El eterno viento de Arinaga corría ayer por la playa repartiendo efluvios de brasa y sarmiento: por dondequiera uno se acercara, se sentía inmediatamente atraído por el inconfundible aroma de los asaderos que desde primera hora de la tarde iban calentando el ambiente de cara a la Vará del Pescao, que un año más se celebró en todo el litoral de Arinaga con una asistencia que superó con creces las 10.000 personas, según los organizadores.

No había aún llegado a la playa la barca con las sardinas frescas que sirve para dar arranque a la Vará del Pescao cuando los componentes del grupo Tabaiba, fieles representantes de la renovación del folclore canario, se arrancaron a dar ritmo a los miles de personas que ya se desperdigaban por la playa calentando el fuego. Por supuesto, no faltó la canción que compusieron para celebrar este multitudinario evento. ¡A ver quién no les hacía caso cuando cantaban eso de "Agárrate, muchacho, mira que te lleva el viento"! Todos repetían el verso y miraban hacia el infinito como buscando la brisa, que también parecía estar disfrutando de la parranda porque soplaba un poco más suave que de costumbre.

Caminando por la orilla iban mientras tanto Carmelo Peñate junto a su nieta Haridian. Como en cada edición desde hace 11, este barquero de 65 años llevaba sus cestas llenas de caramelos para los más pequeños. "Ahora llevo el dulce para los niños y cuando se acaba y llega el pescado las lleno con sardinas", relataba mientras no paraba de hacerse fotos con los curiosos de todas las edades que se acercaban hasta él para pedirle unas golosinas.

A las seis de la tarde, con una puntualidad tan exquisita como la carga que portaba, la barca de la Vará del Pescao entraba en la bahía de Arinaga. Junto al mar, esperando, se encontraba María Gutiérrez, que a sus 71 años no ocultaba su satisfacción por cómo ha ido evolucionando esta tradición: "Con los años se ha ido ampliando, pero siempre para mejor: aquí vienen de todos lados y la gente lo pasa bien", comentaba junto a su nieto poco antes de que el pelotón de personas que acompañaba a la barca tomara el camino que va desde la orilla hasta el paseo para comenzar con el reparto de las sardinas.

A comérselas

Una de las primeras en hacerse con el preciado pescado azul fue la avezada Conchi Santana. Sardina en mano, sólo podía pensar en una cosa: "¡Ahora mismo voy a comérmela!". Junto a ella, la gente rodeaba la barca esperando hacerse con algo de pescado con el que alimentar sus parrillas mientras uno de los marineros les recordaba que no podían atender a todos a la vez aunque quisieran. A las seis y diez arrancaron tomando el camino hacia los hornos de la cal, donde les esperaban las carretas que llevaban un rato avivando el fuego.

Florencio Santana fue uno de los más rápidos poniendo las sardinas al fuego. Con la ayuda de su hijo Guayasén iba dándoles vueltas para que se asaran bien por los dos lados y aunque el olor resultaba casi embriagador, a él parecía no atraerle demasiado la idea de comérselas después de cocinarlas: "¡Si yo me llevo una a la boca es mucho!", confesaba.

En medio de la romería, cualquier esquina era buena para formar una parranda con unos cuantos instrumentos y no era difícil que a ellas se les fueran uniendo más personas con guitarras y ganas de cantar clásicos como Lágrimas negras: aquí nadie había dejado en el abandono a nadie.

Las carretas son un prodigio de creatividad en el que tienen cabida mensajes de todo tipo, desde los más festivos hasta los vinculados con la actualidad. Por eso no era extraño que una de ellas estuviera ambientada en Pokémon Go, el juego que ha revolucionado la industria tecnológica en los últimos meses. "Siempre nos gusta buscar un tema del que se hable y este año el mejor era éste, aunque la verdad es que yo no juego", reconocía José Cabrera, de cuya imaginación había nacido la idea de esta peculiar Sardinas Go. Junto a ella, Juan Morales repartía en la carreta La Tirajanera aceitunas con mojo traídas desde su Tunte natal. "Estoy aquí con mi mujer, Lidia González, que es de Arinaga, y con nuestra hija Ainhoa, que con dos años ya es toda una fiestera", bromeaba.

La que no podía faltar en la fiesta era la carreta de Los Entrañables, a cuyo frente estaba la pionera Chanita Ojeda manteniendo las tradiciones con sus vestidos y un menú en el que destacaban algunos básicos canarios como el zurrón de gofio. "El primer año teníamos una barca tan pequeña que casi no salimos, porque de tanto peso se hundía", rememoraba.

Por todo el paseo marítimo se movían miles de asistentes y entre ellos pasaba desapercibido el alcalde de Agüimes, Óscar Hernández, apurando entre sardinas sus últimos días de descanso. Estaba hasta el humorista Juanka, que recaudaba dinero en Arinaga para las intervenciones de su hijo Eidher: "Estoy emocionado con las buenas sensaciones que he sentido aquí", reconocía.