precisamente borriquero.

Y de complemento, un chaleco homologado, jaspeado en gris, y un collar de pimienta la puta la madre. Otros seguidores suyos de esta secta no le iban a la zaga, como el compadre que se alongó con una corbata de palma más rústica aún que la de Pedro Picapiedra, o un tercero que apostó por un impresionante rábano lila rematado por un sombrero, también de palmilla, de cuando Emiliano Zapata se atrincheró en Cuernavaca, México.

Y cuarta reflexión de vísperas: "el otro día por la calle me tiraste una flor, pa la próxima cariño, sin maceta por favor". Lo cierto que ya a las tres de la tarde los efectos de los dispensadores de combustible, combinado por la acción de solajero, iban animando notablemente el cotarro.

Levy Ramos, del comité de fiestas, estaba en su salsa. Sí, la asistencia estaba un tanto renqueante pero no empeoraba la mejoría, que iba a más: "me acaban de avisar que siguen subiendo coches", según reportes telefónicos de la Policía Local, lo que a su vez lleva a la quinta y última polka, o reflexión: "Si tiro mucho del freno se calienta el radiador, mejor que desembragues, que se me cala el motooor".