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Honores y distinciones del Cabildo Can de Ciencias

"Es paradójico un premio público a los que buscamos un cambio radical"

"Mi opción está más en los movimientos sociales, en la calle, que en la política institucional", asegura la trabajadora social y activista popular

Koldobi Velasco, ayer, en el centro social Café d'Espacio. SANTI BLANCO

¿Cómo recibió la distinción?

Con mucho agrado, aunque fue una sorpresa total. Me sorprendió que me llamaran del Cabildo, de Presidencia, cuando venía de una rueda de prensa para denunciar el desmantelamiento del sistema público de servicios sociales, dije, a lo mejor me pasé... Realmente, es un premio compartido, colectivo y comunitario de todos los que trabajan en proyectos emancipatorios, de rebeldía y lucha desde los movimientos sociales. Y también un reconocimiento al trabajo social como ciencia social, siempre al servicio de la transformación de la realidad, tanto personal como social, y de la búsqueda de dos elementos claves: la defensa de los derechos humanos y la justicia social. La Red Feminista de Gran Canaria me premió el martes con el Simone de Beauvoir, un abrazo del propio movimiento, pero desde la política institucional nunca jamás ha habido un reconocimiento público a ningún proceso de trabajo social, ya no personal, que es lo de menos.

El sistema premia al antisistema.

Normalmente la política institucional premia un ejercicio de control social, de asistencialismo o beneficencia. Es contradictorio que los que mantienen el orden social premien a las que buscamos un cambio radical, transformar este sistema capitalista en otro modelo de desarrollo más humano y digno, otra manera de organizar la economía, la sociedad, la política... Resulta muy paradójico un reconocimiento a personas que investigamos para la transformación y la denuncia de esas propias instituciones, pero habla bastante de la importancia que puede dar este gobierno de la Isla en concreto a procesos colectivos.

Evidencia del giro tras el 15-M.

Es un momento muy interesante de diálogo, aunque siempre hay un choque de base o una confrontación de intereses de clase, se puede rescatar la tradición de las organizaciones populares con una nueva perspectiva que incorpore el dialogo con la política institucional. En ese dialogo hay que establecer alianzas y complicidades, así que siempre debemos permanecer muy vigilantes para no abandonar nunca el contacto directo con las personas más castigadas y explotadas por el sistema, las que sufren las consecuencias del capitalismo. Nunca hay que perder la perspectiva que el lugar de lucha de los movimientos es la calle, el barrio, la concienciación, la educación popular, la reivindicación, la movilización...

Descartado entonces su cambio de bando.

Mi espacio de incidencia política está más manteniéndonos colectivamente en los movimientos sociales que en la política institucional. Respeto muchísimo a los compañeros que eligen esa vía complementaria de participación y transformación, ni mejor ni peor, y se manejan con la gestión de lo público. Mi opción ha sido quedarme donde hay menos gente y más necesidad, porque se han despoblado bastante los movimientos sociales con este corrimiento hacia las instituciones.

¿Con qué objetivos?

Hay dos ejes de participación: uno es la paz, entendida como desmilitarización, antimilitarismo y no violencia, y otro es la justicia, entendida como la lucha por los servicios públicos, especialmente servicios sociales como sanidad, educación y la renta básica para todos. Y no solo la defensa de lo público, sino de otra economía alternativa, por ejemplo, con la participación en la banca ética y popular Fiare. Toda lucha que boicotee el mercado y la mercantilización de la vida, buscando recuperar espacios y, no solo protestar, también hacer propuestas. También estoy en el Colegio Oficial de Diplomados en Trabajo Social de Las Palmas para que recuperemos el sentido de emancipación y transformación que hemos perdido a lo largo de los años de profesionalización.

Y el Café d'Espacio, claro.

Nos definimos como un centro social en el que convivimos propuestas concretas de 12 colectivos, más socios a título personal, para tener una biblioteca común con libros difíciles de conseguir en otros lugares o vender materiales de nuestras organizaciones. Es una combinación de distintas miradas que enriquece montón las asambleas. Es un espacio abierto en el que la gente tan distinta pueda convivir y tomarse un café o un té de comercio justo, productos vegetarianos... Y la fuerza que tiene la cultura puesta al servicio del encuentro, la relación, y un cambio de valores. Es intentar hacer visible una microutopía, si es posible en lo pequeño y local, también todas las personas podremos vivir estas realidades.

Un sueño en plena crisis.

Los servicios sociales han sido desmantelados, hay cada vez más demanda y menos oferta. A costa de desposeernos de las condiciones básicas de vida, la crisis financiera ha puesto en claro, sin maquillaje ni vergüenza, las prioridades del sistema: control social, gasto militar, fraude y paraísos fiscales... Pero antes de la crisis tampoco había un reparto de la riqueza, también había desigualdad y exclusión, no queremos volver al estado anterior, sino hacia otro modelo concreto de desarrollo con un reparto de la riqueza, el poder y las propiedades, único derecho humano que se vigila.

Toda una opción vital.

Intentar equilibrar todo con coherencia cuesta mucho, no es una tarea que se pueda hacer en solitario. Por ejemplo, comparto la economía con un grupo de personas, tanto los ingresos como los gastos se reparten comunitariamente, viviría en total precariedad como autónoma y docente asociada y autónoma. El premio es para todas ellas, que nos alentamos colectivamente, y para mi familia, claro. Mis abuelos fueron exiliados políticos y mis padres, aunque no militaron en ningún partido, han participado durante toda su vida en procesos de lucha feminista, por la justicia social, proyectos vecinales... Vinieron hace 48 años desde el País Vasco y tienen un arraigo profundo, enamorados de esta tierra y de su gente. Me enseñaron el respeto a la diversidad, a la cultura de cada pueblo, y me siento una mezcla de las potencialidades de una Euskal Herria muy luchadora y brava y de una Canarias muy expoliada, saqueada y empobrecida, pero con serenidad, tranquilidad y cultura pacífica como pueblo.

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