Llevan milenios con nosotros, encargándose de ese sucio trabajo consistente en simbolizar el valor de los bienes y los servicios en trozos de metal, pero con el paso del tiempo acaban adquiriendo un valor muy superior al nominativo. Las monedas, esas mismas que a veces nos abultan en los bolsillos y que en otras ocasiones nunca aparecen cuando hacen falta, se han convertido en preciados objetos de coleccionista que generan a su alrededor pasiones y encendidos debates. Quien visite la exposición numismática que ayer abrió sus puertas en la Casa de la Cultura de Agüimes en el marco de las fiestas de San Sebastián no tardará demasiado en comprobarlo.
Hasta finales de este mes, el espacio anejo a la plaza del Rosario acoge una pequeña muestra del archivo que el coleccionista Jesús Gil García ha logrado atesorar tras años de idas y venidas a la Plaza Mayor de Madrid, donde cada domingo se forma un entretenido mercado de compraventa de estas reliquias pecuniarias. Ayer, durante la inauguración, Gil no ocultaba su orgullo por poder mostrar al público de la Isla su colección, en con la que es posible hacer un repaso a la historia de España desde los tiempos de las primeras colonias griegas en la costa catalana hasta la proclamación de Felipe VI.
"Todos los seres humanos somos coleccionistas; a todos nos gusta coleccionar amigos y con el paso de los años nos convertimos en grandes coleccionistas de recuerdos, pero lo que hacemos los coleccionistas es ordenar esos recuerdos", comentaba ayer Gil mientras explicaba a un grupo de estudiantes de Secundaria cómo se fue fraguando su interés por las monedas y cuánto descubrió al acercarse a ellas. "El coleccionismo aporta conocimiento", apuntaba. Para ponerse manos a la obra e iniciar una colección numismática, Gil da cuatro consejos: ser conscientes del esfuerzo que requiere, ser ordenados, armarse con "paciencia infinita" hasta conseguir las monedas más interesantes y ser constantes porque, a su juicio, "son los años los que van haciendo de una colección algo válido".
Ejemplos de este tesón no faltan no faltan: a través de sus monedas es posible observar, por ejemplo, la división en la Francia de la Segunda Guerra Mundial tras la ocupación de la Alemania nazi o en España a raíz de la Guerra Civil. En la muestra de la Casa de la Cultura hay algunos ejemplos de esta última duplicación de acuñaciones de monedas de un mismo valor ocurrida a finales de la década de 1930. Tanto el gobierno republicano como los responsables del bando franquista emitieron monedas de 25 céntimos: las primeras presentaban un libro y la palabra "Ciencia" en el anverso, mientras que las segundas incluía la leyenda "Una, grande y libre". Al final de la contienda, la crisis de circulación de monedas con un valor facial inferior a 50 céntimos obligó a la República a poner en circulación cartones-moneda que incluían el escudo constitucional en el anverso y sellos o timbres en el reverso.
No son estas las únicas lecciones de Historia que se pueden aprender con una visita a la exposición agüimense. Expuestos en las paredes hay tetradracmas de la Hélade, sestercios romanos con la efigie del emperador Nerón o monedas hispanoárabes con suras del Corán, aunque los ejemplares más variopintos pertenecen a épocas posteriores, con la llegada de las dinastías Habsburgo y Borbón al trono español y las guerras de sucesión que enfrentaron entre ellos a los españoles en los siglos XVIII y XIX o la invasión napoleónica. En la muestra hay, por ejemplo, monedas del primer Borbón, Felipe V, pero también del archiduque Carlos de Austria, que se enfrentó al nieto del rey sol por convertirse en rey de España, o las que fueron acuñadas por José I, que pasaría a la Historia con el poco favorecedor sobrenombre de Pepe Botella.
