E n las primeras décadas del XIV, el dominico Jacobo de Cessolis, escribió el Líber de móribus hóminum et de officiis nobílium súper lúdum scacchórum, publicado en castellano 200 años después, en 1549, con el título de El juego del ajedrez o dechado de fortuna. Que política y ajedrez se han parecido siempre y que las similitudes aumentan día a día es algo sabido; que sus estrategias son aplicables en alta medida al político juego del gobierno -bueno o malo- de los pueblos, también; que se den los jaques a las reinas, no tanto. Porque no hay tantas 'reinas' -al menos, de las visibles- con auténtico poder en la política o porque es jugada que no acaba partida, que también es importante, que al poderoso lo que le interesa, en suma, es rival vencido o muerto.

Cessolis afirmaba que la reina es una autoridad por derecho propio moviéndose con agilidad por el intrincado mundo cortesano donde se suceden las luchas por el poder y manejando informaciones de primera mano acerca de cuestiones de vital importancia para el reino. Por ello, del mismo modo que puede pensarse en las posibilidades que brinda contar con ella como aliado; el dominico también proponía tener en cuenta la opción antagónica: que la reina puede tener opinión propia y no siempre actuaría como desearían cada una de las facciones de la corte, con respecto a lo que esperan o necesitan de ella. Es precisamente en ese momento, cuando se convierte en un estorbo, en una pieza que deberá sortear obstáculos para mantenerse en su lugar y lograr que sus objetivos sigan adelante o que, al menos, no prosperen los de sus enemigos. No lo afirmo yo; lo dijo el monje hace 700 años, pero parece escrito ayer.

Difícil tarea en un mundo como el de la Edad Media, dominado y controlado por hombres. La historiadora Diana Pelaz Flores destaca el papel de pieza clave, debido a su privilegiada posición dentro de los entresijos del poder y la política del reino. Su rol, llamado queenship, donde un conjunto de virtudes que los hombres de la época consideraban exclusivamente masculinas, se encerraban en un cuerpo de mujer. Pero, del mismo modo, puede tratarse de un enemigo a batir cuando se opone a los propósitos de otros poderosos, convirtiéndose en todo un estorbo del que hay que deshacerse.

Isabel Guerra -primera mujer en ocupar la alcaldía de Teror, nunca se olvide este dato- no ha sido censurada y expulsada de tal cargo por su calidad de mujer (al menos abiertamente); aunque muchos de los componentes de la hipótesis histórica-ajedrecística aparezcan visiblemente en todo el proceso que llevo a la moción. La conozco desde hace años y siempre la he tenido por voluntariosa, impulsiva, apasionada, trabajadora, popular hasta rayar el populismo, con muchas ideas y pocos miedos y con una inmensa capacidad de superar éstos y llevar aquéllas hasta la más vibrante realidad. Por todo esto, el asombro ha sido casi permanente en los últimos meses al advertir cambios que jamás hubiese concebido que pudiesen aparecer en su carácter ni en su acción política: extrañas volubilidades, contestaciones enérgicas casi irrespetuosas, a fin de cuentas, actuaciones impetuosas no razonadas lo suficiente..., algo imperdonable en el lugar que ocupaba. No creo que haya contado hasta diez en ningún momento antes de soltar a los aires mediáticos sus últimas mil afirmaciones, así tratasen de las campanadas de Fin de Año o los mal distribuidos dineros de las productividades del funcionariado terorense. Pese a lo cual, he seguido respetándola y confiando en su capacidad del trabajo bien hecho. Quizá, no se percataron quienes la elevaron a la alcaldía "que la única pieza que puede moverse en cualquier dirección y avanzar o retroceder tantas posiciones como elija se escribe con género femenino en un tablero plagado de figuras masculinas".

Isabel Guerra ha sabido aprovecharlo ¿Pues, entonces, en que ha fallado? En aquello que aconsejaba a las mujeres gobernantes: rodearse de un círculo de consejeros personales, que la concederían un cierto margen de maniobra, un respaldo a sus decisiones y a su modo de actuar, lo que le dotaría de una fortaleza nada desdeñable. En cambio, han sido los cuchicheos, los chismorreos y murmullos, los consejos interesados -presentes, al menos en lo que he podido comprobar- en todas las esquinas del regio edificio municipal de presencia constante de este último año; lo que, oportunamente aprovechado por funcionarios y otras gentes de mal vivir y peor intención han convertido aquellas aguas de turbias intenciones en estos lodos en los que se ha movido Teror los últimos meses.

¿Que era necesario un viraje, un cambio? Totalmente necesario. ¿Que se ha podido estructurar pese a las múltiples diferencias que distancian a los actuales gobernantes? Así ha sido. ¿Que la moción se mantenía en humo de paja? También.

Las flojas intervenciones defendiendo o atacando, no hicieron cambiar a nadie de la opinión que tenían antes del comienzo del larguísimo pleno en que se debatió. Ni al grupo que desde La Alameda, con cencerros o cacharros asentían o embestían a lo expuesto por los miembros del consistorio. No creo que estuviese tampoco en la intención de nadie convencer ni dejarse convencer.

Conozco al ya alcalde, Gonzalo Rosario, desde mucho tiempo antes que la saliente. Llega con verdadero e ilusionado deseo de gobernar el pueblo donde nació; es trabajador y muy amigo los que aceptan su amistad; se deja aconsejar pero ha tenido buen criterio para discernir al asesor del adulador. En suma, creo, que puede llegar a ser un extraordinario alcalde, si lo dejan. Y tiene a su lado (y en eso no puedo ser objetivo) a gente a la que me unen fraternales afectos: los ediles socialistas Vanesa, Sabina, Chago, Minerva y Jorge son verdaderos amigos a los que considero capacitados plenamente para las delegaciones que se les encomienden.

Los del PP no cambian; ya han labrado camino, que -imagino- continuarán con socios más de su gusto, que eso ayuda a trabajar, es verdad.

Todo este desbarajuste ha dejado en la cuneta, no sólo al alcaldesa: también a otros concejales. Tony Rodríguez, Chicha González y Juani Navarro han sido ilusionados trabajadores de lo público en Teror. Y en un año han dejado bien demostrados su talento y disposición para ello.

Y ahora..., a gobernar. Pero no olviden -es un consejo, que quien quiere lo coge y quien no, lo deja-, que en la erótica que rodea al ajedrez (que también la tiene) existe el ataque a la descubierta, aquél que se lleva adelante cuando una pieza se aparta del camino de otra; o el enroque (que José Luis Báez mencionó en su intervención), que se daría si alguno se empecina en defenderse aunque vaya errado.

Esperemos que nada de esto ocurra y que, citando a Asimov, los ediles de Teror afronten los próximos años, teniendo en cuenta que..., en la vida,/ a diferencia del ajedrez,/ el juego sigue después del jaque mate.