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Fiestas del Pino Romería-ofrenda

Del bonito del Sur al plátano del Norte

Santa Lucía cierra el recorrido con retales resucitados con una máquina de coser centenaria

El casco histórico de Teror concentró ayer en su ofrenda a la patrona de Gran Canaria lo mejorcito de cada municipio de la Isla. Desde el Sur, Mogán surcó los mares para honrar con 240 kilos de pescado fresco a la Virgen y, desde el Norte, Agaete llegó con 7.000 kilos de miel de flores y azahar para endulzar las fiestas. Arucas optó por hacer gala con 12 racimos de plátanos de su cultivo estrella y Valsequillo con más de 20 kilos de suculentas fresas. Al final del recorrido la carreta de Santa Lucía, capitaneada por una doña que despuntaba pasión por cada retal resucitado, María del Carmen Domínguez, demostró que las tradiciones autóctonas, como la almazuela, nunca pasan de moda.

Ahora lo llaman patchwork, por eso de que las "palabras en inglés siempre crean tendencia", pero de "toda la vida" el arte de unir "trocitos de retales y reciclar ropa antigua" se ha llamado almazuela. "A mí me lo enseñó mi madre y mis tías", desveló Domínguez, sentada desde el mismo taburete de madera que utilizó su abuela "en el día de su boda".

"Antiguamente", contó esta vecina de Sardina del Sur, las tardes se pasaban con un "buchito de café", la "vecina que tocaba la puerta para remendarle el pantalón al marido" y la máquina de coser en marcha. La que decoraba ayer la carreta, en concreto, podía sumar siglo y medio de vida. Con ella Domínguez aprendió el oficio. Encarna la cuarta generación de costureras de su familia y a sus 71 años todavía recuerda la primera prenda de ropa que hizo de almazuela en su vida: "una colcha para su muñeca de trapo". Ataviada de antaño y rodeada de sus tejidos, incluso con algunos de "Maruquita López, la de Santa Lucía" en su repertorio, esta vecina del Sureste tejió y tejió a bordo de la carreta hasta clausurar el recorrido del Pino. Para cuando levantó la mirada, los 20 municipios restantes y el Cabildo ya habían depositado en la puerta de la basílica innumerables cajas de fruta y verdura de cosecha propia.

Telde centró su cargamento en la zafra de tomates, tan representativa del municipio. Tejeda presumió de dulces del Nublo, Gáldar de sus cebollas de Piso Firme e Ingenio repartió pimientos y peras.

A la fruta y verdura fresca, se le sumó el pan de San Mateo, el bizcocho de Moya, el vino de Valsequillo y el queso de Guía. El pescado fresco, capturado por los barcos de la cofradía de pescadores de Mogán, aún daba sus últimos coletazos al inicio del recorrido. En el interior de una barca repleta de hielo descansaban dos atunes de 25 kilos cada uno, 60 kilos de bonito fileteado (preparado para asar en la plancha mientras caminaba la romería) y otros 50 kilos de pescado fresco. A eso había que sumarle 1.200 kilos de fruta de Arguineguín y Veneguera y, cómo no, el adobo de María Alonso. Esta vecina de Playa de Mogán, junto a las hermanas Godoy, saben un rato de mar, barcos y romerías. "Sobre todo la del Carmen, que junto con El Pino, son sus preferidas", aseguran las señoras del Sur ataviadas entre ropajes tradicionales.

Desde el centro de la Isla esa tradición también se hizo ver. No solo por las vestimentas de los integrantes de la carreta, sino por su alegoría. A sus 71 años, Juan Díaz repitió por octava edición en la romería del Pino con sello de autor. Este carpintero jubilado es el encargado de darle vida cada año a la carreta de Artenara con tallas de agua, como el año pasado, o cocinas típicas canarias de madera de pino, como en esta ocasión. Decía su hermano Paco, que el arte de la madera, Juan lo aprendió en el taller de Pepe Jorge, "cuando de chiquillo aún vestía pantalones cortos". Pero que realmente el ingenio y la "maña" de arreglar y crear cosas lo heredó de sus tíos, conocidos como "los manitas de la cumbre". Tan ingeniosos eran los hermanos Díaz, en sus tiempos mozos, que una vez llegaron a fabricar hasta una escopeta de hierro. Varias fueron las temporadas que salieron de cacería con aquel artilugio casero, "hasta que la Guardia Civil los sorprendió un día en el campo", agregó Paco junto a su hermano.

En apenas un mes Díaz fabricó la mesa de la cocina en la que estaba inspirada la carroza de Artenara. "Como me gusta y me entretengo, no suelo tardar mucho en hacer las cosas", señaló el carpintero, aunque confesó que la "idea inicial del diseño" ya le había rondado la cabeza desde hacía más tiempo. "Por ejemplo, los esquineros los hice para la fiesta de las alfombras. Y muchas cosas suelo tenerlas de otras romerías, como la de San Isidro, en la que también colaboro", espetó el vecino de cumbres, el mayor de 11 hermanos e hijo de uno de los últimos "piqueros" de casas-cuevas del municipio.

Este tipo de oficios, tan identitario de la cultura isleña, son los que precisamente los participantes del Proyecto de Desarrollo Comunitario La Aldea intentan rescatar a lo largo del año. Dominga Suárez, más conocida como Mamina, forma parte del elenco de almas que se esfuerzan por recuperar el acervo cultural. Ella canta, baila, empaqueta tomates en el museo y fabrica muñecas de trapo. "Va donde la llamen", porque tal como aseguró a un lado de la carreta de La Aldea, "La fiesta vive para mi y yo para las fiestas".

El que tampoco se pierde ninguna cita de la agenda cultural de la Isla y, en particular, la romería del Pino es el vecino de Agüimes, Manuel Santana. En esta ocasión acudió a la cita acompañado de amigos y de su burra Rosita. El animal, que "ya ha pisado calle" en las romerías del Cruce de Arinaga, ayer era una más del grupo de amigos con sombrero incluido. "Se porta bien, como el dueño", decían algunos de los miembros de la murga Ni Quito ni Pongo mientras caminaban a la vera de una carreta que este año rendía homenaje a los labrantes y canteros del municipio.

Ingenio lució carreta inspirada en las "manos unidas" del bicentenario de la localidad; Gáldar recordó en su carruaje los nombres de los jefes de su guanartemato, con aniversario de la Cueva Pintada.

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