"Vamos a coger una toalla para ponerla en la silla, porque arden tanto que no nos podemos sentar", explica Laura López, turista de 19 años llegada a la Isla el pasado martes desde Barcelona, mientras corre en busca de una salvación segura para quemaduras pocos apropiadas. Ella, junto a sus tres amigas desde el instituto, eligieron Gran Canaria para pasar unas vacaciones inolvidables, pero lo que no esperaban era encontrarse con las altas temperaturas que ayer derritieron todo cuanto estaba por las calles del sur.

"¿Es posible que haya tanto calor aquí? ¡Es exagerado!", puntualiza Clàudia Gargallo, otra de las aventureras con la misma edad que su compañera. Las jóvenes, entre gorras, gafas de sol, playeras y mucha agua, se sintieron preparadas para ir en busca de los animales que las llevarían de ruta por las dunas. "No es un buen día para hacerlo, pero ya el domingo nos vamos y queremos visitar más cosas y hacer surf", comentan. Sin duda, valientes con ganas de historias que contar de la Isla donde el sol las sancochó montadas en un precioso camello.

En guagua y a lo loco, dejaron la capital, donde se están quedando junto a la playa de Las Canteras. Con ilusión y lo justo para pasar el día, emprendieron la aventura de buscar el puesto para canjear sus boletos para la excursión. Con el sol abrasador como compañero de viaje, la calima y el bochorno siempre presentes y los 44 grados marcados en un termómetro próximo a la charca, consiguieron encontrar el espacio como si de un oasis en medio del desierto se tratara. Allí, alrededor de treinta camellos, con sus sillas verdes a los lados, las esperaban para cumplir su cometido, aunque no se vio cumplido su deseo de encontrárselos con una sombrilla que las protegiera del rey amarillo.

Al llegar, Jerónimo Escribano, trabajador en Camellos Safari Dunas Oasis, las esperaba con su libreta amarilla en mano para apuntarlas y darles el número que les indicaría su turno para montar. "¿Cuántas son?", preguntó con su gorra puesta a modo de protección y un color acorde con el tiempo al que se expone cada día. Las cuatro respondieron al unísono, les tocó el número 11 y esperar, en la sombrita, unos 40 minutos. "Sé que la gente quiere llegar y montar, pero hay que tener paciencia", explica el empleado.

Asegura que siempre están llenos y que, a pesar de que "hoy hay muy poca gente por el calor", diariamente reciben unas 300 personas para disfrutar de la actividad que ofrecen. "Sobre todo turistas, ahora, y colegios en temporada baja, pero algunos canarios también vienen", afirma, a la vez que cuenta el aumento de clientela y de foráneos este año. "En el sur estamos llenos en todos sitios", sentencia.

Mientras, López y Gargallo reposan, con refresco en mano, debajo de una especia de jaima, que las socorre de una insolación, junto a María Estirado y Xenia San Martín de 18 años cada una. Eso sí, antes de sentarse y ponerse la crema protectora, no dudaron un segundo en sacar su palo de selfie para inmortalizar sus caras de felicidad junto a uno de los camellos echado en la arena, también padeciendo el calor. "Qué mono es", sentencia Gargallo mientras lo acaricia y asegura que "no ha visto una catalana así en su vida". Entre fotografías, métodos para combatir el fuego presente en cada esquina y remojones en el baño del espacio ambientado en el mundo árabe, las jóvenes vieron marchar al safari del turno anterior al suyo.

Allí, en el primer camello de la larga fila que se disponía a salir, aguardaban nerviosos los hermanos Mark y Adriá Geo Guinovart, de Reus en Tarragona. Detrás, sus padres Nuria Guinovart y Jordi Geo los vigilaban y aconsejaban mojarse la gorra para evitar que se les recalentase la cabeza. "Es inconsciente que montemos con este tiempo y el aire tan caliente, pero nos vamos mañana y había que hacerlo", comenta la madre reflejando el esfuerzo por la felicidad de sus hijos.

En un abrir y cerrar de ojos, los animales, instruidos por el guía, se pusieron en pie, mientras a los niños se les escapaba una risa nerviosa señal de diversión segura. Agitando sus manos para despedirse, los cuatro se adentraron en las dunas junto a otros curiosos con gorros o, incluso, turbantes comprados en la tienda de la empresa. Mucho calor, pero todas las caras mostraban ganas e ilusión.

La misma con la que Escribano, natural de Córdoba pero residente en la Isla desde hace 20 años, explicaba el cuidado y la dedicación con la que tratan a sus animales y a sus clientes. "No hacen más rutas fuera de los horarios ni llevan mas peso del que creemos bueno para ellos", afirma. Además, señala que "siempre descansan entre ruta y ruta, porque no se trata de hacer dinero, sino de que ellos estén bien y los interesados también gocen".

Así, a través del recorrido de 30 minutos, "desde la charca hasta las dunas y vuelta", el sendero se convierte en un viaje único para foráneos encantados con "un paisaje nunca visto". Cuenta el trabajador que para muchos es un paraje del que no reconocen "ni los árboles".

La empresa lleva 40 años, y afirman que esta época es "un no parar". "Llevamos cinco días a tope, pero hoy es el día más fuerte que ha hecho de verano y aconsejamos a las familias con niños que vengan a primera hora o no lo hagan", añade preocupado. Aún así, no sólo él lo asegura sino que se capta a simple vista, todo el que baja del camello lo hace con una sonrisa inmensa.

Algunos sin camiseta y otros apurando la última gota de la botella de agua testigo de una experiencia "inolvidable". De esta manera, mientras los Geo Guinovart se bajaban más que satisfechos y asegurando lo "precioso" vivido y la fortuna de una brisa que creaba "menos calor que abajo", las estudiantes de Barcelona gritaban, al ponerse en pie el camello, que era "más emocionante que ir a PortAventura". "Adéu", se despedían en catalán mientras Escribano y sus compañeros se aseguraban, siempre con una sonrisa y amabilidad, de que no faltara de nada, lo que se traduce, probablemente, en tantos años de clientela constante y vuelta a repetir. "Pero con menos calor", ríe Nuria Guinovart.

¿Hotel o playa?

Mientras, José de los Santos se gana la vida cantando y tocando la guitarra en un banco cercano a la charca. Cada día ve la afluencia de turistas que recorren la vía, pero asegura que ayer prefirieron "quedarse en el hotel y no salir, porque no hay casi nadie". Así, Alexis Enríquez, taxista en la zona desde hace 19 años, apoya su versión, "porque con tanto calor, viento y arena en la cara es mejor estar de cervezas y piscina y no en la playa". Asegura que el movimiento de taxis ha sido mayor durante la jornada, "ya que evitan ir caminando hasta los hoteles".

Aún así, para Mark Keast, natural de Inglaterra, y Adriela Campos de Bruselas, el tiempo que les ha tocado no es un problema y necesitan "estar cerca del mar" y disfrutar de una temperatura que creen "estupenda", en relación a sus países el resto del año. Por su parte, José Antonio Rupérez y Jacqueline Peña, de Madrid, brindan con una Tropical "bien fresquita" por estar en el lugar "de mejor clima de España y con la mejor gente", aseguran. Aunque su opinión se vio algo modificada cuando "esta mañana abrimos la terraza para desayunar fuera y había fuego", bromean mientras se muestran encantados y afirman que "en Gran Canaria todo es posible, desde el frío hasta el calor y la diversión".