Ha llegado el séptimo mes del año para todos los mortales de esta ínsula. Sin embargo en la Ciudad de Gáldar, no solo es julio, sino que es el mes de Santiago.

La Ciudad emana estos días una luz diferente combinada con un color exaltado por la profusa decoración de enrevesadas pintaderas plasmadas en estandartes, cruces jubilares y papagüevos de etrusca sonrisa y perenne compás, sumado a un aroma de azúcar, jarea y pólvora que envuelve toda la villa generando una cadenciosa atmósfera festiva.

Esta vigencia que se viene dando siglos atrás no es extraña para la Ciudad de los Caballeros, pues los galdenses saben a la perfección, que ni tan siquiera el mismísimo Morfeo, dios del sueño, se atreve a pisar un adoquín de la calle Larga, pues conoce que los que se rigen por el verde y dorado de su bandera, no tienen ocasión para el descanso durante estos días, pues vivir con intensidad el cargado programa de actos es el objetivo principal de estos calurosos días de verano. Pero el nutrido y completo programa festivo que coloca año tras año al municipio de Gáldar en cita obligada para los amantes de la fiesta, de las tradiciones y la cultura, no siempre obtuvo esa trascendencia debido a las vicisitudes cuya Real Ciudad hubo de enfrentarse en diversos momentos de su historia. Y es que las fiestas en honor al hijo de Zebedeo y Salomé durante el siglo XX no siempre tuvieron un matiz feliz. Tal es el caso vivido durante las fiestas patronales del año 1909, donde uno de los actos destacados era la esperada inauguración en la víspera de la fiesta principal, del primer pilar de agua para abastecer al vecindario situado en la trasera del Templo Matriz. Con especial entusiasmo vivía estas fiestas el regidor municipal de ese momento, don Luis Rodríguez Bethencourt, quien visitó las obras del ansiado monolito la víspera de su apertura, con tal infortunio que al regresar a las Casas Consistoriales, el alcalde cayó al suelo fulminado por un infarto, muriendo al instante, por lo que el luto estuvo marcado durante aquellas vísperas de Santiago.

Algunas fueron las ediciones en que las fiestas directamente no se pudieron celebrar, teniendo el caso más reciente, la edición del año 1936, cuyos feste- jos comenzaban el 22 de julio y donde un ilusionado alcalde y maestro de profesión, don Die-go Trujillo Rodríguez, junto a sus concejales, se vieron sorprendidos y amenazados el 18 de julio de hace ochenta años, con el Golpe de Estado al legítimo gobierno republicano y en este caso al democrático Ayuntamiento de Gáldar, cuyos ediles a cuatro días del comienzo de los actos, fueron detenidos y represaliados, provocando así la suspensión de las fiestas de ese año. En el programa de 1936 observamos la profusa programación cultural a través de conciertos, la inauguración de la biblioteca municipal o la representación de obras teatrales, actos que se hubiesen compaginado con actos lúdicos y deportivos, dentro de un programa que no se pudo celebrar. Acabada la fatal contienda española, Gáldar sobre-llevó aquellos arduos tiempos cada mes siete con las mejores galas que pudiera aportar y vivir todos los meses de julio de la mejor forma posible. Tal ejemplo es el vivido durante las fiestas del año 1943, donde los galdenses inauguraron su santua-rio futbolístico, el Estadio de Barrial, con un partido entre el Marino CF y el CD Gran Canaria, resultando un diplomático empate a dos. El de esta edición no ha sido el único momento en que el deporte fuere protagonista de los fastos patronales, pues siempre ha sido y es destacado en todas las programaciones festivas, aportando datos curiosos como la celebración de una luchada durante las fiestas de 1948 en el Teatro Municipal.

La euforia colectiva explota a partir de la semana grande con una experiencia festiva anterior, vivida con la celebración de la gala de nuestros soberanos festivos Guayarmina y Bentejuí, títulos vigentes desde 1979 y 2013 respectivamente, siendo la primera mujer en obtener tal dis-tinción, doña Rosabel Ruiz Mendoza, representando al barrio de San Sebastián y al Casco de Gáldar, convirtiéndose en la primera de la dinastía festiva Guayarmina, dado que en décadas anteriores existía el título de Reina de las Fiestas de Gáldar y durante la alcaldía del recordado don Antonio Rosas Suris, cambió a tal título prehispánico, imperante hasta la actualidad. Por su parte el soberano de las fiestas es el último en incorporarse al certamen, siendo Aitor Ossorio Miranda el primero de los mismos. Otros actos de gran importancia, son la Muestra y Concurso del Ganado, la Fiesta de la Cebolla, la Lectura del Pregón, así como la celebración de actos culturales de todo tipo como exposiciones, conferencias, conciertos y por supuesto la tradicional puesta en escena de la Compañía Teatral Gáldar.

Uno de los actos más aclamados es la Romería Ofrenda al santo ecuestre. Este masivo acto abarrota el casco de la ciudad con gentes venidas de toda la isla, cumpliendo con la fiesta, algo adulterada, de las tradiciones y el folclore. Sería lícito mencionar que el hecho de practicar la acción de ''ir a Roma'', es decir de hacer la ''Romería'' como tal, no siempre ha existido como concepto actual, dado que el hecho de practicar el peregrinaje hasta Santiago de Gáldar sí ha estado vigente desde siglos atrás, pero sin la tónica de participar en un cortejo de carros engalanados, acompañado de agrupaciones musicales y cuyo fin es ofrendar al patrón con diversos productos. Este sistema de Romería coordinada comienza a funcionar en Gáldar a mediados de los años 50 del siglo XX, tras el éxito cosechado en la celebración del primer cortejo romero celebrado en la Villa de Teror con motivo de las Fiestas del Pino de 1952 y que contagiará prácticamente a todas las organizaciones festivas de la isla. Estas dos semanas previas a los grandes días se desatan con la noche de la Zambra de los Gigantones y de los Caballitos de Fuego. A estos equinos multicolores de cartón que danzan desde la plaza del santo asaeteado hasta la del apóstol peregrino, le acompaña a su llegada el Volcán Anunciador desde el pico de Ajódar, acto que en numerosas ocasiones a lo largo de la historia hubo de ser suspendido o a la sazón verse entre la bruma que torticeramente se instala año tras año en la cima, desde donde se prende una gran pira que anuncia la llegada de los días grandes de las fiestas, y que en décadas lejanas, los neumáticos que formaban parte de la quema, rodaron en más de una ocasión montaña abajo de forma casual o intencionada generando una fuerte impresión entre los vecinos de las faldas de la montaña.

La Gran Cabalgata de Carrozas, pone cada noche del 23 una pausa al dulce desasosiego, desde que en las cervantinas fiestas de 1950, dado el home-naje brindado al príncipe de los ingenios ese año, se instituyera un recorrido de carros alegóricos la antevíspera del patrón por las calles de la ciudad. Obras de arte que desde entonces desfilan entre el bullicio propio de estos días.

Hay una cita con las Fiestas Mayores de Santiago ineludible para los galdenses: la Noche de los Fuegos. Esta noche de siglos donde en otros tiempos se cumplía con fastuosos quermeses en la engalanada plaza de Santiago al ritmo de canciones populares de organillo o derivaciones musicales de zarzuelas, pasodobles y coplas amenizado por las bandas y pequeñas orquestas locales, fue evolucionando hasta convertir las verbenas en auténticos espectáculos musicales bajo los acordes de las orquestas Philips, Iberia, Guaires y, cómo no, la archiconocida Orquesta Mejías. Posteriormente, los fines musicales evolucionaron hasta los ritmos setenteros de las orquestas Los Zotos, Los Guanches, Los X, Los Genios, Los Rayos, Amagro y Los Piratas del Ritmo, entre muchas otras que permanecerán resonando en las mentes de aquellos que vivieron las largas noches del 24 de julio. Víspera donde se quemaban humildes pero ruidosas ruedas de chispa y fuentes de fuegos a principios del siglo XX, derivando a una noche donde acuden miles de personas aguardando la monumental quema de fuegos artificiales ante el magnánimo templo neoclásico, acompañado por una diégesis musical durante la quema y que da paso así al día principal de la fiesta con una verbena con los ritmos latinos impuestos a partir de los idiosincráticos años 80 y 90.

La Verbena calla cuando la banda pone su impronta para realizar una excusa de alargar más la jarana con la Diana Floreada que en otro tiempo sirvió para despertar a los galdenses el día principal de las fiestas. Este pasacalle recuperado en 2010, está animado por canciones como El Toque de Diana, La Madelón, Soldado de España, Polka del Barril de Cerveza o Campeón entre otros sones musicales más actuales. La directriz musical de estos actos de calle supone una obediencia musi-calmente militar, en cuanto a que el origen melódico de estos pasacalles cumple los dos tiempos de la jornada para el cuerpo de milicias de España: La Diana Floreada para despertar y la Retreta para retirarse a dormir, por lo que no es de extrañar la presencia de estas ya tradicionales composiciones musicales en las charangas y bandas que amenizan los diferentes actos de calle consolidándose dentro del panorama popular de cada jornada festiva.

La pompa y circunstancia propia de una composición de Edward Elgar, acompaña la mañana del 25 de julio, abarrotando las vetustas vías galdenses de miles de devotos y cumplidores con el titular del Templo Parroquial Matriz de Santiago. Esta solemne jornada principal, está amenizada por la Banda Municipal de Música de la Real Ciudad de Gáldar, orgullo de todos los galdenses por la elegancia y magnificencia artística de sus interpretaciones. La misma amenizaba desde su fundación en 1867, los paseos y conciertos vespertinos de la plaza el día del patrón o acompañando el recorrido procesional de Santiago entre otros desfiles de las fiestas. El filo del mediodía, hace que Gáldar pase de la devoción a la ebullición popular en cuestión de horas, pues la tarde da paso a uno de los actos más esperados del programa festivo, La Batalla de Flores. Este acto que mezcla un sano asunto bélico con un sordo ánimo de Carnaval, fue resuelto en Gáldar desde principios de siglo XX para la celebración de las carnestolendas y las Fiestas de Santiago. En el marco de estas últimas, la Batalla de Flores, desaparece del programa durante el periodo de la Guerra Civil Española, reinstaurándose a partir de bien entrada la década de los años 40, congregando en la actualidad a miles de personas en torno a un espectáculo que tiñe de blanco las calles de la ciudad. Con los rezagados toques de la última verbena y la celebración de Santa Ana y de San Cristóbal, finalizan un año más las fiestas.

Triste despertar de una excelente quimera en el que el frenético tiempo se ha detenido por unos días para dar paso a los sueños y a la alegría. Por eso, un año más, Gáldar ha suspendido su vida un momento.