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Los vinos de Gran Canaria Exposición

El vino tiene un color especial

San Martín Centro de Cultura Contemporánea ofrece una exposición pictórica y fotográfica sobre los caldos de las islas hasta el 19 de febrero

Asistentes a la muestra artística sobre los vinos de Gran Canaria. QUIQUE CURBELO

La exposición del fotógrafo Tato Gonçalves y el pintor Cristóbal Guerra en el centro cultural San Martín se titula de forma sugerente Los colores del vino, que en realidad es parte de un proyecto multidisciplinar sobre la cultura vitivinícola de la Isla, producido por el Centro Atlántico de Arte Moderno (CAAM), con la colaboración de JTI, la Fundación Cajamar y el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Gran Canaria.

Los colores del vino es un proyecto articulado alrededor del estudio y la reflexión sobre este producto, integrado por una exposición, una publicación y un amplio programa de actividades paralelas que incluye conferencias, talleres y catas de vinos de la Isla. "Es un proyecto plural, comisariado por el historiador Frank González, que tiene como ejes transversales valores como la sostenibilidad, la igualdad y la integración", explican desde la organización.

La muestra Los colores del vino está compuesta por una selección de unas ochenta obras, gran parte de las cuales ha sido producida expresamente para este proyecto, que ofrecen una perspectiva artística ligada a la cultura del vino a través de la mirada de dos autores grancanarios: el artista plástico Cristóbal Guerra y el fotógrafo Tato Gonçalves.

"Frank, Cristóbal y yo pensamos en hacer algo sobre las familias del vino, sobre bodegas que trabajaran y que lo que primara fuera la pasión. Frank eligió un grupo de bodegas para situarlas en todos los puntos de Gran Canaria: el sur, el centro, Tejeda en las alturas, Agaete en una esquina, Tunte por el otro lado? Ese fue el proyecto, pero lo que prima aquí, lo que me gustó de todo esto es la pasión que siente por el vino toda esta gente", afirma.

El lenguaje del arte y la cultura del vino se dan la mano en esta propuesta estética en la que se pueden contemplar "sugerentes imágenes fotográficas que dialogan en el espacio expositivo con piezas de pintura, escultura e instalaciones creadas con materiales de distintas texturas, formas y colores que reinterpretan las cualidades cambiantes y sublimes del vino". Las obras que se presentan en esta muestra aúnan sensibilidad y respeto por el trabajo de hombres y mujeres que dedican su vida al mantenimiento de este legado en las distintas comarcas de la Isla.

El pintor y escultor Cristóbal Guerra, además de bodeguero, señala que este fue un proyecto que se lleva gestando hace más de cinco años. "Yo tenía en mente sacar un libro, donde se recogían las características y las peculiaridades de lo que sería la agricultura en las islas, y sobre todo porque la nueva viticultura que se está haciendo se está haciendo desde un punto de vista diferente a otros lados. En otros lados son industrias que producen un movimiento importante de dinero y de personas. Aquí la viticultura ha sido casi herencia de familia", apunta.

El proyecto incluye una cuidada publicación que ha sido editada con aportaciones de diferentes especialistas sobre la cultura y la historia del vino en Gran Canaria y será presentada en foros nacionales e internacionales.

"Algunas bodegas están montadas como empresas, pero muchas son familiares, artesanales y artísticas. Se ocupan, se preocupan, se manifiestan, aprenden, cambian? De ahí surgen cosas enormemente buenas porque ves tanta pasión y tantas ganas que es muy contagioso. Lo ven tan claro. Por eso el trabajo para mí fue fácil", dice Gonçalves.

La defensa de los valores medioambientales, la apuesta por procesos de producción tradicionales y respetuosos con los reductos varietales están muy presentes en las doce bodegas de la Isla que se han implicado en esta publicación. Del mismo modo, la presencia de la mujer en el ámbito rural vitivinícola queda también reflejada en este proyecto editorial, que pretende visibilizar el trabajo que desarrollan las mujeres en el contexto de las bodegas y del ámbito ligado a la viticultura en Gran Canaria.

Doce bodegas

"Quería -afirma el pintor- que cualquiera de nuestros posibles consumidores, tanto locales como foráneos, viera todo lo que hay detrás de la botella de vino cuando la consume: esa cosa que ahora está de moda y llamamos embotellar el paisaje. Yo como soy pintor y escultor llevo unos 16 años en esto. Lo que hice fue buscar una finca e intervenirla con el arte de la tierra. Quería trascender ese producto, desde la transformación de la tierra a su embotellado. Se lo comenté a Frank González, le dimos vueltas y encontramos la posibilidad de hacerlo bien. Buscamos doce bodegas, que representaban las distintas subzonas y esta filosofía que comento, y por supuesto desde el primer momento tuvimos claro que si tenía que haber un notario visual, ese tenía que ser Tato Gonçalves, que tiene una magia para retratar a las personas que no las tiene cualquiera. Sus fotos son maravillosas".

El fotógrafo, por su parte, añade que lleva fotografiando para esta muestra dos años y medio, buscando la parte humana. "Antes había hecho con Cristóbal una parte de las familias del vino. Había trabajado con las familias de cuatro bodegas, pero claro, eran más los colores, la fuerza de arranque para el título de la exposición: los colores del vino. Básicamente he retratado las familias con pasión del vino. Cuando ves esas historias familiares del vino, la fotografía y la pintura combinan bien para contar sus historias. Están integradas las dos".

Guerra apunta que en su bodega, Vega de Gáldar, tienen como eslogan 'Vinos para el arte', "porque consideramos el vino como una obra de arte; la mejor forma de que un vino se considere una obra de arte es que entre en un museo, en una sala de exposiciones; eso fue lo que hicimos; de ahí nació la exposición y este proyecto más ambicioso, dignificando los vinos de Gran Canaria".

Para el fotógrafo, en el vino es importante el diseño, el juego, el momento: "El vino está vivo. Se ve con curiosidad cómo esas levaduras están vivas, y sobre todo es el entorno. Te sienta bien el vino según con quien te lo estés tomando, y cómo y cuándo. Y después te lo puedes tomar tu solito en casa, que te traerá recuerdos, pero no será la misma experiencia".

"El vino es el paisaje embotellado, como lo llama Cristóbal. Hay que embotellar el paisaje que tenemos a través del vino. Para mí este proyecto del vino ha sido un descubrimiento tremendo: vivir con ellos, yendo de bodega en bodega, que te cuenten la historia, lo que están haciendo, lo que han hecho, lo que piensan hacer?", agrega.

Cristóbal Guerra tiene claro su propósito: "Queremos difundir la cultura del vino, fundir nuestro paisaje, que es maravilloso y muchas veces no lo vemos porque lo tenemos tan cerca, y sobre todo que aquí tenemos un pasado, una historia que estaba un poco olvidada y que hay que recuperar y poner en valor".

Por su parte, Tato Gonçalves, concluye: "Hace seis o siete años el vino aquí no valía mucho, no se le daba importancia, pero hace 50 o 100 años sí había otros tipos de vino. El lagar de Bandama puede tener 400 años. Cuando Erik von Damme tenía allí el vino solo para consagrar, pero cuando terminó el escrito seguro que se bebieron un par de garrafones y terminaron templados, brindando por Baco. El vino es para compartir. Si quieres beber solo, bebes cerveza".

La organización, que también se ha valido del trabajo del historiador Manuel Lobo, apunta que Gran Canaria cuenta con un legado cultural asociado al mundo del vino desde la llegada de los primeros colonos europeos. "Los caldos mantuvieron su singularidad en Europa en los primeros siglos tras la Conquista, como atestiguan las continuas referencias al Canary wine y al sack de los escritos de William Shakespeare".

Los vinos también fueron conocidos en América y en África, como demuestran los estudios sobre el comercio atlántico a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII. "Tras esta edad de oro los sucesivos monocultivos acabaron casi por completo con la tradición y las cepas que poblaron algunas comarcas de nuestro territorio insular", explican.

En el siglo XIX un reducido número de viticultores mantuvieron los sistemas tradicionales de conducción y las variedades de uva autóctonas. La feroz plaga de filoxera en la Península a finales del siglo XIX y comienzos del XX, que no afectó a las Islas, generará una nueva singularidad, la de los reductos varietales que aún hoy se siguen cultivando en la Gran Canaria y que han desaparecido en el continente. Ya en el siglo XX, la centenaria herencia enológica de la Isla se mantiene en pequeñas parcelas que han resistido el empuje de los monocultivos reinantes durante décadas en el territorio insular.

El rescate de este patrimonio en Gran Canaria no ha sido tarea fácil. En estos últimos años el esfuerzo por reconvertir los viñedos y modernizar las bodegas ha sido destacado. "Pero no ha sido hasta la aparición en este panorama de la figura del enólogo cuando se ha producido, de manera clara, un antes y un después en la calidad de nuestros vinos", relatan.

Familiares

La formación de los bodegueros, unida a la modernización de las instalaciones, ha sido trascendental para alcanzar la calidad que gozan en la actualidad los vinos de Gran Canaria. Esta transformación se ha producido al mismo tiempo en las distintas comarcas de la Isla donde se produce vino. La mayoría de las bodegas han nacido vinculadas a sus propios viñedos y son de carácter familiar donde el bodeguero también es el viticultor mayoritario del cual se nutre su producción.

"Así, nos encontramos con que la recuperación del paisaje insular empieza poco a poco a incorporar tanto el rico reducto varietal y los tradicionales sistemas de conducción con los modernos sistemas de espalderas generalizados en todo el mundo. Estas bodegas elaboran vinos muy personales y de calidad contrastadas tanto por el público local como nacional".

En estos últimos años, la presencia activa de un grupo de bodegas en los certámenes insulares y regionales ha conseguido un destacado reconocimiento tanto por parte del público como de los especialistas del sector vitivinícola. A ello se suman, además, los premios y galardones obtenidos en los distintos certámenes y las puntuaciones alcanzadas en los foros especializados.

"Todo este cúmulo de trabajo y experiencias hacen que este grupo de bodegas sean herederas y embajadoras insulares de una manera de entender el vino y la cultura del vino que abarcan desde la zona norte, las medianías y centro de la isla hasta la zona sur. Una tradición de viticultura poco mecanizada y muy respetuosa con el territorio y con sus habitantes, a los que este proyecto sobre la cultura del vino quiere rendir homenaje".

La orografía insular, la influencia de los monocultivos y el factor climático juegan asimismo un papel esencial en todo este proceso junto a las familias que han mantenido la tradición y aquellas que han venido a aportar un nuevo sello a la producción de caldos isleños. De ahí que se hable en la Isla de familias del vino, viticultores y de bodegas de pequeño formato, con producciones pequeñas, pero de alta calidad.

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