La Provincia - Diario de Las Palmas

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Primavera 2016 El campo pinta flores

Gran Canaria revienta en verde

La roja amapola, la malva mayo y el morgallón crean las 'laderas republicanas' - A partir de la cota de los 500 metros se abre un inabarcable catálogo de colores

La inusual cadena de microestaciones que se han sucedido desde que el mes de octubre del pasado año se despidiera con una tromba de agua histórica, ha culminado con el reventón de flora e insectos que hoy pinta de verde la isla de costa a cumbres.

Una floración, en según que zonas, espectacular que es resultado de aquella riada a la que sucedieron a una seca en los meses de diciembre, enero y febrero en forma de veranillo y una vuelta a partir de marzo, y lo que va de abril, de débiles pero constantes lluvias que prácticamente han desbaratados los ciclos, con naranjas tardías, setas que no se habían visto en 30 años y que ahora explotan de repente, y unas enormes praderas de flor de mayo, especie que recibe el nombre por aparecer en un mes que llegará dentro de dos semanas.

De esta verbena no escapan ni las cotas más altas de la isla, ni las reviradas al sur, como la Reserva Natural Integral de Inagua, un pinar de apariencia árida pero de donde el montañero Manuel Cardona reporta estos días de primavera con un sotobosque con "una floración extraordinaria" de especies como el corazoncillo, que en estos momentos se encuentran amarillos; de jara canaria, que le aporta los colores blancos; y el amagante o jarón, con sus enormes flores de color rosa y textura de papel fino. Es ahora, insiste, cuando los caminos de Inagua se encuentran en el momento ideal de visita, antes de los potentes calores de un verano que allí ahuyentan a los senderistas.

La pradera republicana

Más abajo la fiesta del agua continúa celebrándolo en colores con los malvas del matorrisco, o lavanda, la misma que se cogía antiguamente en matojos para guardarlas bajo el cachorro para remediar un dolor de cabeza, o los últimos tajinastes, que reventaron a mitad y finales de marzo. Pero también con las llamadas 'laderas republicanas' conocidas así por la combinación de los brotes de amapola roja y la ya citada flor mayo, que es de color lila, que forman unas enormes banderas que culminan con las llamativas bandas amarillas brillante de la endémica morgallana o morgallón.

A ellas se añade la también amarilla relinchón canario, que lo hay en cantidades industriales tanto en prados como en las vertientes de los barrancos, con suficiente vigor para tupir los caminos, pero no tanto como la caña, que este año está colapsando laderas y cauces.

Antiguamente usadas para los tomateros, para la cestería, para los techos de las casas mezclada con tartas de tierra, para los fresqueros para el queso y hasta para las jaulas de los pájaros, y por tanto cosechada a camiones por decenas de agricultores de fortuna hasta los año 60 para los cultivos de exportación del sureste y La Aldea de San Nicolás, hoy están asfixiando a numerosas especies endémicas, con franjas de cientos de metros en barrancos y barranquillos del norte insular, especialmente. Hay quién les achaca, por su crecimiento a partir de enrevesados rizomas, gran parte de la sequedad de la tierra y de la pérdida de los caudales vivos.

También es plaga en algunos puntos concretos del sur, como en el barranco de Fataga donde, como material altamente combustible, hace una veintena de años dio mecha al palmeral de Rosiana.

Bibácaros y culantros

Todo esto se refiere a la floración en el suelo, porque en los muros de piedra se ofrece en esta mitad de abril otro catálogo de capuchinas, bicácaros, beas doradas, bejeques y culantrillos de pozo que orillan las cadenas de frutales y, sobre todo, de papas, a la que en las últimas semanas, con el enralamiento propio de las últimas lluvias se ha dedicado a plantar donde el piso no quedó muy enchumbado de las vertientes viradas al norte, desde Gáldar a casi Valsequillo, con afición creciente tanto por particulares como por mayores productores, éstos últimos con especial querencia por las tierras hasta hace poco baldías de los alrededores de San Lorenzo.

De entre toda esta parranda no resulta raro que sobrevenga una sorpresa, como la resucitada colmenilla, seta tan cara como rara de ver, tóxica por sus hemolisinas, y que solo debe ser cocinada por expertos, que la consideran un manjar, de ahí que de toparse con una, salvo acreditados micólogos, mejor dejarla para una foto.

También el espacio aéreo se apunta al rebumbio, en este filo de la quincena de abril con la llegada de la tórtola europea Streptopelia turtur, protagonista de una de las únicas migraciones horizontales entre aves, ya que llega desde el Sáhara, en el este, a Canarias, hacia el oeste en este periodo para anidar y criar -de entre una y dos puestas-, y volver al continente vecino en el mes de septiembre, como recuerda el dicho popular de que por El Pino la tórtola coge camino.

Al contrario que la tórtola turca, Streptopelia decaocto, que se ha convertido en casi un parásito de las zonas urbanas, la turtur se distingue por un vuelo rápido y por el círculo rojo alrededor de sus ojos y parte del cuello y, al contrario que su prima, a no dejarse ver mucho entregada con mucha afición a lo que vino, que es a tortolear a tiempo completo, sobre todo en las laderas del sureste de Gran Canaria o también en San Bartolomé de Tirajana.

Ya con algo más de eslora, los cuervos, con otra sorpresa que abre una cierta esperanza a una subespecie que es endémica del Archipiélago, Corvus corax canariensis, que en Gran Canaria está en las últimas, con apenas una decena de parejas, pero que está formando pequeños grupos en la cumbre, con residencia en torno a Llanos de la Pez, algo que en esta ocasión no se debe tanto a la peculiar estacionalidad de este 2016 sino a su apetito por los restos que dejan los habituales de las barbacoas situadas allí.

A una altura más baja, los cernícalos, Falco tinnunculus canariensis, que también se han apuntando a un censo creciente gracias a un menor uso de pesticidas y a un mayor control de los venenos dedicados a la agricultura, al punto que ya se encuentran sobrevolando con mayor asiduidad los cascos urbanos de pueblos, entre otros muchos, como Valleseco, Firgas, Moya o Teror, este último también con sus aguilillas -Buteo buteo-, merodeando el perímetro de Osorio, domicilio de varias parejas de éxito.

Desde allí ven papas, naranjos, ciruelos, higueras que empiezan a despertar en hojas, granados, perales y las vinagreras, zarzas, monte, que es como se denomina de viejo al alfombrado de helechas, y los brezos, granadillos y azucareras que adornan las lomas en las que se refugia la villa mariana, y donde José Antonio Ortega Navarro aparece en la cancela de un camino de tierra con un cereto de naranjas tardías, "como tardío está el tiempo", según ratifica.

Ortega Navarro, que se llega de unas cadenas que mantiene en El Pedregal, en condición de jubilado, y va rumbo a su furgón asiente la anomalía temporal, y lo hace ilustrándolo con sus fenomenales propias naranjas, producto de unos matos que han estado echando flor y fruta a la vez, que es algo así, sentencia, "como si las ramas no se pusieran de acuerdo con las hojas".

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