El día arranca pronto en la casa de María Jesús Rivero. Esta ingeniense tiene listos sus fogones desde primera hora para recibir a los miembros de la agrupación marroquí Nas Reggada Oujda, para los que ya horneó un bizcocho de plátano y otro de limón como obsequio de bienvenida: "Siempre preparo algo por la mañana, porque por la noche los que trabajan no tienen tiempo para comer y así al menos pueden probar algo nuestro", comenta mientras corta los dulces en rebanadas.
Cuando el marroquí Mimoune Boussaid se pone manos a la obra para preparar un sabroso cuscús, los ingredientes principales ya están dispuestos sobre la mesa. Es ahora cuando el jengibre, la cúrcuma, la pimienta, el pimentón, la canela o la guindilla caen en la olla para condimentar las verduras y la carne que se cocinan a fuego lento. Mientras tanto, el vapor de la cocción da forma a los granos de sémola de trigo que componen la base de esta famosa elaboración magrebí hasta que adquieren un sabor envolvente. "Es la misma receta de mi madre", comenta con orgullo mientras airea el cuscús con sus manos para que no se apelmace.
"Es sorprendente, porque esperaba que se preparara de otra manera, pero es totalmente diferente a la idea que tenía", reconoce María Jesús. "Una lo que hace normalmente es comérselo, pero no prepararlo no", confiesa mientras observa con atención las manos inquietas de su huésped. En el ambiente se palpa la intensa actividad de cualquier cocina durante los días importantes. No es de extrañar, porque éste es un plato para las grandes ocasiones: "Se sirve siempre cuando llegan invitados a casa, como una muestra de hospitalidad con quienes vienen", destaca Mimoune, que compara la importancia del cuscús en las celebraciones con la que puede tener en España la paella.
Tartas y banjos
A dos calles de allí, la cocina de Katina Domínguez es a la misma hora una auténtica fiesta. A ella le toca abrir la cocina a los componentes del grupo estadounidense The Wild Goose Chase Cloggers, que no dejan escapar ninguna oportunidad para ponerse a tocar la guitarra y el banjo y cantar algunos de sus temas. La anfitriona se muestra encantada y se une al ritmo del grupo tocando las palmas.
"¡Es que me encanta!", comenta Katina entusiasmada mientras retira del fuego unas papas que ya se doraron en la sartén para la ropa vieja con la que quiere agasajar a sus invitados. Presume de hacer la misma receta de toda la vida, "como mi madre". ¿Su secreto? "Siempre hago la salsa dos días antes para que pueda coger cuerpo y quede buena", confiesa. También está preparando un descomunal arroz con leche para el que usa 24 litros de leche y dos kilos de arroz. "¡La olla es tan grande que hemos puesto este otro fuego", dice señalando a un hornillo grande que yace en el suelo.
Lo que más parece interesarle, sin embargo, es el apple crisp estadounidense que sus invitados acaban de introducir en el horno. "Es una tarta de manzana que hacemos en el campo, no es nada lujosa, pero yo la aprendí a hacer con mi padre", dice la estadounidense Sarah York con cierta humildad antes de que sus compañeros vuelvan a la carga con el banjo y todos se pongan a cantar al unísono.
Con todas las recetas en marcha, ya sólo queda esperar hasta que caiga la noche para probarlas. Mientras llega el momento, todos, en las seis casas que participan en la iniciativa, estrechan lazos demostrando que el Festival de Folclore de Ingenio es mucho más que unas cuantas jornadas de conciertos y bailes. Como dice María Jesús, "ya casi somos una familia".
