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La mujer que se enamoró del barro

La alfarera Maite Ríos trabaja delante del público de Triana para acercar el oficio a la ciudadanía

La alfarera Maite Ríos trabaja en La Sala, el nuevo espacio de artesanía del Cabildo en la zona de Triana, ayer. QUIQUE CURBELO

Maite Ríos lleva trabajando el barro unos quinces años, pero no por tradición familiar. "A mí siempre, desde pequeña, me ha gustado el barro. Entonces empezaron los cursos que daba la Universidad Popular en Tamaraceite y me apunté. Allí vi que me gustaba y me formé en La Atalaya de Santa Brígida, donde hice varios cursos, me preparé y luego saqué el carné por la Fedac".

Asegura que no se puede vivir de la alfarería en la isla. "Qué va, qué va. A mí me encantaría vivir de esto pero es imposible. Lo hago porque me gusta, porque me encanta y porque no quiero que se pierda la tradición, pero en realidad vivir de esto desgraciadamente no se puede".

Ríos le dedica mucho tiempo a la tarea. "Al barro hay que dedicarle bastante tiempo porque nosotros vamos a buscarlo al campo. Cuando se hacen los cimientos de una casa ahí se ven las vetas de barro. Tenemos que ir con un pico y una pala para llevarnos el barro, ponerlo al sol. Cuando pierde la humedad lo machacamos, le ponemos agua y lo mezclamos con arena de barranco porque el barro canario es muy grasiento. Como desengrasante utilizamos la arena, un 25% de arena. Luego lo amasamos o lo guisamos si es mucha cantidad y entonces ya tenemos la base".

"Lo bonito que tiene la alfarería canaria es que todo lo hacemos a mano, todo artesano. Usamos la técnica del urdido, que es churro sobre churro. Primero hacemos la base, hacemos una bola, y después ponemos churro sobre churro y levantamos la pieza. La dejamos tapada con un trapo y al día siguiente desbastamos, que es quitar el exceso de barro. Dejamos la pieza lo más finita posible y ponemos las asas y los pitorros".

Después los alfareros tapan la pieza otra vez y al día siguiente le dan la raspona con los callaos de la playa para tapar todos los poros y agujeros. "Luego le damos la lisadera con otro callao de la playa, más liso. Cuando ya hacemos la raspona y la lisa le damos el almagre, que son piedras terrosas rojas que las cogemos en el campo; tienen mucho óxido de hierro, de ahí el color. Luego ponemos la base al sol, la machacamos, la dejamos como gofio, lo mezclamos con agua, dejamos una natilla muy finita y se la damos a la pieza. Se usa para dar color y como impermeabilizante, sobre todo en los bernegales y los que recojan agua".

Tras darle a la pieza, cogen la lisadera y la mojan en petróleo. "Lo que da el brillo a la pieza es el bruñido, pero el petróleo lo usamos para que se deslice bien la piedra. Los antiguos aborígenes usaban sebo de animal.

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