Mari García y Pepín Santana tienen el caldero al fuego y la puerta de la casa abierta de par en par. El matrimonio agaetense acoge cada año a nuevos amigos de su hijo. Empezaron unos pocos, y ya ayer había casi una veintena de personas con la bajada de la rama del Valle de Agaete como telón de fondo. "Es ya una tradición". Y si la rama es obligatoria para dar fidelidad a esta fiesta, la nueva costumbre es que en esa vivienda siempre se van a encontrar un 'caldito' de pollo y unas cervezas, para aliviar el cansancio de la caminata de ida y vuelta entre el pueblo y Tamadaba.

El grupo cumple con las señas de identidad de esta fiesta, que dice que el momento de partir hacia la cumbre comienza tras la retreta del día anterior. A partir de ahí, varias horas de duro ascenso, aunque hay quien dice que a ritmo exigente se puede cubrir en apenas tres cuartos de hora. Pero eso es para los cazadores, habituados a estos pateos. Eso sí, siempre hay quien parte días antes, para ir con calma y sin el ajetreo de la fiesta.

En la zona alta se pueden apropiar de las ramas ya cortadas por otros grupos, aunque ellos prefieren cogerlas por su cuenta, dejando claro que lo hacen sin cometer estropicios.

En esos enormes manojos se entremezclan los eucaliptos blanco y verde, romero, poleo, mimosas, ramas de pino, castaños, laurel y brezo, a un conjunto al que algunos suman las pinchas y hasta limones, como elementos más decorativos.

Este año subían por primera vez las nietas de Mari y Pepín, Zaida ( de once años) y su hermana Iria (de ocho). Llevaban una semana en la casa de sus abuelos, casi sin dormir por la emoción de hacer el recorrido que vienen cumpliendo sus padres y familiares desde hace décadas. Hicieron noche en la cumbre, soportando la humedad, pero ni por esas lograron pegar ojo. La emoción podía con ellas.

Después de la caminata de descenso, la casa familiar se llenó del grupo de amigos. Como curiosidad, cuatro de ellos se llaman Francisco Francisco Javier, ya que el nombre gustó y se fue heredando entre las amistades, aunque entre ellos se distinguen como Francisco el de Mari, Francisco Cabrera o Cuco. Junto a ellos, Leire, Pimpina, Belén, Juan Medina, Rayco, Juan Clemente, Ismael, Pedro, Sebastián, Jesús, Chano Martín, Mario, Isidoro y Juan Medina.

Tras el pollito y la cerveza, la fiesta prosiguió en la plaza, donde se agruparon con el resto del pueblo y otros muchos visitantes. Mientras, la puerta de la ermita comienza a llegarse de matos, acompañando al patrón. Con el paso del tiempo, las ramas van aumentando, ya que la tradición habla de que los participantes terminan depositándola allí antes de la retirada a sus casas.

No son los únicos que han cumplido con la tradición. Helio Mendoza lleva 26 años subiendo en busca de ese tesoro preciado. "Voy desde que tengo uso de razón", asegura. "Esta es nuestra fiesta", añaden otras personas, que apunan que esta es una celebración auténtica, en la que participan los vecinos de El Valle y del pueblo, a diferencia de la rama de fama internacional de Agaete, en la que buena parte de la masa humana es foránea.

Una de sus singularidades es que algunos participantes llevan estampado en sus camisetas recuerdos sobre familiares y amigos fallecidos que solían cumplir con la caminata. Helio lleva el rostro de su hermano gemelo, Francis, una persona muy conocida en el pueblo por su vinculación como jugador y entrenador de fútbol, que perdió la vida hace dos años. "Siempre con nosotros", se puede leer, junto a otros reconocimientos que se pueden ver entre sus acompañantes Aarón, Braulio y Javier García. Francis, dicen, era un apasionado de la rama. Y son muchas las fotografías en las que aparecía retratado con los matos sobre el hombro.

Pero no es el único rostro y leyenda que se aprecia entre las camisetas, ya que esos añorados participantes siguen presentes para muchos familiares. De ahí que todo el barrio destaque la familiaridad de este fiesta, rechazando por complejo que se le pueda asignar el calificativo de la 'rama chica', porque entienden que tiene su propia identidad. Destacan, incluso, que puede estar más arraigada entre la población del municipio que el multitudinario evento que tiene lugar en Agaete en agosto. Y como ejemplo de distinción, declaran que El Valle sube a buscar la rama para poder luego danzar con ella y depositarla ante el patrón, mientras en la fiesta más reconocida se puede conseguir en el mismo pueblo. Esto a veces, también genera alguna controversia, entre alguno de los asistentes, que lamentaba ayer que no podía tener al menos una ramita para sumarse al jolgorio.

La recta final de la caminata parece más despejada que en años anteriores, debido en gran parte a que la celebración recayó en esta edición un día entre semana. Sin embargo, algunos de los veteranos hablan de que en Tamadaba se encontraban tantas personas como otros años, si bien muchos se adelantaron al fin de semana. Y que, como siempre, se encuentra a gente que se incorpora al festejo por primera vez.

Entre esos veteranos se encuentra Juan Perdomo. Tiene 45 años y lleva desde los 10 subiendo en busca de las ramas. En su caso, salió a la una de la madrugada, descansó un rato arriba, para luego emprender la bajada.

"Hay gente subiendo desde el sábado, porque no podían hacerlo hoy (ayer) por trabajo", aclara.

Su intención luego es depositar el gran ramo ante San Pedro, aprovechando para realizar algunas peticiones, como lo hacen otras muchas personas. "San Pedro es un amigo para los del Valle", recalca antes de seguir su camino.

Mientras, decenas de personas bailan en su último tramo hasta el pueblo, con las ramas al aire y la música pachanguera de la banda Guayedra al fondo, tras darel relevo a la Banda de Agaete, sin olvidar a algunos de los papagüevos y los ocasionales sonidos de las caracolas, escoltados por el alcalde de Agaete, Juan Ramón Martín.

Un pequeño bosque

La temperatura ayudó a que la caminata fuera más ágil, aunque quienes cumplieron el recorrido desde el principio mostraban signos de cansancio. En cualquier caso, para algunos de los caminantes la belleza de los paisajes remedia el sudor de las horas de recorrido.

Unos cumplieron el trayecto de ida y vuelta por cumplir con sus promesas, otros por vivir la fiesta y algunos por sentir el ambiente de todo un pueblo. Precisamente, el Ayuntamiento inició este año un proyecto para que el evento mantenga sus raíces, dentro de una iniciativa amplia que prevé crear grupos de trabajo para rescatar sus orígenes y su evolución histórica, entre otros objetivos ambiciosos.

Las ramas de hasta dos metros elevadas al aire generaban un pequeño bosque en el recorrido, ocultando por momentos a sus portadores, entre los que había personas de todas las edades. Pero, sobre todo, muchos jóvenes, que se convierten en el estandarte de que la fiesta tiene garantizada durante años su continuidad.