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La Isla en fiestas San Bartolomé de Tirajana

Juan Francisco mueve Tunte

El sacerdote celebra su primera misa en el pueblo, donde es recibido con cariño por sus vecinos

Si la fe mueve montañas, Juan Francisco Macías mueve Tunte. El nuevo sacerdote en el pueblo, ordenado cura el pasado mes de abril, dio su primera misa ayer coincidiendo con el día de San Bartolomé. Los vecinos del pueblo mostraron en todo momento su cariño hacia el párroco que encabezó una eucaristía donde las emociones a flor de piel estuvieron presentes en todo momento. Mayores, jóvenes y niños le pedían saludos y besos ante la mirada, con recelo, del santo, que en esta edición pasó a un segundo plano. Eso sí, siempre seguido por sus fieles y abrazado con el corazón por aquellos que le deben promesa. Una jornada de sonrisas y lágrimas con el calor presente en cada esquina.

Macías, de 37 años, esperaba al final de la cola de sacerdotes y monaguillos que aguardaban en la puerta principal de la iglesia de Tunte para entrar y presidir la misa. Sus ojos entreabiertos, sus manos entrelazadas y sus rezos en bajo eran el resultado de los nervios propios ante lo que le esperaba: su primera eucaristía delante de los suyos de toda la vida.

Cuando la música sonó y la marcha comenzó hacia el interior del templo, Juan Francisco volvió a la tierra y dejó su cara de inquietud fuera para cambiarla por un rostro de sonrisa inmensa. Así, nada más entrar, diferentes manos tocaban las suyas, distintas sonrisas chocaron con sus ojos y las lágrimas se hicieron protagonistas de un momento único para él, sus familiares presentes y para un pueblo unido por la felicidad de lo acontecido.

"Son muchos recuerdos, anécdotas y personas las que se me han venido a la mente", asegura el joven sacerdote refiriéndose a lo vivido. Con emoción, recuerda que "en este pueblo fue donde recibí todos los sacramentos, por lo que es muy especial dar mi primera eucaristía aquí, sobre todo sabiendo que se trata del día de nuestro patrono San Bartolomé".

Tras la celebración en la iglesia, los fieles junto a la comunidad religiosa y las autoridades del municipio siguieron al santo por las calles del pueblo. "Ahora nos vemos", gritaba rezagado el párroco a sus seguidores a la vez que intentaba hacerse un hueco entre ellos para llegar a su puesto en la marcha. Con la música de la banda ambientando el lugar, desde un balcón frente a la plaza cayeron pétalos de rosas que acariciaron a la imagen con la misma ternura con la que el público agradecía otro año más.

Con el "viva San Bartolomé", por todo lo alto, del conocido Antonio el alma del pueblo, cómo lo califica uno de los curas presentes, la procesión llegó a su fin. Antes de entrar a la imagen, Juan Francisco tuvo que hacer unas cuantas paradas para saludar a lo que bien podría considerarse su club de fans. "Es que es muy guapo", comentan algunas vecinas con gracia, mientras los que más lo conocen aseguran que "más bueno es aún de corazón". De esta forma, madres estiraban a sus hijos para que los besara o familias enteras se acercaban para abrazarlo y cruzar alguna palabra con él.

Poco a poco, la iglesia se convirtió en un espacio parecido al de una firma de discos. Cientos de personas hicieron cola interminable, que llegaba a la puerta principal, para besar las manos al nuevo sacerdote, darle un abrazo, un par de besos o sacarse una foto con él. Con paciencia, Macías atendió a todos los asistentes, mientras su colega le ponía, cada cierto tiempo, colonia de bebé en las manos a modo de desinfectante por los besos que estaba recibiendo. Así hasta una hora después, si no fue más.

A pesar del calor y la jornada agotadora, el cura "molón" no perdió la sonrisa en ningún momento. "Eres el mejor, tío", le susurraba uno de sus amigos al abrazarlo tras la larga espera. "Es bonito recibir el cariño de todo el mundo, ver que la gente se alegra con mi alegría y que esta sea compartida", afirma el protagonista. Si el santo hablara, probablemente haría alusión a que es el primer año en el que él no es el principal centro de atención.

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