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Fiesta de las Nieves Bajada de la Rama

La 'Ramakémon' hace brillar Agaete

Amigos fieles a la fiesta, marcada por el calor y la emoción, usan el juego de moda como temática de sus camisetas

La 'Ramakémon' hace brillar Agaete

Como si de una quedad de Pikachus amarillos y Charmanders de cola de fuego se tratara, los gorros del color del sol y el calor habitual por el buen tiempo de verano y la multitud, fueron protagonistas en la cita que, cada año, Agaete tiene con el resto de vecinos de Gran Canaria. Una fiesta donde la alegría, presente en cada rincón, acompañada por la melodía de la banda del municipio que nunca falla y el olor a frescura de la planta que se alza al aire, no cesó durante toda la jornada. Así, Orlando Suárez y sus nueve amigos "de siempre" no dudaron un segundo en elegir cómo temática para sus camisetas de este año el último juego de moda. "¡Bienvenidos a la Ramakémon!", gritaban por la villa.

Con sus teléfonos móviles en mano simulaban estar buscando Pokémon, mientras el Tropikalchu de sus vestimentas sentenciaban jolgorio seguro. "Todos los años venimos juntos y se nos ocurre alguna idea para hacerlo iguales. Esta Rama no la podíamos vivir de otra manera", explica con alegría Suárez. Su grupo de diez lo trae todo pensado y, teniendo en cuenta que la noche no será un impedimento para acabar de celebrar, "son camisas flúor sublimes", aseguran. Una alternativa ideada para no dejar de dar la nota, "o el color", toda la celebración.

"Tenemos una lista de temáticas que hemos usado, pero esta nos supera", ríe el grupo. Suárez, la cabeza pensante, se siente muy orgulloso de su trabajo, admirado por la mayoría de rameros que se cruzan con ellos. "Y a más de uno hemos visto buscando Pokémon", bromea.

Pero esta quedada, de pantalones cortos, prendas blancas, sombreros de paja y gafas de sol, nada tuvo que ver con el novedoso juego. Ayer, disfrutar y, de paso, hacer inmortal el momento fue más importante que salir de caza. Con las letras de colores en la rotonda que daban la bienvenida a la fiesta, desde las alturas y sin agobios, dentro de la multitud agitando ramas o en la puerta de alguna casa con toda la familia.

Fuera cual fuese el paisaje, el instrumento fotográfico fue la herramienta perfecta para captar historias. Relatos de protagonistas con circunstancias diversas, pero todos con la misma ilusión y las mismas ganas de saltar al ritmo de la música de la banda, de vivir tradición, de asistir por primera vez o acudir al encuentro de falta sin justificar.

Sin importar el bochorno, las horas sin dormir, la aglomeración, las colas para llegar o la edad. El cansancio no se hizo visible y los foráneos, con ojos de admiración, gritaban entusiasmados que "esto es una pasada". Increíble para los primerizos y tan emocionante como siempre para los habituales.

Sin duda, los que lo viven desde que están en las barrigas de sus madres (de los cuales habían muchos este año escuchando desde dentro) ya nacen con una rama debajo del brazo. Un sentimiento palpable a simple vista y que dio a Donovan Ureña, de seis años, la fuerza suficiente para tocar el tambor durante la espera y la bajada de la fiesta. "Está en una batucada y quiso traerlo para acompañar a la banda", explica su abuela Loli Cruz, que cada año viene desde Gáldar "sea como sea".

El pequeño, junto a sus primos Taini y Ubai Suárez, de seis y cinco años, hacía sonar con pasión su música, nervioso y con ansia por ser la primera vez que participaba con su herramienta musical. "Sólo ha dormido dos horas, se pegó la amanecida y no hay quién lo pare, le encanta", asegura su tía Yurena Ureña, que utilizaba como escudo sus gafas de sol, siempre fieles en una de las celebraciones que más le gusta. Al lado del artista, su primo pequeño no se quedó corto e hizo retumbar también su tambor, formando juntos ese ritmo que llevan escuchando por Agaete, "toda la vida".

Como les ocurre a las vecinas del pueblo y amigas "de siempre" Francisca García y Encarna Bolaños, de 83 y 80 años, que, a pesar de vivir actualmente en la capital, no hay una Rama a la que no asistan. "Es que somos de Agaete, mi niña, aquí tenemos nuestra casita", sentencian con brillo en los ojos. Agarradas de un brazo y con ramo en mano, siguieron por las vías de su pueblo rodeadas de juventud por todas partes.

Así, aunque el jolgorio era a pie de calle, las azoteas también se mostraron repletas de afortunados con vistas desde otra perspectiva. Al mediodía y a lo lejos, pero cada vez más cerca, divisaron la marea verde con papagüevos dando color y, en medio, la bandera canaria ondeando con orgullo. El mismo con el que sus seguidores llevaron la ofrenda hasta la ermita de las Nieves, llegando más tarde que de costumbre.

Muchos, como es tradición, terminaron en la playa salpicando agua con sus ramas. Otros esperaban ansiosos el comienzo de la retreta, que finalizó con los voladores encargados de decir "adiós" a esta Rama de Pokémon y buena gente.

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