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Día de San Antonio La Isla celebra la festividad del santo

Sopita familiar por San Antonio

Los Guerra Vera se reúnen cada año después de la procesión del santo en Mogán para un almuerzo tradicional

Algunos, sentados en un banco de la plaza Sarmiento y Coto. Otros, en la rampa de la iglesia. Los más pequeños corren alrededor de los puestos de globos. El resto, en la misa de las once y media previa a la procesión. Como cada año, la familia Guerra Vera se reúne el día de San Antonio de Padua para celebrar todos juntos la fecha significativa del santo. Tras una mañana de ropa de gala y lirios bendecidos, los 30, entre mayores, adultos y niños, se dirigen a casa de una de las hermanas de Carmen Guerra para almorzar y terminar la jornada a su manera. Así, entre "la sopita de siempre, paella y arrocito con leche o flan", explica Guerra, un año más, los suyos se unen para festejar.

"A San Antonio no se puede faltar", puntualiza la vecina de Mogán "de toda la vida". Asegura que, "aunque los jóvenes se vayan de fiesta la noche anterior y lleguen a las siete de la mañana", nadie se pierde la misa y posterior procesión. "Anoche vino Vocal Siete y luego hubo verbena, pero aquí estamos todos, como no podía ser de otra manera", recalca.

De esta forma, durante la mañana de ayer, marcada por un sol abrasador y cielo celeste, familias completas se dejaron ver con sus mejores trajes en la plaza y sus alrededores para pasear al santo por el pueblo. Entre vestidos de colores veraniegos, camisas frescas o corbatas, tacones y gafas de sol, transcurrió la jornada, que también destacó, como en anteriores ediciones, por la presencia de lirios en cada rincón.

Lirios blancos y su tradición

La flor, que el apóstol agarra con una mano en su imagen, bañó de blanco el espacio. "La he comprado, como siempre, en la puerta de la iglesia por dos euros", cuenta Carmen Guerra con sus lirios bendecidos encima. "Ahora, las pondré en un jarrón en casa", añade mientras asegura que confía en la protección de San Antonio a través del ramo, y manifiesta su voluntad de ayudar a la parroquia con su aportación económica.

Las caras ilusionadas y con expresión de festejo aguardaron hasta el final de la misa, puesto que no todos cabían en el interior del templo. Cada una de las puertas estaban abarrotadas por aquellos que querían escucharla desde fuera, a la vez que otros charlaban en el exterior o jugaban con los más pequeños. Un momento emotivo fue el reparto, de la mano del sacerdote, de la hostia a los ancianos, que esperaban frente a la iglesia sentados a la sombra.

Los Guerra Vera, familia formada por 10 hermanos, fueron el ejemplo perfecto de lo que significa un día como ayer para el pueblo de Mogán, quedando todos repartidos por el lugar del acontecimiento y disfrutando cada uno de la jornada desde un extremo diferente, pero siempre en contacto y conscientes de lo que les esperaba en la quedada de después.

"Mi marido vino con muletas por un accidente, y todos, menos un hermano que vive en la capital, estamos aquí sea como sea", comenta la vecina. Su padre dentro de la iglesia con algunos de sus hermanos, otros fuera con sobrinos e hijos y la casa de la celebración en silencio esperando el alboroto que abraza cada año sus paredes por la misma fecha.

"Felicidades Antonio, mi niño", abrazó con alegría la moganera a uno de sus sobrinos pequeños que se convirtió en el protagonista de la familia. Así, cuando el santo salió en procesión, junto al pueblo, fueron detrás de la imagen, del colectivo religioso, autoridades y de la Banda Sabrosa de La Aldea que marcó el paso de la marcha. Un camino habitual en el que no cabía un fiel más.

Al terminar, la canción tradicional de los pajaritos, por el milagro de San Antonio, resonó en los alrededores ante la emoción de más de un creyente. "Algunos dicen que era de Portugal y otros de Italia, pero lo importante es que, según la historia, cuando era niño consiguió meter en una habitación a todos los pájaros cercanos al sembrado de su padre", explica Guerra detallando la canción. "Se cuenta que el obispo lo nombró como un milagro porque, además, salvó la cosecha", agrega.

Tras unos bailes en las calles llenas de transeúntes animados y la degustación de un refrigerio proporcionado por el Ayuntamiento, la familia se dirigió a "casa de la tía", cercana al lugar de la fiesta. Los treinta, divididos en varias generaciones, se sentaron en la mesa para comer la famosa sopa, seguida de la paella tradicional y el postre que nunca falla, "todo hecho por mi hermana", sentencia Guerra con orgullo e ilusión.

Así, el día lleno de frases de "felicidades" por todas partes, dejó ver la cantidad de Antonios que viven en Mogán. Por otro lado, las tiras de colores y banderas del Archipiélago Canario, ondeando por todo el pueblo, acompañaron durante la celebración. De esta manera, los moganeros pusieron fin al festejo, mientras la familia protagonista dio un adiós a San Antonio y a "la sopita en su honor" hasta el año que viene.

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