La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Entrevista a Auristela Expósito Cabrera

"Pildain salía de noche para parar los camiones cargados de represaliados"

"Cuando se plantaba delante de las cuadrillas les decía que pasaran por encima de su cadáver", asegura la hija de desaparecido en la represión franquista en Agaete

Auristela Expósito Cabrera, en su casa de la capital grancanaria. ANDRÉS CRUZ

Ha propuesto usted al obispo Antonio Pildain y Zapiain como hijo adoptivo de Agaete. ¿Por qué motivo?

Porque a mi padre, César Luis Exposito del Rosario se lo llevaron la noche del 4 al 5 de abril de 1937. Y el obispo Pildain, en una de sus primeras visitas que hacía a Agaete, recibió a una tía mía, Pino Cabrera Herrera, y a algunos de mis hermanos después de terminar la misa para explicarle lo que había pasado. Y él se quedó el pobre..., imagínese. Ahí le preguntó al párroco si sabía algo del asunto, y no supo contestar. Pildain le soltó una buena, y le pidió un coche para regresar rápido a Las Palmas para indagar. Aunque cuando llegó a mi padre ya lo habían...

¿Qué le pasó?

Pues que ya lo habían tirado a la Sima de Jinámar.

¿Cómo lo supo?

Porque un tío de él lo vio allí poco antes y le dijo, pero sobrino, yo nunca te he visto metido en nada de política.

Entonces ¿por qué lo represaliaron?

Porque era el matarife de Agaete y alguien le llevó una vaca tuberculosa para que la despachara. Él dijo que no iba a enfermar a un pueblo, y llamó al veterinario, que mandó quemarla.

¿Quién era el dueño?

A mí también me gustaría saber quién era el dueño de la vaca. Pero esa fue la causa. Usted viene a Agaete y todo el mundo lo sabía.

Es decir que de repente, se quedaron solos en el mundo.

Eramos seis hermanos, la mayor de nueve años, y yo de uno. Y un solo varón.

Pero es de suponer que su relación con el obispo Pildain no acabó ahí, ¿o si?

Cuando volvió de nuevo a Agaete Pildain ya sabía donde estaba mi padre, pero no le quiso decir a la familia que estaba muerto. El pobre se quedó así, pero mi tía hizo muy buenas amistades con él. Pero por lo que realmente yo pido que sea reconocido como hijo adoptivo es porque al siguiente domingo dio a los niños del pueblo la primera comunión, y luego lo celebró con una chocolatada en la plaza con todos ellos. A él le habían comentado que habían ido otra vez para recoger a más gente, e invitó al que iba con la lista de represaliados. Lo sentó y le preguntó que a qué había venido, y le respondió que a cumplir con una obligación. ¿Algo triste?, le insistió el obispo. Si, le contestó. Pues le pido un favor, siguió Pildain, a mi me parece muy bien que usted cumpla, pero no me manche la inocencia de estos niños llevándose a sus padres esta noche.

¿Y luego?

Le respondió: monseñor, ni ahora ni nunca.

¿Era de Agaete?

No, no, no. Pero la noche que se llevaron a mi padre participó mucha gente de Agaete. Yo los conocía a todos.

¿Cómo convivían con ellos?

Haciendo de tripas corazón.

Su madre tenía que ser una señora de respeto, para sacarlos a todos.

Nuestras madres fueron unas auténticas heroínas. Me acuerdo de verla comprar en el estraperlo y no corrió poco delante de la policía. También se quedó mi tía y mi abuela con nosotros, y plantaban en los tomateros o cosían, pero sin cenar no me acosté ni una noche. Pero vamos a hablar de Pildain, que es lo importante, que salvó muchísimas vidas, porque se plantaba delante de las cuadrillas y camionetas cargadas de hombres y les decía que por allí solo pasaban por encima de su cadáver.

De noche, además.

Si señor. Y se dio el caso de una noche que los franquistas vieron el foco de un coche y alguien dijo que era el del obispo y abandonaron porque no querían tener problemas. Esto fue yendo al campo de concentración desde la comisaría que estaba en Luis Antúnez, donde esta hoy el colegio de La Salle. En su salón de actos, que antes era el sótano, se veían las argollas donde los amarraban y les hacían los interrogatorios aquellos. Mi madre y mi tía acertaron a verlo el mismo día que se lo llevaron de Agaete, y estaba echado con un cubo con agua. Y nunca más se supo. No sé cómo tuvieron agallas para hacer lo que hicieron. Pero en fin, vamos a pasar por alto...

¿Cree usted que conseguirá su propuesta?

Creo que sí, porque he hablado con las personas que lo llevan y veo que tiene su aceptación, incluso hay gente del pueblo que quieren firmarlo. También el alcalde me ha dado su aprobación a que presente la propuesta.

¿Cómo fue la ocurrencia?

(Risas). A mí meda que me lo iluminó. No sé. Es una cosa que me vino y me dije voy luchar para que sea hijo adoptivo de Agaete, y luego para que lo sea de toda la isla de Gran Canaria, porque si títulos los tiene cualquier pelagato, él se lo merece mucho más. También le digo que mi padre se equivocó llamándome Auriestela, ojo. Me tenía que haber puesto Clara porque no me callo y me gusta decir las cosas a la cara de la gente.

¿Llegó a conocerlo?

Ahí tengo una pena muy grande. Yo estudié en la Escuela de Comercio, en Santa Ana, y a veces me ponía a estudiar en el zaguán de palacio, y cuando él salía le besábamos el anillo pero nunca le expliqué quién era. Nunca supo que era la hija de aquél desaparecido por el que se interesó. No me atreví.

Ahora le devuelve el favor.

Sí. Ahora le devuelvo el favor a un hombre que llegó a empeñar las joyas de la Virgen del Pino para darle de comer a los pobres, o al que los médicos encontraron un día sin sábanas cuando estaba malito en el hospital: se las había dado a otro enfermo.

Compartir el artículo

stats