Treinta personas se encaramaron ayer al almogarén del Roque Bentayga para observar la llegada de los rayos del sol a la cazoleta excavada en la piedra por los aborígenes grancanarios. Es un fenómeno que solo se puede ver dos veces al año, en coincidencia con los equinoccios de primavera y otoño, los dos días en que se iguala la duración del día y de la noche.

El madrugón valió la pena, porque la cumbre amaneció totalmente despejada y permitió contemplar la lenta entrada de la luz solar, en forma de V, en el interior del grabado prehispánico. Salvo por el vestuario y por algún ruido lejano de las escopetas de los cazadores, los afortunados testigos pueden presumir ahora de haber participado en una ceremonia que se realizaba, exactamente igual, hace 500 o 1.000 años.

Las observaciones de los equinoccios y los solsticios forman parte del programa Yacimientos Estrella, una iniciativa del área de Cultura del Cabildo de Gran Canaria para dar a conocer a los ciudadanos los descubrimientos arqueológicos y astronómicos en lugares como Risco Caído, Cuatro Puertas, Arteara o La Guancha.

"El equinoccio es una excusa para poder visitar el yacimiento y para entablar una conversación donde tengan cabida el paisaje, el cielo, los astros o las creencias religiosas de los antiguos habitantes de las Islas, pero sobre todo para someter a discusión las posibilidades que tiene un enclave como el Bentayga", resaltó Javier Velasco, inspector del Servicio de Patrimonio Histórico del Cabildo.

Un milenio

Velasco ofreció la primera charla a los participantes nada más bajarse de la guagua en el Centro de Interpretación del Bentayga. Allí les recordó que la isla de Gran Canaria está habitada, probablemente, desde el siglo V antes de Cristo. Desde la llegada de los primeros pobladores desde el norte de África hasta el inicio de la conquista por parte de los castellanos pasaron casi 1.000 años en los que los grancanarios sobrevivieron sin contacto con el exterior, incluso de las otras islas.

Para superar ese aislamiento en un territorio tan hostil, los primeros isleños tuvieron que controlar el tiempo y el medio natural, aunque hasta ahora ha sido imposible determinar a ciencia cierta la antigüedad de todos los yacimientos, ni siquiera si se hicieron en un único periodo o a lo largo de varios siglos, explicó Velasco en otra de las paradas en la subida al Bentayga.

Puesto que algunos yacimientos se siguieron utilizando tras la conquista, tampoco se sabe con certeza si hay elementos que no son prehispánicos, pero sí se ha comprobado recientemente que las semillas de cereales que trajeron los bereberes hace un milenio se han seguido utilizando hasta ahora, pues se han ido adaptando al terreno y ofrecen mejores cosechas.

"La mayoría de los autores consideran que este yacimiento era utilizado como marcador temporal, pues no podemos olvidar que aquella sociedad necesitaba controlar el tiempo para organizar su vida cotidiana, sus cosechas, su ganadería, sus fiestas y celebraciones", sostuvo el historiador.

Para ello, apuntó Velasco, "no había nada más regular para controlar el tiempo que todos esos fenómenos astrales, el sol, la luna y las estrellas, que marcan ciclos y estaciones". Las primitivas poblaciones de Canarias, como otras tantas del planeta, establecieron los vínculos entre el tiempo y el territorio a través de sistemas como el ideado en el almogarén del Bentayga para conocer el día exacto del cambio de estaciones.

El roque tejedense también se ha interpretado como "un espacio entre la divinidad y lo terrenal, como uno de los pilares sobre los que se sostiene la isla", relató. No hay unanimidad sobre los restos encontrados en el Bentayga, comentó Velasco, pues "hay quien cree que esto no fue un almogarén para celebrar estos rituales", sino una casa en el lugar más alto y seguro del risco.

Los arqueólogos se inclinan a pensar que sí era un lugar de culto, la "iglesia" de los aborígenes, pues a su alrededor existen un centenar de cuevas con restos que confirman que fueron habitadas mucho antes de la conquista.

Tras unos veinte minutos de ascenso, los asistentes escucharon las últimas explicaciones en el mismo borde del almogarén, mientras el sol se elevaba e inundaba de color toda la caldera de Tejeda y las crestas del Roque Nublo.

Almogarén

José Carlos Gil, especialista en arqueoastronomía y colaborador del programa Yacimientos Estrella, detalló el fenómeno de los equinoccios y el sistema ideado por los aborígenes para detectarlos. El almogarén es una construcción excavada en la roca, de planta cuadrada y con canalillos, que ha sido interpretada como lugar de culto.

En el interior se encuentra una cazoleta de algo más de 70 centímetros de diámetro, muy cerca de un promontorio rocoso de cinco metros de altura en cuya parte más alta se encuentra una muesca en forma de V, probablemente también esculpida a mano. Justo en el equinoccio de otoño, el rayo del amanecer pasa por la V para incidir directamente con su juego de luces y sombras sobre el almogarén con asombrosa exactitud.

"A partir de hoy, la noche empieza a ganarle tiempo al día hasta que, en el solsticio de invierno, la penumbra le haya ganado dos horas a la luz, el máximo que le roba, día en el que el Cabildo volverá a convocar una ineludible cita con un marcador astronómico aborigen", anunciaron los responsables de la visita.

María del Pino Marrero y Félix Sosa fueron dos de los participantes en la visita guiada de ayer al Bentayga y confirmaron que se apuntarán a las próximas experiencias en Risco Caído o Arteara. "Ha sido espectacular; habíamos visitado este yacimiento hace algunos años y sabíamos que aquí se podía observar el equinoccio, pero no sabíamos que ocurre dos veces año y que se puede ver de una forma tan clara", declaró María del Pino, vecina de Tafira y aficionada a la arqueología.

Como el resto de los participantes, que superaron sin dificultades la subida al Bentayga y el tránsito del frío al solajero en apenas media hora, la pareja aplaudió este programa del Cabildo. "A veces nos vamos a conocer lo que hay fuera, incluso con viajes muy largos a otros países, y no conocemos lo nuestro, pero ahora seguro que repetimos", añadió María del Pino.