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Fiestas del Pino Romería-ofrenda

"Hice una promesa por mi hijo enfermo"

Manuela Rodríguez peregrina desde hace 24 años por su compromiso con la Virgen

Por la derecha, Ezequiel Ojeda, Daniel Ojeda, Manu Rodríguez, Benthejuí Trujillo, Cristian Soto y José Luis Soto. SABRINA CEBALLOS

Hace 24 años que Manuela Rodríguez, más conocida como Manu, hizo una promesa "de por vida" a la Virgen del Pino. Su hijo, Benthejuí Trujillo, nació enfermo y la desesperación por perderlo, la fe en Pino y el gran amor que sentía hicieron que se comprometiera a acudir cada año a verla en su día si su hijo se salvaba. "Y aquí estamos juntos desde entonces", asegura.

La madre, de Almatriche, sonreía radiante al mirar a su sucesor, mientras su hijo pequeño, Ezequiel Ojeda, y su marido, Daniel Ojeda, escuchaban la historia, una vez más, como si nunca la hubieran oído. Cerca, José Luis Soto, amigo de la familia, y Cristian Soto, su hijo, acompañaban a la familia.

"Vámonos a hablar a la sombra, porque hace un calor horrible", puntualiza Rodríguez recién remojada, desde la cabeza hasta los pies, con una botella de agua. "Este año nos quitaron el surtidor de agua de la gasolinera y hemos tenido que conformarnos con esto", explica la experta peregrina. Mientras, otros caminantes sacaban sus móviles para hacerse un selfie con el cartel de las fiestas de este año.

"Lo traía en mi barriga, luego en carro, a piola, desde que cumplió cinco años caminando de la mano y ahora a mi lado, porque siempre viene conmigo", cuenta la progenitora con orgullo. "Prometí que siempre que pudiera caminar vendría y así será", añade firme. El protagonista confirma todo lo que dice y asegura que no le cuesta lo que hace, "y ahora bajamos en guagua y esta noche vuelvo a subir caminando con mis amigos", asegura sin descartar que la vuelta de madrugada también sea a pie, "porque se gastan todo el dinero arriba y luego no tienen para la guagua", ríe su madre satisfecha.

A su lado, el pequeño de la familia presumía de su segunda vez en la ruta y, sobre todo, de la primera en calcetines. "No es una promesa, pero las playeras me hicieron daño y prefiero ir así", afirma con gracia a la vez que puntualiza que "nadie me va a creer que hice el camino casi entero así". Su padre refuerza que se trata de "doble calcetín", porque, sin duda, "a quién más le quema el asfalto es a mí", añade el pequeño con ganas de seguir.

No hay nada que frene a esta madre con su ruta anual. "Tenemos un negocio propio y hemos cerrado sólo por esto, nos hemos cogido vacaciones desde hoy hasta el lunes para poder venir", señala, muy al pesar de los clientes de su cafetería Astro Rey que los dejó ayer y hasta la semana que viene sin bocadillos de pata. "Los mejores", asegura Soto padre.

Él y su hijo decidieron animarse esta edición con sus amigos y, además de pedir a Pino "seguir como están y salud", echarse unas risas y disfrutar de la compañía. El pequeño Soto lucía una camiseta del camino de Santiago, lo que dio a pensar que tenía a su espalda un buen entrenamiento. "Hemos hecho partes y nos gusta", explica.

Coincidiendo todos en que este año hay "bastante menos gente" y con ganas de llegar a su destino para ver a la protagonista del día, el grupo echó a caminar hacia el pueblo de Teror, dejando detrás la rotonda que les recordaba dónde estaban y les invitaba a "sentir El Pino". Agua para el camino, gorras que no faltan y la actitud necesaria para que los kilómetros se traduzcan en instantes que no se olvidan. Un año más, una historia más.

"Aunque en 15 años que llevamos juntos, Daniel es la tercera vez que viene", ríe Manu al mirar a su marido que suspira acalorado.

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