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Gáldar

"Hay que defender nuestro vino, es un error tratar de copiar un Burdeos"

"Tuvo que salir fuera para que se me reconociera, ahora vendo en seis países el 80% de la producción", asegura el viticultor Borja Pérez González

Borja Pérez, junto a unas barricas. LP / DLP

¿Podría avanzar qué tratará de trasmitir a los viticultores grancanarios en su charla del jueves en Gáldar?

Yo empecé con el proyecto en 2011, y en 2013 salieron las primeras botellas al mercado. Y mi idea es transmitir que en el vino se pueden hacer cosas interesantes y vivir de esto. Espero que al contar mi historia algunos puedan sentirse reflejados en sus inicios.

¿En qué se basa su proyecto?

El 80% de la producción se exporta a seis países: Puerto Rico, Estados Unidos, México, Portugal, Suiza, Alemania y Andorra. Y hay tres que esperan la nueva añada. Trato de hacer un comercio exterior de calidad y pretendo con esta charla contar que se pueden hacer cosas. Hace poco interviene en el restaurante El Churrasco, y también quise reflejarlo.

¿En qué situación está el vino en Gran Canaria?

Hay gente con mucho potencial, tanto por los viñedos, como en lo económico. Hay que tener en cuenta que es importante la comercialización y saber transmitir. Yo tuve que irme fuera para que me reconocieran luego aquí. Ahora mi vino aparece en el Can Roca, uno de los mejores restaurantes del mundo. Hay quien quiere comprar ahora mi vino aquí a cualquier precio, cuando antes no vendía nada. Esa es la historia de Canarias, y es mi historia. Y no vendo porque no tengo, y eso choca.

¿Tiene producción suficiente para responder fuera? ¿Cuántas botellas saca al año?

Sí. Por ejemplo, el mercado chino te puede comprar todo un año, pero luego se pueden olvidar de ti. Y no trato de dar un pelotazo. Por ejemplo, en Puerto Rico saben de antemano que tiene un 14% de la producción que salga, porque es lo que le pertenece. Trabajo más la calidad que el volumen. Si voy a un mercado es para desarrollarlo. El año pasado obtuve 29.000 botellas.

¿Cuáles son los principales cambios que ha querido introducir?

Yo no tenía un control de la materia prima, que venía de distintos productores. En 2011 compré la primera finca, y luego he arrendado otras. Así, en el proyecto Ignios controlo todo el proceso desde el comienzo al final, buscando el máximo potencial. Y ahora con el segundo proyecto, Artífice, cuento con agricultores que han estado desde la época de mis abuelos, sumando fincas buenas, para que la comarca no se pierda. Es una apuesta personal totalmente diferente a la que se hace en Canarias, salvo en unos pocos proyectos. Es un error hacer vino para que se parezca a un Burdeos. Hay que buscar una buena madera para las barricas, una selección de la vid y buscar la máxima excelencia. Lleva riesgo, pero si no se hace...

¿Quiere que el producto se venda solo?

Algunas antes de que se embotellen. El producto debe hablar, y luego también hay que tener una buena imagen y hacer las cosas bien. El diseño es muy importante. Y hay que defender lo nuestro. No tenemos que hacer aquí un vino francés, sino que hay que diferenciarnos y que nuestro vino no se encuentre en ninguna parte.

¿Existen proyectos en Gran Canaria con siguen su línea?

Gran Canaria tiene un gran potencial. Hay cuatro o cinco proyectos interesantes. Es cuestión de tiempo, pero hay potencial.

Canarias cuenta con 10 denominaciones de origen y una regional. ¿Esa es una buena señal o es un exceso?

En toda La Rioja hay tres zonas, y en La Palma hay el mismo número con apenas 300 hectáreas. Pero es que allí el clima apenas cambia. Eso supone un mayor potencial, porque hablamos de microclimas y de hacer diferentes tipos de vinos. En Gran Canaria hay una denominación, y se trabaja mucho para asociarlo con el turismo. En Tenerife hay cinco, y creo que es un error, que hay demasiadas. Pero lo importante es lo que va dentro de la botella, hacer marca con tu producto. Es un tema de debate.

¿Un buen vino debe valer entre 10 y 20 euros, o vale lo que pone su precio?

Yo tengo uvas que me cuestan siete euros el kilo, más la botella, unas buenas barricas, ocho meses embotellado, el exportador, los gastos de promoción... Todo eso suma. Parece que todo lo de fuera es mejor, pero también aquí los costes son mayores. Hay que ir cambiando nuestra cultura, porque hay un desconocimiento brutal. Yo tengo vinos que se venden en tienda de 25 a 40 euros, y la encontré en carta en Estados Unidos a 120 dólares (unos 107 euros). Depende de lo que se tenga.

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