El gofio sobra, como la ilusión de decenas de agüimenses que desde hace 41 años acuden a los molinos de Lolita y Ananías, pero cada vez es menor la presencia del público foráneo que en los mejores tiempos de la fiesta convertía el recorrido y las calles del pueblo en una alfombra amarilla. Cierto que la Traída del Gofio y del Agua de ayer tuvo que competir con la visita del Real Madrid a la Unión Deportiva Las Palmas, con festivales musicales y con el buen tiempo de playa en el sur de la Isla.

Con menos gente de lo habitual, la bajada comenzó a las siete de la tarde en la carretera de Guayadeque, en la curva de los molinos, con la carreta del Ayuntamiento tirada por un guapo burrito abriendo la comitiva. Allí comenzó el lanzamiento de gofio y no paró hasta dos horas y media después, cuando llegaron los más rezagados a la plaza del Rosario y los bares de las inmediaciones, con el tiempo justo de refrescar las secas gargantas, sacudirse el polvo y prepararse para la verbena.

La Traída del Gofio y el Agua sí ha ganado vistosidad en el atuendo de los participantes, pues la gran mayoría respetó la solicitud del Ayuntamiento de Agüimes de acudir ataviado con la vestimenta tradicional de esta fiesta. A saber, pantalón negro o gris, falda negra, camisa blanca, pañuelo negro, delantal, chaleco negro o gris y cachorro. La que usaban los antepasados para acarrear el millo al molino y recoger a los pocos días el gofio bien tostado.

Con el acompañamiento musical de parrandas, chácara, tambores y la Banda Isleña, los puñaos de gofio volaron desde el arranque, con los chiquillos del pueblo como principales protagonistas.

Al llegar el cortejo a La Tablilla ya había centenares de personas. Allí se unieron también los tradicionales papagüevos, que acompañaron la Traía hasta el pueblo a través del Camino de La Orilla, las calles de Francisco Melián Romero, San Sebastián, El Progreso, la Plaza de San Antón, Las Cuatro Esquinas, Moral y Plaza Nuestra Señora del Rosario, a donde llegó a las 9.30 de la noche.

Samuel Molina, concejal de Festejos de Agüimes, calculó que en el tramo final de la Traía había unos 2.000 participantes, que se incrementaron luego en la verbena. "Es cierto que antes subía más gente a los molinos, pero porque la bajada empezaba más tarde; ahora casi todos la esperan cerca del pueblo", comentó el edil, quien explicó que el Ayuntamiento aportó varios sacos de gofio y el resto lo pusieron los propios participantes, hasta sumar cerca de un millar de kilos. "Los supermercados y tiendas del municipio hacen su agosto en este día", aseguró.

"Esta fiesta -recordó Molina- pretende mantener viva la memoria histórica de nuestro pueblo y nuestras gentes". Un grupo de jóvenes de Agüimes, al acabar la dictadura, quisieron conservar viva esta tradición convirtiéndola en un momento festivo, que se celebraba al finalizar el verano. Con la colaboración del Ayuntamiento de Agüimes, la tradición se mantiene el último sábado del mes de septiembre desde hace 41 años. En la década de 1990 reunía a miles de personas llegadas de tosa la isla.

Recrea una antigua y habitual costumbre de la época de la posguerra cuando los vecinos y vecinas de Agüimes se desplazaban a las afueras del pueblo, a la zona de los molinos de Ananías y Lolita, para llevar el millo para que fuera tostado y molido. Una vez obtenido el gofio se transportaba en bestias o con el costal a cuestas, junto con el agua recogida en cacharros de las acequias, fuentes y pilares públicos.

La fiesta continuó en la plaza con una verbena de las orquestas "Tamarindos" y "Güira Latina".