La decisión de la gente de subir al Pico de las Nieves siempre es directamente proporcional al intento de disuadirnos por parte de las instituciones públicas que se supone que velan por nuestra seguridad. Poco a poco, como hormiguitas, habitantes de todos los municipios de la isla se fueron desplazando en fila india hacia la parte más picuda del término municipal de Tejeda.

Los que no tienen nada que hacer en la capital grancanaria no se contentan con observar el aguacero que cae en la ciudad después de mucho tiempo sufriendo la ley seca. Si escuchan en la radio que hay aguanieve en la cumbre se embuten en abrigos de lana y chubasqueros y se pertrechan rápidamente de bocadillos de chorizos y tortilla, cervezas y Clipper de fresa para pasar un imprevisto día de excursión. Ya cuando lleguen arriba se tomarán su chocolate caliente en la típica e inevitable camioneta bar.

Basta entonces que la Aemet, la Dirección General de Seguridad del Gobierno de Canarias o el Cabildo alerten a los automovilistas y soliciten a los curiosos que se abstengan de subir a ver la nieve para que inmediatamente se pongan a hacer justo lo contrario.

En Las Palmas de Gran Canaria comenzó a llover intensamente a media mañana, pero en Santa Brígida caía aún más agua, en San Mateo era peor (en La Lechuza cayeron 18 litros a media mañana) y el frío en Tejeda era insoportable: cuatro grados en el casco a las dos de la tarde.

El día era gélido no porque hiciese más frío que otros años. Simplemente ayer fue un día helado porque ya no nos acordábamos del frío que pasamos el invierno pasado. En la isla hacía dos años que no nevaba, aunque ayer parecía que llevábamos un lustro sin ver la nieve. Solo el año pasado no nevó, pero por estos lares vemos tan poca nieve que un año parece un lustro.

Cuando estamos a poco más de un mes de empezar la primavera, algunos creían que el invierno iba a pasar desapercibido un año más. Estamos tan mal acostumbrados que nos volvemos locos ya no porque nieve en la Isla, sino porque nos anuncien que puede hacerlo. Tenemos en casa todos los bártulos preparados en el trastero para iniciar la carrera. Preparados, listos, ya.

La cumbre fue ayer una torre de Babel de grancanarios de todos los pueblos. Allí se encontraron gente de la capital, pero también de Arucas, Telde, Mogán, Vecindario, San Mateo o Teror. Todos iban forrados, muchos con gorros y guantes de lana, los más pudientes los llevaban de piel.

Fue un día de fiesta antes de la fiesta, la antesala del finde, la víspera del festivo, el anuncio de la eclosión del fin de semana, donde los curiosos y noveleros de siempre inundarán las carreteras con caravanas caminito de la Cumbre. Cuando cae la nieve, aunque sea exigua, todos los caminos conducen a Tejeda. Tras pasar el ecuador de este invierno sin apenas frío y agua, en esta semana de repente ha llegado todo junto. Hemos pasado no ya del otoño al invierno, sino más bien del verano al invierno en un santiamén. Hasta la semana pasada íbamos en mangas de camisa y hacíamos cola en las heladerías para pedir un cucurucho de gofio, vainilla y bienmesabe.