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Ingenio

La familia que supo cómo armar el belén

Los Gil Espino muestran desde hace más de 40 años uno de los mayores nacimientos de la Isla

Llega diciembre y con él la Isla se llena de belenes. Los hay institucionales, de arena o vivientes, pero ninguno atesora en su interior el trabajo de toda una vida como ocurre con el que cada año -y ya van más de 40- abre en el Museo de Piedras de Ingenio la familia Gil Espino. Apoyada tras un mostrador lleno de calados que ella misma elabora, Segunda recuerda que todo partió de la iniciativa de su fallecido hermano Carmelo, quien tras "los problemas que tuvo con la iglesia" decidió montar un gran nacimiento sin tener que salir de su propiedad.

Carmelo falleció en 2004 y desde entonces sus tres hermanas Segunda, Victoria y María se encargan de mantener vivo el belén y todo el recinto del Museo de Piedras, una descomunal exposición de recuerdos en la que uno se puede encontrar desde viejas cunas de madera -"En ella se criaron los hijos de mi bisabuela, los doce hermanos que tuvo mi madre y nosotros", rememora Segunda- hasta aperos de labranza o máquinas de escribir. Por haber, hay hasta una capilla que el recordado Carmelo construyó con sus propias manos y no sin reticencias por parte de los prebostes eclesiales del momento.

Es precisamente junto a este recoleto espacio de oración donde arranca el recorrido del belén, en un recinto techado que según sus responsables es uno de los mayores de las Islas y alcanza los 1.500 metros cuadrados.

Paraíso y nacimiento

Nada más entrar, el visitante se encuentra con la reproducción de varios pasajes del Antiguo Testamento. Ahí están Adán y Eva dejándose tentar por la serpiente, pero también el sacrificio de Isaac, el anunciamiento del diluvio -con su arca y sus parejas de animales- o Moisés con las tablas de la ley. A continuación, el Nuevo Testamento y reproducciones de lugares representativos de Ingenio, como la iglesia de la Candelaria o el propio Museo de Piedras, antes de llegar al nacimiento en sí, que se muestra rodeado por una gran ofrenda.

Los visitantes suelen ser turistas extranjeros, aunque el belén de los Gil Espino también llama la atención de muchos escolares que se acercan a él en la última semana lectiva antes de las fiestas. Estas son jornadas intensas para estas tres hermanas que cada día abren el museo sin subvenciones -cuentan que cuando piden ayuda institucional todo son buenas intenciones que nunca van más allá- y desconocedoras del futuro que le deparará al lugar cuando ellas ya no estén. Una cosa tienen clara: mientras puedan seguir adelante, el Museo y su belén seguirán conformando uno de los rincones más peculiares de Ingenio.

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