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Arucas

El cartero cumple cien años

Durante 40 años llevó las cartas a los vecinos de Arucas, muchas de ellas del otro lado del Atlántico, aunque a veces las leía y escribía

El cartero cumple cien años

José Díaz se arrancó con una folía en medio de los parientes y amigos que le dieron calor en el mesón La Corona de Arucas a sus cien años. Incluso bailó alguna pieza, a pesar de que una herida de guerra en una pierna le impide moverse a voluntad. Es un enamorado de la música canaria y no se pierde ningún programa del mítico 'Tenderete', en Televisión Española en Canarias, que lo sigue desde que lo presentara Nanino Díaz Cutillas.

Cuenta su hija Yolanda Rosa Díaz Jiménez que José Díaz Moreno vino al mundo al caer el sol de un 25 de abril de 1916, "un nacimiento muy celebrado por el joven matrimonio formado por Bartolomé y Encarnación, después de haber perdido otro hijo varón". Da sus primeros pasos en las tierras de sus abuelos paternos, en Pico Viento (Gáldar), donde transcurre una primera infancia marcada por las dificultades de un momento en que la emigración era casi la única alternativa posible.

"Alentados por el afán de prosperar sin tener que abandonar la isla, la familia se traslada a la finca de Guayedra en régimen de arrendamiento, un lugar mágico para Pepe, un niño curioso y despierto", recuerda Yolanda. Allí tuvo su primer contacto con el mar. Explica con contenida emoción que se pasaba horas mirándolo, tirando piedrecillas a las olas, chapoteando en la orilla o charlando con algún pescador que recalaba por aquellas aguas. El idílico entorno, tan distinto a su lugar de nacimiento, aún late en su recuerdo. Añade que llovía a raudales durante los meses de invierno y las cascadas de agua se despeñaban por las vertientes de Tamadaba, alimentando el barranco que corría de banda a banda hacia el mar. En la finca se cultivaba de todo, incluido árboles frutales extraños en los pagos de los altos. Había un nutrido rebaño de cabras, ovejas y una buena cabaña de vacas.

"Los años pasaron, vinieron otras tierras, otras cosechas, otros rebaños, y la familia aumentó en un total de siete hermanos. Hasta que sus padres compraron las tierras donde se asentaron definitivamente", relata su hija.

Pepe era un chico alegre, con una gran vitalidad, amante de la lucha canaria y de los bailes de Taifas. Su mundo se le hacía pequeño. El tenía otras miras, amaba el campo pero necesitaba ir en busca de otras motivaciones y aprender lo que su reducido espacio no le podía ofrecer.

"Y el destino, queriendo satisfacer sus anhelos, le jugó una mala pasada. Cruzó el mar, pero no como él esperaba. Su incorporación al servicio militar coincidió con el desafortunado contexto histórico de la guerra civil, y pasó, de la libertad de los aires del alisio a un escenario de trincheras que nadie le supo explicar", afirma Yolanda en una semblanza que titula 'Ojos centenarios'. José, que se mantiene lúcido a pesar del siglo cumplido, rememora con un fondo de amargura aquella despedida en el muelle hace más de ochenta años, un cinco de agosto, día de la Virgen de las Nieves, a la que prometió visitar cada año si lograba regresar.

"Entre lágrimas dejó atrás el perfil de su querida isla. Fueron días muy duros, de circunstancias extremas. Forzoso testigo de primera mano, sus ojos vieron y palparon el dolor. Herido en el frente de Belchite, estuvo largas horas navegando en la oscuridad de la inconsciencia y despertó sumido en la pesadilla de no querer morir en soledad, lejos de su tierra".

"Y como si portara una especie de salvoconducto de supervivencia, que él atribuye al queso de Guía y sobre todo a la generosidad de un donante de sangre navarro que nunca conoció, aunque las posibilidades eran mínimas, sobrevivió, y tal como prometió, desde entonces no ha faltado a su cita a la ermita de las Nieves". La tan ansiada vuelta se hizo esperar casi un año más en trasiego de hospitales, y ya no sería el mismo. Pero lejos de sentirse inútil, José Díaz Moreno decidió afrontar el futuro dispuesto a recomponer su vida con determinación y coraje.

Las graves secuelas le impidieron volver al campo y optó por opositar en Madrid a una plaza de funcionario de Correos, profesión que ejerció durante cuarenta años, gran parte de ellos en la ciudad de Arucas. "Portador de noticias, muchas de ellas que cruzaban el Atlántico, no solo recogía y entregaba las esperadas cartas, sino que también se las leía y escribía a personas que le confiaban ese entrañable menester".

Amores

Por supuesto que en su azarosa e intensa vida tuvo amores. El que acabó con su soltería fue el de una guapa joven de ojos trigueños nacida en Tejeda y que por ese tiempo residía en Las Palmas de Gran Canaria, donde se conocieron. Felizmente casados en agosto de mil novecientos cuarenta y cinco, tuvieron cuatro hijos, de los que se siente muy orgulloso, sobre todo de haberles dado carrera a los cuatro, cosa que él no tuvo oportunidad de conseguir. Enviudó joven. Casado de nuevo volvió a ser feliz en compañía de su segunda esposa, con la que compartió su vida hasta hace pocos años.

No tiene secretos de longevidad. Siempre ha sido muy hogareño, come de todo, lleva un estricto horario de sueño, le encanta la música canaria, los cuentos, versos y refranes, alegra la garganta con algún canto, baila al son del programa 'Tenderete' y de vez en cuando brinda con un whisky aguado, dice que para aclarar la voz.

Con una memoria impecable desgrana detalles de su infancia y juventud. Tiene la sensación de haber vivido plenamente, de haber hecho lo justo, de encontrar la dicha en las pequeñas cosas, de que la familia es su referente y de que al fin y al cabo la vida ha sido muy generosa con él. Tampoco le ha pedido mucho. Ahora le basta con el cariño de sus hijos que le cuidan, le miman y disfrutan la suerte de tenerlo, agradeciéndole todo lo que a través de él les ha regalado la vida.

"Ha ganado la batalla al siglo sabiendo gestionar su tiempo, ese tiempo que nos escatima segundos a pesar de ser eterno. Agarrado a la vida con el animo templado, lleva serenamente una existencia sencilla, sabiendo que no hay que contar los días, ni hacer balance. De risa fácil, conserva la chispa de buen humor con que sazona los buenos momentos. Encuentra la paz en sus largos silencios, si bien es un gran conversador de verbo cercano".

"De carácter afable, despliega su memoria encaramado a los recuerdos plagados de historias y vivencias personales, quedándose con lo bueno que han visto sus ojos ya centenarios. De mente inquieta, se interesa por saber lo que pasa en el mundo e intenta comprender una sociedad tan imperfecta como hace cien años", concluye su hija Yolanda.

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