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Fiestas del Pino Subida de la Bandera

¿Por quién repican las campanas?

Todos los 1 de septiembre la Villa de Teror cumple con el rito inmemorial de la puesta de la Bandera en lo más alto de la espadaña de la Basílica

¿Por quién repican las campanas?

Todos los 1 de septiembre la Villa de Teror cumple con el rito inmemorial de la puesta de la Bandera en lo más alto de la espadaña de la Basílica, jolgorio con el que el municipio terorense inicia de una manera oficial las fiestas patronales de Nuestra Señora del Pino. Es, digamos, la manifestación de un pueblo ante el inminente inicio de sus fiestas. La colocación de la bandera es una alerta a los habitantes de la Villa Mariana para que no se olviden que las fiestas se acercan y que hay que engalanar nuestras casas, colocando en ventanas y balcones todos aquellos signos que nos unen, como las enseñas nacional y canaria u otros motivos del folklore isleño.

En nuestra infancia, los niños y mayores de entonces vivían con una sensibilidad especial el rito de la colación de la bandera. Era la manifestación externa de la alegría de los habitantes de la Villa por la inmediatez de nuestras fiestas. Aquel pasacalle que acompañaba al estruendo de los voladores y el redoble de las campanas era otro elemento visible que a todos nos ponía en guardia de que llegaban unas jornadas de fiesta, en las que participaban todos los terorenses, chicos y mayores, ricos y pobres, los del casco y los de los barrios más alejados.

La chiquillería se ponía nerviosa, aguardando la llegada de los cochecitos de choque a las fincas libres del pueblo, como la Fuente de la Higuera, "Campo de Las Pulgas", etc. Esos días previos a la Bajada de la Virgen, a la Ofrenda o al Día del Pino e incluso al Día de las Marías, los niños merodeábamos aquellos lugares de juegos para pasar unos momentos divertidos, antes del inminente comienzo del curso escolar.

Era un repique diferente. Al menos así lo entendía el ya fallecido cronista oficial de Teror, Vicente Hernández Jiménez, cuando se refería al toque de la campanas de la Basílica: "En ciertas Fiestas, como era la puesta de la Bandera y en la Fiesta de San José, se repicaban todas las campanas, las tres de la Torre y las dos del reloj, lo que también ocurría cuando se tocaba "a rebato" porque había un fuego en algún sitio, o como en el caso de la galería del Fonduco en que unas mujeres consiguieron entrar en la torre y tocar las campanas".

Testigo mudo de la fiesta de los primeros de septiembre fue desde poco tiempo de su construcción (1708) la Torre gótica, de cantería entre rojiza y amarilla y planta octogonal, levantada junto a la segunda iglesia terorense. Las tres campanas que se encuentran en esta torre se conocen por sus nombres: la "Grande", la de "Juan María Acosta" y la del "Esquilón". Todas ellas se unen con sus sonidos característicos a esta pequeña celebración. El profesor y erudito Antonio Sarmiento Domínguez se refería a sus sones en un artículo, aparecido en El Eco de Canarias, titulado "La Torre de la Basílica" (17-71964): "...Centinela de confianza y siempre alerta, la había de concebir el coronel don Antonio Lorenzo de la Rocha, que en la redacción de los planos de la nueva iglesia la determinó como aditamento arquitectónico de la misma...Y fue una vez más la Torre, la que en el día de la colocación de la primera piedra del templo actual -5 de agosto de 1760- repicara alegremente sus campanas, renovando su frenético repiqueteo seis años después, cuando el entusiasmo y el empeño de los canarios ponían punto y final a las obras de la Basílica. Y ha sido ella, la Torre, la que ha anunciado los momentos más emocionantes de su marianidad". Que estas campanas sigan haciéndolo en los años venideros, y que sus bulliciosos sonidos nos sigan convocando a las Fiestas del Pino y demás citas. Y remedando el título de la conocida novela de Ernest Hemingway, nos preguntamos: este 1 de septiembre, ¿por quién repican las campanas en Teror?

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