La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

"Un tiempo de papas cojonudo"

Cuando escampa comienza en las medianías la relajante terapia de sembrar, mimar, cosechar y mirar cómo crecen los plantones

Desde que deja de chispar y la tierra se vuelve transitable y operativa para labrar, es cuando el campo se pone divertido, después de permanecer agazapado como un hurón en los momentos del agua, la niebla y el frío.

Tampoco es que sea Triana, pero sí que se atisba aquí y allá un meneo, como el que protagoniza en una suerte de 600 metros cuadrados la familia Torres, de Telde, en El Ojero, a mitad de camino entre Teror y San Mateo. Liderada por el señor Torres, en la tierra trabajan Mari, Martín y Odalí Torres con María García y Lorenzo Santana, cuñado del señor Torres que, como tal, es figura fundamental de estos atrevimientos, y que de hecho confirma que efectivamente de hortalizas, hierbas y frutales, "entiendo algo".

El grupo anda enfrascado en trasplante de lechugas, cebollinos, y también en naranjos. Un olivo preside el centro del lugar, despejado con mucho trabajo de zarzas y cañas. Cuando dejan el sacho organizan unas mesas y unas sillas. El señor Torres afirma que ha encontrado ahí "la terapia", el silencio y la maravilla..., hasta que llega Salvador Suárez, de 84 años, con un saco de limones a la espalda, y un brazo jodido por lo que al principio parecía una púa, pero que por lo visto, después de verlo el médico, se trata de un cacho de alambre rumbiento que entró de punta. Lo enseña estirando el brazo como lo haría la pala de una retroexcavadora Caterpillar. Suárez, desde una curva, informa al vecindario con aires de pregonero que una tubería está tan jodida como su propio brazo, y que el caso es que no está llegando el agua según lo apalabrado en el secreto tinglado de dulas y canalizaciones que sólo ellos entienden, o tratan de entender.

Pero lo novedoso es la avería en sí, que con esas dos palas que tiene donde acaba el hombro son suficientes para hacer un estanque de barro sin herramientas, sino que la presa de Panchito Sánchez "ya está llena", según informa iluminando los dos ojillos.

Suárez añade, rascándose aquél pequeño volcán cutáneo, realmente de estado incierto -entre gris y malva con un punto bien negro en su epicentro-, que a pesar de "este chipi chipi majadero" que lo tiene condenado a no hacer nada, "ni arreglar muros, ni montar paredes", que "para la papa sí que está cojonudo", mientras se entonga encima el saco de limones dejando tras sí a un hombre fuerte como un castillo y aromas de cítricos.

Compartir el artículo

stats