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Tejeda

La diáspora del almendro desborda Tejeda

El pago del Nublo cierra sus fiestas con más de 10.000 visitantes

Marea de visitantes que ayer abarrotó la calle principal de Tejeda en el día grande de sus fiestas. QUIQUE CURBELO

Los aires del Nublo soplaron ayer a favor de la economía del pueblo que lo custodia. Tejeda cerró ayer sus Fiestas del Almendro en Flor con una afluencia superior a 10.000 visitantes, que abandonaron su vida urbana por un día para "respirar aire fresco", bailar bajo un "cielo cristalino" y ya de paso saciar el estómago con productos de la tierra. Los restauradores y artesanos que participaron en la feria del pago cumbrero echaron el cerrojo tras haber duplicado sus ventas y dormido apenas cuatro horas en un fin de semana.

Mientras la capital de la Isla inauguraba este fin de semana los mogollones de carnavales, la cumbre acogía en su regazo en paralelo una masa de familias, amigos, turistas y moteros, amante de las tradiciones locales. En la calle principal de Tejeda no cabía ni un alma. Colas en los bares, restaurantes, baños públicos, en el interior de la iglesia, en las zonas aledañas a los aparcamientos y en los puestos de artesanos. Si bien el día anterior las guaguas turísticas habían tomado el pueblo cumbrero, ayer los corrillos que se formaron en el casco hablaban con acento canario.

"Chari, te vas a majar el dedo. Hazme el favor de afinar bien con ese martillo", advertía Margarita Pérez a una de sus amigas, quien intentaba abrir una almendra a golpe de barra de acero sobre los troncos de madera que el ayuntamiento instaló en varios rincones del centro del pueblo. Un total de 150 kilos de almendras escondidas bajo su coraza esperaban en un saco que algún visitante lograra descascarillarlas.

"Ésta salió amarga, pero me la como igual porque es buena para el organismo. No todas tienen que ser dulces, digo yo", le decía Gloria a sus compañeras de excursión junto al saco de almendras. Estas tres amigas se subieron a primera hora de la mañana a la guagua que habilitó la asociación de vecinos de Ciudad Alta, en Las Palmas de Gran canaria, porque no querían perderse una de sus citas populares preferidas de la Isla. Dejaron los abrigos en los asientos del vehículo, ya que "aunque en Tejeda siembre corre aire húmedo", el día amaneció en las montañas "despejado, soleado", a modo de bienvenida a quien lo visita.

Gloria, Margarita y Chari se declararon amantes incondicionales de las fiestas del almendro. Repiten viaje todos los años, "como fórmula de escape al ruido, el estrés y la suciedad de la ciudad". Donde viven, según aseguraron, siempre se tropiezan con la misma gente y con los mismos edificios. La cumbre, por contra, supone para ellas un enclave "mágico", "natural", ideal para recargar "pilas". Seguramente, la cercanía con los roques identitarios de la Isla, el Nublo y el Bentayga, tiene algo que ver con la sensación de paz y tranquilidad que les regala Tejeda. "Al fin y al cabo las personas estamos conectadas con la naturaleza", sugirió Gloria. Tras su aperitivo de almendras las tres visitantes se encomendaron calle abajo a los puestos de queso, aceitunas, pan de leña y tortillas que adornaban el lateral de la vía. "Algo habrá que llevarle a la familia de recuerdo de Tejeda. Todos en casa esperan algún dulce típico", añadió Gloria mientras desaparecía entre la muchedumbre.

Para otros visitantes la jornada festiva no se reducía a una mañana de domingo. Segundo Valverde junto a su amigo el timple ya sabían "por veces anteriores" que estas fiestas se disfrutan mejor si se duerme al pide de la verbena. Desde el pasado jueves este vecino de La Laguna, Tenerife, se embarcó en una aventura con rumbo a Tejeda. Reservó un apartamento en el pueblo con dos meses de antelación, "ya que con tanto jolgorio es mejor tener un sitio cerca donde quedarse". Ayer mientras disfrutaba de un plato de paella, o "arroz amarillo con pollo, como la llaman los canarios" en el puesto de Álvaro García daba un respiro a las bolsas que se habían formado en las yemas de sus dedos por tocar el timple la noche anterior. "Estos días son para disfrutarlos, cerrar los bares en el pueblo y olvidarse de lo demás", apuntó el jubilado.

No fue el único foráneo que se convirtió en vecino de Tejeda estos días. La casa de fin de semana de Carmen Santana, ubicada en El Rincón, se llenó de amigos y familiares de Ingenio y otros municipios de la Isla. "Siempre para estas fechas mi casa se convierte en lugar de reunión y tenderetes para los amigos. Es una manera cómoda de disfrutar de las fiestas, del vino del país y estar todos juntos en la terraza con vistas al Bentayga", confesó esta vecina de El Carrizal junto a su hija Ermelinda.

Inquilinos eventuales

Algo parecido, pero multiplicado por 28 primos pasa en la casa de Los Cabrera. El inmueble de los abuelos, anclado en plena calle principal, se llena cada mes de febrero de risas familiares. Entre chuletas, queso, aceitunas y vino esta estirpe recibe con alegría en el garaje de su casa a todo aquel que llega a Tejeda. Sean mochileros, turistas o gente del país. Las puertas están siempre abiertas a la fiesta. Ya por la noche tocará repartirse entre "colchonetas por habitaciones o furgonetas" en aras de recobrar el aliento antes de volver a sus vidas cotidianas.

Fuera, en la calle, la venta de productos locales parece no tener fin. Las tortillas de Eva Jiménez, presidenta del club de pensionistas Texeda, desaparecieron segundos después de ponerlas en la sartén. A un euro, vendió más de 300 unidades el pasado sábado y ayer antes del mediodía ya había superado esta cifra. ¿El secreto? La receta de la abuela, aderezada con unas gotitas de anís del Mono, huevos del país y, por supuesto, "aceite de oliva". Jiménez, quien no se apartó de los fogones ni un minuto este fin de semana, aseguró estar muy "contenta" por ver a su pueblo lleno de "vida", repleto de visitantes "con ganas de comprar, comer y bailar".

Los que tampoco tuvieron casi tiempo para resollar estos días fue la dulcería Nublo, el establecimiento estrella de Tejeda. En solo dos días el comercio vendió más de 15.000 dulces de almendras y sus derivados. Para llevar a cabo semejante producción, su propietaria Rosa María Medina tuvo que ampliar su plantilla laboral que asciende a 14 empleados. Aún así en la noche del sábado al domingo, solo pudieron dormir cuatro horas. "Había que hacer más dulce de leche y hornear las palmeras, porque como sabíamos que la demanda se iba a disparar, teníamos que estar preparados", desveló su dueña tras el mostrador de un comercio que lleva abierto al público desde 1946. En comparación con el año anterior, la dulcería ha aumentado sus ventas aproximadamente un 20%. "Cada vez viene más gente al almendro y, sobre todo, turistas repetidores. El sábado, por ejemplo, muchos de ellos nos enseñaban fotos de otros años en los que ya habían estado en el pueblo y habían comprado nuestros productos. Estamos muy contentos con la facturación de estos días", explicó Medina.

Igual de satisfecho con las ventas se mostró Alejandro Díaz, dueño del bar La Dorotea. El establecimiento, antigua tienda de aceite y vinagre de Juanito Quintana, lleva abierto al público solo cinco meses y en esta semana ha facturado el doble de lo que normalmente registra la caja. La especialidad de la casa, la carne de cochino en adobo "ha volado" de mesa en mesa. "Ahora habrá que esperar a septiembre, a las fiestas del Socorro, para repetir el maratón", agregó Díaz.

La organización de la fiestas para muchos de sus participantes merece una inclinación de reverencia. Por "limpieza", "disponibilidad de mobiliario" y "la atención con los expositores". Fátima Rodríguez, responsable de la distribución de los quesos de Valsequillo en la ciudad capitalina, no dudó en puntuar con un 10 a las fiestas del almendro. "Se trata de una cita que merece la pena en todos los sentidos. No solo por la venta, principalmente a turistas, sino por la calidad que con el paso de los años está adquiriendo", reconoció la expositora.

En esta edición, los vecinos del pago organizaron una rifa de una cesta con productos autóctonos, cuyos fondos se destinarán a cubrir parte de la reparación de la iglesia. Las constantes filtraciones de agua en el interior del templo han provocado un deterioro importante en la infraestructura religiosa que costará más de 300.000 euros subsanarla.

Con o sin la restauración del templo, lo cierto es que Tejeda constituye uno de los principales atractivos de la Isla. El turismo en el pueblo, según su alcalde Francisco Perera, ha aumentado en un 45% desde el año pasado por incorporarse a la red de los Pueblos más Bonitos de España.

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