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Gáldar

El faro de Sardina se cae a cachos

La linterna que ilumina a los barcos en la costa noroeste sufre la caída del hormigón y la oxidación de la estructura de hierro por la falta de mantenimiento de la Autoridad Portuaria

Estado actual del faro de Sardina, en Gáldar. SABRINA CEBALLOS

El Estado aplastó hace 30 años el viejo faro de Gáldar cuando iba a cumplir su primer centenario, y cuando ya se habían dado los primeros pasos para que se convirtiera en Bien de Interés Cultural. Coincidiendo con esa simbólica fecha, la linterna que ocupó su lugar sufre un galopante deterioro exterior, con la caída del hormigón y de la pintura de dos tonalidades en buena parte de su estructura, que han permitido acelerar el proceso de oxidación de los hierros que sirven para reforzar y mantener la pieza en pie.

La mala imagen que ofrece el armazón del faro de Sardina y las pintadas en su base son muy visible desde todas las posiciones para los numerosos turistas que visitan esta zona, que se ha convertido en un rincón de parada en las excursiones por la Isla.

Al lógico desgaste por el fuerte viento y el sol que se registran en el lugar que mira al mar, se suma la falta de mantenimiento de su entorno, a pesar de ser un lugar con un gran atractivo paisajístico.

Coalición Canaria en la oposición ya presentó en el último pleno de Gáldar celebrado en febrero una moción que fue aprobada por unanimidad por el resto de partidos de la Corporación en el que se reivindica su restauración. Pero también se insta para que Puertos del Estado coloque información sobre su historia, incluyendo cartelería con las medidas de seguridad para la zona, el acondicionamiento del aparcamiento y se fijen otras medidas de seguridad para evitar nuevos accidentes en la costa. Hay que tener en cuenta que el lugar es muy frecuentado por pescadores aficionados de caña, y por curiosos, que desconocen la peligrosidad de esa costa.

Iniciativa municipal

El presidente de la Autoridad Portuaria de Las Palmas, Luis Ibarra, asegura que existe un proyecto de rehabilitación, y que las actuaciones en los distintos faros de la isla, que están bajo su gestión, se llevan a cabo con carácter rotatorio.

De la estructura sólo se salva la cúspide, que tiene una pintura reciente en rojo intenso, frente al descolorido blanco y rojo en franjas del resto de la pieza.

Lejos queda ya la antigua e histórica edificación que se estrenó el 15 de febrero de 1891, y que dio luz a los barcos que navegaban junto a la costa noreste de Gran Canaria.

Pero, poco antes de cumplir el siglo de existencia, el Estado lanzó en 1986 sus máquinas contra aquella estructura que entonces no sólo contaba con la linterna, sino que formaba parte de una edificación rectangular que alojaban en la base las habitaciones y oficina del farero, con sus cuatro grandes ventanales a cada lado.

Y de aquella vieja linterna no queda ya casi ni la base, que se la ha ido llevando la marisma y el paso humano de la zona.

Con aquella drástica resolución, la Administración evitó tener que rehabilitarla, ante los pasos sociales que se estaban dando para su declaración como Bien de Interés Cultural (BIC).

El Ayuntamiento de Gáldar había liderado esta propuesta, pero se encontró con la decisión radical de la Administración, de la que ahora se cumplen tres décadas.

El derribo se hizo con nocturnidad, acabando así con una estructura singular que, según cuentan los historiadores, servía como alcaldía de mar de la franja norte, con contacto preferente con Santa Cruz de Tenerife, por el volumen de su trasiego comercial y de pasajeros, dejando en su lugar una simple linterna automática.

La torre tenía seis metros y su luz, de tres destellos y una ocultación, alcanzaba las 16 millas náuticas.

Los vecinos recuerdan que se derribó en una noche, para impedir la presencia de piquetes que pudieran frenar la obra, aprovechando también que se trata de una zona muy aislada. Acababa así con sus sillares, sus maderas, sus jambas y su representativa linterna octogonal de cristales planos que, en sus orígenes, se alimentaba de acetileno para dar incandescencia a una lámpara Dalen, que había sustituido desde 1928 a un primitivo sistema de petróleo capaz de brillar a 16 millas con tiempo despejado.

El actual faro se erige en una zona que sufre el embiste permanente del viento y también el fuerte solajero que da durante buena parte del año. Precisamente, en este lugar, dadas las condiciones y la presencia de numerosos pescadores aficionados, se han registro numerosos accidentes, al tratarse de una zona rocosa de difícil rescate.

El nuevo vigía marítimo alcanza los 23 metros y su iluminación tiene un alcance aproximado de 20 millas náuticas.

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