El análisis de un hueso de cabra encontrado en el yacimiento arqueológico de La Fortaleza, ubicado en Santa Lucía de Tirajana, desvela que el enclave fue utilizado por los antiguos pobladores de la Isla para prácticas religiosas entre los siglos VI y VII d.C. Este hallazgo sitúa al templo como uno de los más antiguos de Gran Canaria.

El Cabildo ha podido determinar a través de un estudio que ha encargado a Estados Unidos de los restos de un astrágalo caprino hallado en la cima de La Fortaleza, que este enclave permaneció ocupado por los aborígenes durante unos 1.300 años, es decir, unas 20 generaciones.

Las pruebas, remitidas al laboratorio Direct AMS Radiocarbon Dating Service de Whashington, permiten afirmar que a finales del siglo VI al menos una parte de La Fortaleza Grande ya se encontraba estructurada por construcciones, muros y caminos, y que en su zona alta tenían lugar ciertas actividades asociadas al mundo espiritual. Unas prácticas en las que el fuego y los animales domésticos, y quizás el control del tiempo, desempeñaron un especial protagonismo.

Por un lado, las dataciones radiocarbónicas realizadas en Norteamérica ubican a este santuario entre los más antiguos de Gran Canaria. Este período temporal (siglos VI-VII) indica que en este momento la cima de La Fortaleza Grande ya estaba construida, y no solamente eso, sino que tenía cierta importancia en una fecha tan temprana como la citada. Probablemente mantuvo esa importancia durante este período, según rescata el Cabildo en un comunicado.

Este indicio deja abierta la posibilidad de especular si este enclave podría ser el gran templo de Humiaga, el templo perdido de los antiguos canarios, como proponen algunos investigadores.

La corporación insular recuerda que la población de Gran Canaria tuvo lugar en una época relativamente tardía (en torno al siglo III después de Cristo), por lo que resulta importante comprobar que en el siglo VI y VIII existieran construcciones de la importancia de La Fortaleza.

En este sentido, se ha de recordar que este enclave de Santa Lucía se articula como el mayor conjunto patrimonial de la Isla al reunir en un mismo espacio grabados rupestres, cuevas pintadas, túmulos funerarios, cuevas de habitación, recintos vinculados a la posible observación astronómica y silos de almacenamiento, entre otras manifestaciones.

Es por lo por lo que el recinto cuenta con un centro de interpretación que plantea al visitante un discurso museográfico global sobre el poblado y la vida de los antiguos habitantes. En las cercanías a la cima se localizan al menos seis paneles rupestres, con grabados antropomorfos, asociados al propio camino y a sus murallas. Este tipo de manifestaciones ahonda, aún más, en la importancia simbólica de ese sendero de ascensión y, por ende, en la significación del sitio, debiendo entenderse como códigos de comunicación que interactúan en el espacio sagrado.

Tras obtener la calificación de Bien de Interés Cultural (BIC) en la categoría de zona arqueológica, la consejería de Cultura que dirige Carlos Ruiz ha anunciado que invertirá este año 63.000 euros en el estudio continuado de este enclave. En concreto, el consejero del Cabildo ha matizado que dichas intervenciones estarán orientadas al hallazgo de casas prehispánicas, ya que hasta el momento en el recinto se han identificado más de una quincena de edificaciones domésticas.

Asimismo, parte de estos fondos se destinarán a la mejora de las condiciones que presenta el yacimiento de cara a recibir nuevos visitantes. Desde que se abriera al público el enclave, poco más de un año, el centro de interpretación ha recibido más de cinco mil visitantes.

Este yacimiento, conocido ya desde mediados del siglo XVI, se ha revelado a través de las últimas excavaciones como uno de los lugares arqueológicos con mayor proyección de Gran Canaria.

No obstante, no es hasta el último cuarto del siglo XIX cuando se produce la primera descripción detallada del sitio a cargo del doctor Grau Bassas, cofundador y primer conservador de El Museo Canario. Ya entonces el experto destacó los denominados "braseros" que presenta la cima de La Fortaleza Grande, como una de las mejores construcciones arqueológicas de la Isla. Estas manifestaciones junto con el camino de ascenso y el propio túnel integran lo que se conoce como un Almogaren, un lugar sagrado.

Por otro lado, las recientes investigaciones sugieren que los braseros, ya descritos en el siglo XIX, junto con el resto de componentes de la cima del Roque, configuran un escenario social de vital importancia para estas poblaciones. Se ha de tener en cuenta que en estas ceremonias, el fuego desempeñaba un papel de primer orden en las denominadas comensalía (ofrendas de diferentes productos). Prueba de ello es que todo el material exhumado se encuentra termoalterado.

Parece claro, además, que una de las variables relevantes es la propia monumentalidad del lugar y su preeminencia topográfica del propio yacimiento, tal y como destaca el Cabildo.

La Fortaleza emerge, en el centro geográfico de la Caldera de Tirajana, a modo de eje vertebrador de la orografía existente. Nace a los pies de una zona llana, para descolgarse en su parte superior (donde se ubican los "braseros") sobre el barranco de Tirajana en una caída totalmente vertical.

Este lugar se monumentaliza con la creación de un conjunto de paredes conocidos como la "muralla", que hacen de esta parte superior la materialización del valor sagrado que presenta este santuario de montaña.