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San Bartolomé de Tirajana

El Tablero rescata a su hechicera

Juan Carlos Vega cuenta la historia de Cho' Candelaria en un panel de cerámica colocado en una de sus calles - El autor estampa 60 azulejos con personajes emblemáticos del barrio

El artífice del proyecto, Juan Carlos Vega Valerón, junto a la placa que rinde homenaje a la costurera Juana Quevedo. S. BLANCO

Juan Carlos Vega (1947, El Tablero) es un apasionado de la historia de su pueblo. Parte de su amor por la poesía y el afán por rescatar el legado cultural de las tierras agrícolas que le vieron nacer se lo debe a la maestra Asunción Viera, una de las docentes que estrenó a mediados del siglo pasado la primera escuela de El Tablero. La llegada del turismo al Sur provocó que muchos de su generación dedicaran sus años mozos al servicio de la hostelería. Vega trabajó de botones en el primer complejo turístico que engendró Maspalomas, Los Caracoles, de camarero en el restaurante La Rotonda y de maitre en el campo de golf y en el Beach Club de San Agustín. La jubilación le ha regalado tiempo para hacer realidad un proyecto en el lleva trajinando desde hace cinco años. Ha rescatado la idiosincrasia de El Tablero, con sus personajes populares como Pepe El barbero o Cho Candelaria (la hechicera), en una colección de 60 placas de cerámica. La serie, repartida por las calles del pueblo, atrae la curiosidad de los turistas.

Con más de 6.000 habitantes El Tablero constituye tras San Fernando de Maspalomas el segundo barrio con mayor población de San Bartolomé de Tirajana. Durante la segunda mitad del siglo XX este barrio de origen aparcero se convirtió en uno de los mayores centros culturales de la zona sur de la Isla. En su regazo se constituyeron nada más y nada menos que tres salas de cine, una de las mayores pistas de baile de los sesenta (la Sociedad de Pedro Vega), varios hornos de leña que impregnaron sus calles de aroma a pan recién hecho y el carisma de personajes populares, que a día de forman parte de la memoria histórica de El Tablero.

El ingenio de uno de sus vecinos, Juan Carlos Vega, ha provocado que el espíritu de los que contribuyeron con su buen hacer al desarrollo de este pueblo continúe vivo. Más allá de los libros de historia, que en ocasiones pueden resultar algo "monótonos y densos", Vega ha optado por embellecer un total de 60 rincones del pueblo con placas de cerámica ilustradas con fragmentos de textos de su propia cosecha y dibujos elaborados por la empresa sureña Cerámicas Chico. La iniciativa ofrece al visitante un itinerario histórico que arranca en la plaza principal de El Tablero, en cuyas calles aledañas vivió uno de los nietos de Manuel Pestana, y finaliza en el barrio sureño de Schamann.

En su periplo literario, Vega recuerda que la primera estirpe que se estableció en El Tablero, fundada por Avelino Rodríguez, vivió en la denominada Casa del Mato, que a día de hoy aún permanece en pie a la entrada del pueblo. Avelino, tras culminar su trabajo como albañil en la construcción del Faro de Maspalomas en 1891, se trasladó a la meseta de El Tablero para servir de "medianero" de la familia Fiol, encomendada al cultivo y empaquetado de tomates. Por esta época ya esta estirpe de aguatenientes había levantado en lo alto de la ladera las Casas de la Orilla que entre sus instalaciones contaban con aljibe y granero.

Fue justo al lado de la casa de Avelino, relata Vega en una de las placas, donde se construyó entre 1939 y 1942 el famoso estanque grande de El Tablero. En sus aguas llegaron a corretear anguilas de hasta metro y medio de longitud. Esta especie de serpiente acuática llegaba al depósito urbano tras culminar una aventura migratoria de lo más surrealista. Las mareas de Santiago y El Pino arrojaban al interior de la laguna alevines que tras desovar en aguas salobres se encomendaban a un destino mejor por los barrancos de Maspalomas. Cuando corría el cauce, en épocas de lluvia, las anguilas se escurrían por las tuberías de los medianeros y alcanzaban el estanque de El Tablero. "Más de un susto" se llevaron los vecinos que regaban los cultivos con el agua del estaque al presentárseles de manera inesperada estas grisáceas forasteras.

Los primeros cultos que se celebraron en El Tablero tuvieron lugar en un antiguo almacén de fosfato, propiedad de la familia del que fue alcalde de la villa sureña, Enrique Jorge, a finales de los años sesenta. En aquel edificio en el que hace esquina la calle Guayana con Argentina también tuvieron lugar las primeras fiestas populares del pago agrícola en 1949.

En la década de los sesenta el barrio se convirtió en el epicentro cultural del Sur de Gran Canaria. Ningún pueblo de sus dimensiones gozaba de tres salas de cine en sus calles (Gallarre, Villamar y la Sociedad de Pedro Vega) y una tarima de baile por la que pasaban las mejores orquestas de la época.

En su recorrido por las callejuelas de su barrio, Vega ha querido rendir homenaje a aquellos vecinos, que por su oficio o carisma, han dejado huella en la historia de El Tablero. Candelaria Hernández, más conocida como la hechicera del pueblo, fue en la década de los cincuenta una de las personas más longevas de Gran Canaria. "Dicen que hacía trinar canarios en los granaderos que había frente a su casa, aunque nadie viera una sola de estas avecillas en ellos. Dicen que hacía florecer los geranios de su pequeño huerto, aunque éstos solo tenían hojas cuando florecieron", describe Vega en el azulejo que identifica su morada. Es por ello por lo que la gente le atribuyó a Cho' Candelaria un "poder sobre natural que no poseían los demás".

Los jalones de oreja de Maximino García, que pelaba a los varones del barrio en el patio de su casa tras terminar su jornada en los tomateros, también ocupan un lugar destacado en esta ruta histórica. Tampoco podían faltar las rimas con las que Lola Álamo vendías las cebollas, los rábanos y el pescado recién traído de la mar.

El amasijo de Pablo Ramírez, que llenó el estómago de los agricultores tras el café y la cazalla en la cantina de Agustín Miranda; las manos divinas de Juana Quevedo, que en los sesenta confeccionaba los trajes de novios de los tirajaneros con "precisión milimétrica" o la paciencia de Julián Álamo tras el mostrador de la primera farmacia sazonan este recetario de anécdotas que ha elaborado Vega.

La muestra, que Vega espera culminar con 15 azulejos más, ha ganado admiradores extranjeros en este último año. Un vecino nórdico ha creado una aplicación para móviles que permite ubicar en el mapa las 60 placas y traducir su contenido en tres idiomas.

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