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Santa Lucía Medio ambiente

El palmeral silvestre de La Sorrueda languidece entre abandono y plagas

Santa Lucía aprueba una moción sobre el palmeral sin concretar medidas

El palmeral silvestre de La Sorrueda languidece entre abandono y plagas

Caía la tarde del 9 de julio de 2015 cuando las llamas comenzaron a carbonizar todo lo que hallaban a su paso en el entorno de la presa de La Sorrueda, donde se encuentran los palmerales silvestres más apreciados de Gran Canaria. Cuando los equipos consiguieron controlar el fuego, un día después, el incendio ya había afectado al equivalente a unos 20 campos de fútbol ayudado por las altas temperaturas veraniegas -aquel día se superaron en Santa Lucía los 30 grados centígrados- y el abandono de la zona, llena de hojas muertas y rastrojos que hasta entonces nadie se había molestado en retirar.

Un año después, la situación ha cambiado poco en este oasis que tanto llamó la atención, por ejemplo, del equipo de la película 1898. Los últimos de Filipinas que hace poco se filmó en la zona. En el mirador de La Sorrueda, la vista panorámica de este palmeral y la del vecino del Ingenio de Santa Lucía continúa resultando casi embriagadora. Desde aquí, las totémicas siluetas de las palmeras canarias aún perfilan un frondoso bosque de inconfundibles tonos verdes que trepa por las laderas del barranco, pero al acercar la mirada se comprueba que la regeneración de este espacio y su estado de conservación dejan mucho que desear. De nuevo estamos en verano, de nuevo los termómetros revientan por arriba -el pasado lunes la máxima fue de 37 grados- y de nuevo la maleza reina en los suelos de los palmerales.

El embalse de Tirajana luce prácticamente vacío estos días, al igual que otros de la cuenca sur de la Isla, y mientras se avanza por los caminos que nacen de la cercana Aula de la Naturaleza no resulta difícil toparse con los vestigios del incendio del año pasado en forma de palmeras y arbustos carbonizados. Como si no se hubiera aprendido nada de aquel suceso, junto a ellos se amontonan las ramas secas en pilas que superan el medio metro de altura y fragmentos de vidrio que se convierten en diminutas bombas de relojería diseminadas por el lugar debido al efecto lupa que el impenitente sol provoca cuando proyecta sus rayos sobre ellos.

Diocalandra, la plaga ignorada

La probabilidad de que un incendio vuelva a afectar a La Sorrueda sigue siendo elevada, aunque los problemas de los palmerales silvestres de Santa Lucía -y de toda la Isla- no terminan cuando se levanta la vista del suelo. Al mirar hacia las coronas se comprueba que hay ejemplares que aparecen sin hojas y que a otros se les han caído las más bajas, las cercanas al fuste. Las causas pueden ser variadas, pero esta pérdida de ramas está indicado como uno de los síntomas de que la planta podría estar afectada por la Diocalandra Frumenti, una plaga presente en esta especie isleña desde antes incluso que el picudo rojo, pero que ha recibido menos atención que éste, que llenó las páginas de los periódicos hace una década. Aunque no hay consenso entre la comunidad científica sobre la gravedad de esta plaga en comparación con la alarma que supuso el picudo rojo, la preocupación entre botánicos, técnicos y biólogos sobre su capacidad destructiva es un hecho sin contestación.

Al igual que su primo rojo, la diocalandra -conocida también como picudín, picudo negro o picudo de las cuatro manchas, por las coloraciones claras que presenta en las alas anteriores- es un coleóptero que afecta a las palmeras perforando su interior. En los tres meses aproximados que transcurren desde la puesta de los huevos en la base del tallo hasta última muda de la que surgen los imagos -adultos-, las larvas de este insecto se alimentan de las palmeras formando galerías a lo largo de las hojas, lo que provoca su debilitamiento mientras sirven como emplazamiento para la formación de las pupas que darán lugar en último lugar a los ejemplares adultos.

La plaga fue detactada por primera vez en el año 1998 en Maspalomas y desde entonces se ha ido extendiendo sin remedio por ejemplares de palmera canaria de todo el perímetro costero de Gran Canaria, sobre todo en las zonas sur y este, de acuerdo con el muestreo elaborado en el año 2011 por la empresa pública Gestión del Medio Rural de Canarias (GMR), adscrita a la Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Aguas del Gobierno de Canarias. El grado de afección de la diocalandra más grave se encuentra al nivel del mar en Las Palmas de Gran Canaria y los municipios del Sureste, pero también ha ido acercándose hacia el interior a través de los barrancos de San Bartolomé de Tirajana, según los datos de GMR. Su presencia ha sido detectada tanto en ejemplares de jardinería turística y urbana, relativamente fáciles de controlar, como en palmerales silvestres como el de Fataga, que por sus características agrestes adolecen de un método de detección más efectivo.

El Ayuntamiento de Santa Lucía aprobó este jueves por 18 votos a favor y 4 abstenciones una moción presentada por el concejal Antonio Ordóñez en nombre de la coalición Canarias Decide: Unidad del Pueblo, Izquierda Unida Canaria, Los Verdes y Alternativa Republicana en la que se solicita la "colaboración interadministrativa tanto para el censo, categorización y posterior evaluación y control de posibles plagas existentes en la totalidad de palmerales de Santa Lucia, tanto en suelo rústico como en suelo urbano, así como para el establecimiento de protocolos de actuación adecuados en caso de requerir tratamiento fitosanitario" sin concretar medidas exactas para conocer cuántas palmeras están afectadas por esta plaga.

Protocolo de acción

Durante el pleno, Ordóñez, responsable también en el equipo de gobierno municipal de las áreas de Sostenibilidad y Sector Primario, instó "a las diferentes administraciones a actuar y a activar protocolos de actuación adecuados en caso de requerir tratamiento fitosanitario", aunque desde Coalición Fortaleza, el único grupo de la oposición que se abstuvo en la votación, la concejal María Rosa Suárez argumentó que "la normativa existe". Lo cierto es que desde 2014 el Cabildo de Gran Canaria cuenta con un documento elaborado por una comisión técnica tras ocho encuentros de trabajo y titulado 'Propuesta de líneas de actuación y medidas concretas pra la mejor gestión y conservación de los palmerales y palmeras de Gran Canaria'.

Con respecto al combate contra la diocalandra, el informe recordaba que es preciso establecer "un conjunto de medidas bien armonizadas y participadas de entidades públicas, empresarios, propietarios, gestores, trabajadores del sector y sociedad en general" que sirvan para hacer frente a la plaga, cuya erradicación forma parte, en cualquier caso, de las responsabilidades del Gobierno de Canarias. "En el Cabildo intentamos procurar que se dificulte su entrada en los palmerales silvestres", cuya supervisión sí se encuentra dentro del marco de competencias del Ejecutivo grancanario, explica el técnico insular Agustín Suárez.

La hoja de ruta propuesta por el equipo de técnicos, especialistas y gestores que elaboró la propuesta cabildicia de 2014 recomendaba revisar los instrumentos legales -sobre todo, la orden autonómica de 2007 que declaraba la existencia de la plaga-, evaluar el nivel infectivo en la Isla, abrir vías de investigación para conocer la biología del animal, crear una feromona de agregación para el control de la diocalandra y establecer ensayos experimentales, además de establecer prácticas culturales que no favorezcan la propagación de este y otros agentes patógenos.

Desde el Ayuntamiento de Santa Lucía se asegura que este tipo de prácticas ya están introducidas en la acción municipal, como en el caso de la prohibición de movimientos de restos vegetales: "En Santa Lucía las hojas de las palmeras nopueden bajarse a la costa, igual que no se pueden plantar en la zona alta ejemplares traídos desde el nivel del mar", explicaba durante el pleno el concejal de Obras Públicas y responsable de la zona alta del municipio, Francisco García.

Dieciocho años después de que se descubrieran los primeros ejemplares de diocalandra en Gran Canaria, las tres administraciones involucradas en la preservación de la palmera canaria siguen sin contar siquiera con un censo actualizado que registre cuántos, de entre los aproximadamente 20.000 ejemplares de Phoenix Canariensis que hay en Santa Lucía, pueden estar afectados por la plaga, aunque todas reafirman sus buenas intenciones hacia el símbolo vegetal de Canarias. Mientras tanto, enredadas en la maraña competencial que habría de encargarse de su cuidado, las palmeras silvestres de Santa Lucía -cuya importancia es tal para el municipio que llegaron a ser incluidas en el escudo que habitualmente usa el Ayuntamiento- tratarán de seguir sobreviviendo como puedan a las plagas y al fuego, como el mitológico fénix que les prestó el nombre.

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