La Provincia - Diario de Las Palmas

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23 años con la Virgen a cuestas

"Siempre digo que no lo hago más, pero me acabo apuntando", asegura el costalero Borja Luján - Miles de personas acuden a la procesión y a la romería de la Fiesta de Las Marías

A la izquierda, el numeroso público observa a la Virgen en la entrada de la iglesia. A la derecha, varios participantes en la comitiva hacen sonar sus caracolas. SABRINA CEBALLOS

"Llevo 23 años cargando a la Virgen este día; cada año digo que ya no lo hago más, pero luego cuando llega el momento... Yo no sé qué pasa, pero siempre acabo apuntándome", asegura Borja Luján, uno de los doce costaleros que ayer cargaron a la Virgen en Guía.El propio Luján, tras la hazaña, confesó que se trata de una tarea "muy dura".

Por el recorrido de costumbre y con las tradiciones de siempre, el municipio norteño celebró ayer la procesión y la romería de la Fiesta de Las Marías con miles de devotos en sus principales calles que siguieron con especial atención la comitiva. Muchos no pudieron evitar emocionarse al ver a la Virgen, cargada por los mencionados costaleros, entre quienes se encontraban también Adrián Sánchez y Jorge Silvela, otros dos que, afirman, nunca dejan de "echar una mano".

Pero no fueron los únicos que participaron en la procesión, pues además de las autoridades y miembros de la parroquia, centenares de personas pusieron la banda sonora a la comitiva con sus caracolas y tambores durante este paseo por el casco histórico. "Esto tiene su origen en 1811, cuando una plaga de langostas afectó a las cosechas en el norte; con las fiestas, le agradecemos a la Virgen que trajera la lluvia que nos libró de las langostas, en una tradición en la que también tienen protagonismo los tambores y las caracolas", cuenta el guiense Tomás Godoy.

Siempre con su tambor participa Ignacio Pérez, natural de La Atalaya. "No me lo pierdo nunca, es una tradición de toda la vida y siempre afloran los sentimientos cuando veo a nuestra Virgen", garantiza.

"Para mí este es uno de los fines de semana más esperados del año, es el día de mi pueblo y siempre participo. No soy religioso, pero le rindo culto a la imagen y creo que esta es una tradición que debe perdurar todo lo posible", confiesa, por su parte, Manuel Alejandro Guillén.

Quien tampoco suele faltar a esta cita es la joven Odaly Moreno, que vive de una forma más discreta la celebración. "Vengo siempre que puedo con mi madre, porque a ella le encanta. Para mí ya es tradición ponerme en el frontis de la iglesia y ver desde aquí la procesión y la romería", señala.

El estruendo de las caracolas y los tambores anunciaba, pasadas las dos de la tarde, el regreso de la Virgen al templo tras la comitiva, un logro que arrancó también, en ese momento, el aplauso del numeroso público presente en los aledaños de la basílica.

Tras esto, se iniciaron los tradicionales bailes, a la vez que los ciudadanos comenzaban a disfrutar de la romería con sus carretas en las principales calles del pueblo. "Esta es una romería tranquilita, no es como las demás de la Isla. Aquí no se forman follones ni nada por el estilo, es la más familiar y por eso es mi favorita", valora Pedro Quintana mientras prueba un buen pedazo de queso de Guía.

A Josefa Moreno sus hijos le habían llevado un buen plato de papas arrugadas con mojo mientras ella descansaba los pies en las escaleras de entrada a la iglesia. "Todo el que viene a esta fiesta se lo pasa bienísimo. Esta Virgen, junto a la de la Candelaria y la del Pino, es la madre de todos los canarios; aunque yo siempre tiro por la de Guía, claro, porque soy de aquí", confiesa mientras se dispone a disfrutar de la romería.

Antes, durante la mañana, se pudo ver también el paseo de los animales que luego participaron en la romería. Después, a las 11.00 horas, dio comienzo la solemne eucaristía -previa a la procesión- a cargo de Roberto Rivero García, párroco de Juncalillo, Caideros y Fontanales. La agrupación folkórica Guadalupe cantó la misa. Tras este fin de semana -contando también la rama celebrada el sábado-, los guienses se pueden dar con un canto en el pecho. Hasta el año que viene.

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