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Agüimes

Arinaga, un faro con mucho gusto

El antiguo edificio de esta linterna marítima renace convertido en restaurante tras varios años de retrasos

Políticos y empresarios asistieron a la inauguración del restaurante del faro de Arinaga. SANTI BLANCO

Hay una máxima de los grandes chefs que viene a decir que lo más importante en la cocina es la paciencia. Si la damos por buena, el restaurante que acaba de abrir en el faro de Arinaga tiene muchas posibilidades de dejar a los gourmands del Sureste -y de toda la Isla- con un buen sabor de boca, ya que su nacimiento ha sido cocinado a fuego muy, muy lento. Más de una década ha pasado ya desde que en las oficinas del Ayuntamiento de Agüimes se comenzó a gestar la idea de dar al antiguo edificio de esta linterna marítima un nuevo uso hasta que ayer, por fin, el jefe de sala dio salida a las primeras comandas.

"La verdad es que es un placer ver que la instalación está dispuesta para prestar el servicio". Quien ayer se expresaba así es el alcalde de Agüimes, Óscar Hernández, que no disimulaba su satisfacción durante la inauguración del establecimiento, ubicado en un ecléctico inmueble proyectado en 1888 por el ingeniero Juan León y Castillo -autor también del emblemático faro de Maspalomas- que está catalogado como Bien de Interés Cultural (BIC).

Fue a comienzos de este siglo cuando el Ayuntamiento adquirió el edificio del antiguo faro de Arinaga -por entonces ya había sido sustituido en su función de luz de guía por la torre aneja, automatizada pero desprovista del encanto arquitectónico de las casonas fareras- y comenzó a idear una rehabilitación que adaptara el inmueble a los tiempos modernos convirtiéndolo en un restaurante. En 2011, diez años después -dicho de otro modo, 700.000 euros después-, Antonio Morales y Carolina Darias, por entonces alcalde de Agüimes y delegada del Gobierno, daban a conocer el remozado aspecto del faro, ya diáfano, rebosante de luz natural y con unas nuevas dependencias habilitadas como futura cocina del restaurante que estaba por llegar.

La apertura se barruntaba cercana tras tanta obra, pero nadie parecía querer hacerse cargo del nuevo restaurante. Los sucesivos concursos convocados por el Ayuntamiento para licitar la gestión del espacio quedaban desiertos una y otra vez por diferentes motivos e incluso la primera de las adjudicaciones directas tampoco terminó de cuajar, hasta que hace aproximadamente un año dos tocayos, David Cáceres y David Betancor, se lanzaron a la aventura de poner en marcha un establecimiento que, ahora sí, aspira a convertirse en el nuevo faro de la cada vez más sugerente oferta gastronómica de la costa de Arinaga.

Carta canaria y mediterránea

Tanta espera mereció la pena. Puede que el faro de Arinaga sea un lugar recoleto y endiabladamente ventoso a veces, pero llegar hasta aquí compensa con tal de comprobar las bondades del espacio. En el exterior, la terraza parece nacida para dejar que la mente se evada con la contemplación del incesante batir de las olas contra el cercano roque de Arinaga mientras se picotea algo. Opciones no faltan en la carta, unas muy de mercado, como los chocos fritos o las verduras de temporada hechas a la plancha, y otras más elaboradas, como los bricks de queso y morcilla. En general, los entrantes varían entre las sugerencias indiscutiblemente canarias -las inevitables papas arrugadas y la pella de gofio- y otras de aspiración más cosmopolita, como el carpaccio de atún y el salmón marinado.

Las ensaladas merecen una mención aparte: con el fresco ambiente marinero que rodea el lugar, las opciones son variadas y con cierto grado de originalidad. Las hay de brotes tiernos o César, aunque enumeradas así no resultan especialmente creativas. La sorpresa está en los detalles, como los millos y la miel de palma que generan contrastes en la ensalada de queso de palma o la papaya y las nueces que alegran la ensalada de salmón y aguacate.

En la lista de platos principales no prima la creatividad foodie, sino la variedad entendida dentro de los cánones de la tradición. Los pescados están encabezados por el cherne en distintas elaboraciones -al cilantro o a la marinera- y el bacalao con salsa de piquillo junto a las tradicionales frituras y parrilladas de pescado. Almejas salteadas, mejillones al vapor o a la marinera y gambas a la plancha destacan entre los mariscos. Los platos de carne también son apuestas por los valores seguros: entrecot, lomo alto de buey, cerdo al Pedro Ximénez, escalope de solomillo... Quizás la única concesión actual sean las brochetas de pollo al curry, aunque es bien cierto que hace ya bastante tiempo que esta especia india dejó de ser un exotismo para convertirse en sospechosa habitual de las cartas de los restaurantes más variopintos.

Para acertar, muchas veces hay que dejarse aconsejar. En este caso, la recomendación de la casa está en los arroces. David Cáceres lo tiene claro: "El arroz meloso de carabineros es espectacular", avisa. Junto a esta exquisitez, la recurrente paella de marisco y el intenso arroz negro con chocos completan una oferta gastronómica que, como se puede comprobar, pretende convencer más por sus cuidados modos de elaboración que por su originalidad.

Entre los postres, un polvito uruguayo sorprendentemente casero y una jugosa tarta de zanahoria hacen las veces de propuestas de apertura, aunque Cáceres y Betancor prometen más incorporaciones: "Habrá nuevas experiencias que van a destacar, aunque queremos que venga la gente y que lo descubran ellos mismos".

La bodega tiene apuestas canarias seguras y referencias de denominaciones peninsulares como Ribera del Duero, Jumilla, Penedès o Navarra. Lo único que queda por saber es cómo de desgarradora resultará la dolorosa, pero no hay que asustarse: el precio medio por cubierto está en unos 25 euros.

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