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San Bartolomé de Tirajana

El trazo rebelde de Hanitzsch

La pluma del dibujante alemán reproduce con crítica e ironía los acontecimientos políticos y sociales del siglo XXI

Para Dieter Hanitzsch (Alemania, 1933) "la caricatura es un medio de expresión que permite recordarle a los poderes políticos que no son intocables ni intachables y que la crítica, por mucho que quieran ocultarla, forma parte de una sociedad libre y democrática". El trazo de este ingenioso dibujante impregna de humor desde hace casi medio siglo las páginas de opinión de Sueddeutsche Zeitung, uno de los periódicos con mayor tirada de Alemania. Hace 45 años, en plena celebración de los Juegos Olímpicos de Múnich, descubrió las bondades de una Gran Canaria "cálida y amable" de la mano de una joven azafata canaria. La brisa marina de Morro Besudo, en San Bartolomé de Tirajana, le han servido de inspiración para ilustrar 50 libros, revistas y tertulias de televisión.

Pocos dibujantes logran vivir de su talento. Dieter Hanitzsch, que a priori iba para maestro cervecero, consiguió a mitad de su carrera profesional hacer de su hobby, su profesión. Ingresó con 19 años en una fábrica de cerveza como aprendiz. Desde allí el futuro se avecinaba "estable" con una industria, que junto con la minería, gozaba de reconocimiento social y económico en la Alemania Occidental de los años sesenta. Comenzó como "obrero cualificado" junto a las cintas de embotellamiento de cebada, pero sus ganas de aprender pronto le impulsaron a estudiar ingeniería en Weihenstephan, unas de las escuelas de elaboración de cerveza más importantes del mundo. En aquellos años, el dibujo se perfilaba como una afición "divertida" y que, además, le permitía expresar su "concepción del mundo". El trazo ocurrente lo había heredado de su padre, quien "por fortuna" se salvó de luchar en el frente para delinear en su lugar los mapas estratégicos de las tropas alemanas durante la II Guerra Mundial. Hasta entonces, la caricatura para Dieter solo había sido una forma divertida de retratar a sus profesores de la escuela y personajes del entorno. Un día, en una tertulia de café, un amigo le sugirió mandar uno de sus dibujos al periódico de la ciudad en la que vivía. Y sin darle demasiada importancia, el muchacho envió al rotativo una caricatura del alcalde que, finalmente, consiguió hacerse un hueco en la publicación del día siguiente. Aquel retrato satírico gustó tanto a los editores que Dieter consiguió un puesto entre los colaboradores semanales del periódico.

Su época de estudiante en la fábrica de cerveza coincidió con un escándalo de corrupción en la política alemana, que tuvo como protagonista al ministro de defensa Franz Josef Strauss. Una vez más, fue un amigo el que le incitó a enviar a uno de los mayores periódicos del país, Suddeitsche Zeitung, una caricatura que reflejara aquel episodio sombrío del ministro. Sin muchas expectativas, Dieter mandó su obra. Y para su "sorpresa" su trabajo terminó ilustrando al día siguiente la página de opinión del periódico. Fue entonces cuando comenzó a desarrollar una carrera como dibujante, paralela a la industria cervecera. Los pequeños ingresos que le generaba la caricatura le sirvieron para costearse una segunda titulación en Ciencias Económicas. Cuando acabó de estudiar, logró un puesto directivo en el departamento de publicidad de la compañía Paulaner. Su perspicacia le permitió entonces crear uno de los eslóganes más importantes de esta marca de cerveza y que aún a día de hoy continúa en vigor: "Gut, Besser, Paulaner!" ("Bueno, mejor, Paulaner"). Sin embargo, la competencia entendió que aquella consigna publicitaria rompía las reglas del juego y acudió a los tribunales para denunciarlo. Aquella polémica "fue un regalo del cielo", recuerda Dieter. Los periódicos se hicieron eco de la noticia y el eslogan del ilustrador se convirtió en todo un éxito.

Un año después recibió una oferta de la Bayerischer Rundfunk (televisión pública de Baviera) para trabajar como redactor en un programa con temática económica. La complejidad de este tipo de noticias, alejadas en la mayoría de los casos del entendimiento del ciudadano de a pie, hizo que Dieter echara mano de lo que mejor se le da: la ilustración. Mediante caricaturas y series de dibujos consiguió que el espectador comprendiera de manera sencilla y divertida asuntos, como las inversiones nacionales o el destino de los impuestos de los ciudadanos.

Por el año 1972, su carrera como ilustrador ya le había brindado varias oportunidades de conocer a gente interesante. Sin embargo, en las Olimpiadas de Múnich, conoció a una joven azafata que, a pesar de haber nacido en Gran Canaria, ya dominaba el alemán de forma magistral. Mercedes Medina, que había dejado atrás las suaves temperaturas de Las Palmas de Gran Canaria para progresar en su profesión, se cruzó en su camino. De aquel primer encuentro ya ha pasado 45 años. "Recuerdo que una de las primeras veces que Dieter visitó Gran Canaria, fuimos a comer con mi padre. Yo traducía todo lo que él decía y, sin darme cuenta, Dieter me pidió que le preguntara a mi padre que si le daba la mano de su hija. ¡Aquel momento fue muy gracioso, porque mi padre le contestó que ¿para qué quería solo mi mano? ¡Qué ya puestos, me llevara del todo!", recuerda entre carcajadas Medina, en el salón de su casa de Gran Canaria. De aquel momento entrañable ha pasado toda una vida.

Durante este tiempo, el matrimonio Hanitzsch ha disfrutado de largas temporadas de invierno en San Bartolomé de Tirajana. La brisa marina que envuelve Morro Besudo ha inspirado muchas caricaturas de Dieter, quien a día de hoy sigue publicando en el Suddeutsche Zeitung, y colaborando como anfitrión en las tertulias políticas de la televisión bávara los domingos. Tras ilustrar 50 libros, muchos de ellos dedicados a los estereotipos del hombre bávaro, y cabeceras como Quick; Dieter acumula algunos reconocimientos otorgados por el Ministerio alemán de Cultural. Sin olvidar que su ciudad de residencia, Múnich, le concedió el título de hijo predilecto de Baviera.

Ahora, que cada vez pasa más tiempo en la Isla, Dieter desea compartir sus creaciones con su segunda tierra. "Me encantaría poder exponer mis caricaturas en Gran Canaria y que esta Isla, que tanto momentos felices me ha regalo, pueda conocer y disfrutar mi trabajo", desvela el ilustrador.

Con 83 años, Hanitzsch continúa dibujando con el mismo entusiasmo e ilusión que tenía cuando llenaba de garabatos y colores las paredes de casa de su madre.

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