Me chivan que es usted más moyense que el bizcocho y el suspiro. ¿Es cierto el dato?

Moyense de toda la vida, con pedigrí y nacido en la calle principal del pueblo.

¿Y qué recuerda usted de chico, si se diera el caso?

¿De la niñez? Pues que en general todos los chiquillos nos conformábamos con bien poco, era una época muy sencilla. Aquí estuve yo de monaguillo y estudiando hasta los quince años en el colegio de Moya, poco más.

O sea, que a los quince años cogió manta.

Más o menos así es. A esa edad me fui a estudiar electricidad, y luego me hice escayolista hasta que tuve los 18 años. Después vino una crisis y aproveché para irme de voluntario al servicio militar, y así hasta que lo terminé y tuve la buena suerte que pasé por delante de una oficina de correos, luego aprobé las oposiciones y al final me jubilé con la cartera puesta.

¿Insinúa usted que fue cartero, digamos, de churro?

Hummm, bueno, el caso es que me metí allí a pedir trabajo y me admitieron al momento y yo me dije, una plaza de éstas debe ser mía. A la vez que hacía el reparto me preparé las oposiciones. Le digo que en aquella época las ojeras me llegaban a los labios con tal de hacerme con el puesto. Y cuando lo saqué me destinaron para Barcelona.

Ah, eso no se lo esperaba usted, repartir a lo lejos.

Oh, yo le digo que precisamente me presenté de voluntario a la mili huyendo para no tener que ir a la península, y ya usted ve lo que son las cosas.

Entonces sería la primera vez que don Manuel Navarro Perdomo, más conocido como Manolo 'el cartero', abandonaba la isla, es un suponer.

Y tanto. La primera vez que salía de aquí como dice usted, así que cuando llegué a Barcelona para mí aquello era un mundo aparte porque era muy, muy grande, pero enseguida me adapté.

Dígame que ahí se adaptó tanto que se echó hasta novia.

No, no. Yo de aquí me fui bien casado y con una niña.

¿Qué distrito le tocó en Barcelona, por si es de conocer?

Justo por la Sagrada Familia, en el corazón mismo de la ciudad.

¿Encontró alguna diferencia entre la Sagrada Familia, y por ejemplo, la iglesia de Moya?

Sí. Un abismo.

Luego volvió a su villa de toda la vida y volvió a lo pequeño, ¿no se le hizo poco?

No, antes de volver a Moya pasé por Las Palmas, y luego a Firgas hasta que pude por fin coger Moya, donde pasé los últimos 19 años de vida laboral.

En fin, que usted fue al pasito buscando su echadero natal.

Sí, yendo de plaza en plaza acercándome al pueblo. Es que me encanta mi pueblo.

Hágame un mapa de por dónde repartía en Moya, para mayor conocimiento.

Pues mire, por Fontanales, Los Tilos, el barranco de El Pinar, Lomo El Peñón, Aguas de Fontanales, El Laurel, El Brezal...

Ajá, que se cogió usted la parte más exótica.

Todos núcleos muy rústicos y muy bonitos.

Y de difícil andurriar.

El reparto los hacía con coches cuatro por cuatro. Primero un Suzuki y luego me compré un Hyundai, porque en aquél entonces muchas pistas eran de tierra, aunque ahora han ido mejorando.

¿Y qué cartas se estilan por estas zonas?

Pues ya ve, lo clásico, toda clase de cartas, de multas, de Hacienda, cartas de la luz, pero también algunas de amores y cuartel.

Céntrese en la gama de amores, a ver qué tal la novelería.

Ah, de novios que muchas de ellas venían de Cuba. Que te ponían Fulano de Tal, Fontanales. Sin más. Y allí iba yo preguntando en el padrón para ver quién era y dar con él o con ella.

En fin, que era usted un cartero de conciencia.

Más que un cartero soy un amigo de la gente. Porque además les leía las cartas, o hacía mandados. Me ponían una bolsa en el buzón o me tocaban la pita por el camino y me pedían que se iba al médico a por recetas. Y cuando tenía las recetas ya que estaba iba a buscarles las medicinas. O me llamaban a casa para subirles un cuarto kilo de jamón. Que también les hacía la compra a personas que vivían solas. Dese usted cuenta que Fontanales es un lugar muy diseminado, distante de carreteras y núcleos donde estaban las tiendas. Y hay casas realmente aisladas. Pero como yo era un enamorado de mi trabajo siempre lo pasaba bien.

Entonces lo pasaremos todos bien en el pregón, es de esperar.

Vamos a ver. Yo hablaré de mis vivencias de pequeño, y más o menos lo que usted está preguntando.

¿Y ahora a qué dedica su tiempo libre? ¿A pregonar?

La verdad es que echo mucho de menos el reparto porque estaba enamorado de lo que hacía, pero aprovecho el tiempo para que no se pierdan tradiciones, yendo por los colegios para que los niños conozcan como se hacen las cometas, los trompos, o los carritos de verguilla y latas de atún. Y además llevo 35 años entrenando a fútbol a los pequeños de entres tres y cinco años.

Hombre, encima futbolista.

Sí, sí. De siempre me ha gustado el fútbol. Jugaba en el Moya y cuando volví de Barcelona como no había equipo me monté uno que se llamaba El Lance y luego Camiseta Hilario. Al final terminó como Construcciones El Junosa. No ganamos muchos torneos, también le digo la verdad, pero sí muchos amigos.

¿Y qué le dice al personal para que se venga de parranda?

Que la villa de Moya es muy hospitalaria con todos los foráneos, que lo van a pasar muy bien en estas fiestas y que los esperamos con los brazos abiertos.