"¿Saben quién es este señor?", preguntó la fundadora del partido Cambio por Sataute, Lupe del Río, a un grupo de niños del CEIP Juan del Río Ayala visitado ayer por el presidente del Gobierno canario, Fernando Clavijo, durante la ruta institucional por Santa Brígida. Entre rostros dubitativos y gestos de inocencia, uno de ellos se atrevió a contestar ante la presencia de extraños enchaquetados y las cámaras de los medios de comunicación que tanto les llama la atención a los más pequeños. "¡Donald Trump!", se aventuró, seguro de sí mismo, mientras observaba con detenimiento a Clavijo, que muy poco tiene que ver con el mandatario de los Estados Unidos. Con una risa inevitable y con toda la ternura del mundo, Lupe del Río explicó al menor de quién se trataba y lo que venía a hacer a su cole. "Es el presidente del Gobierno de Canarias y está aquí para ver cómo está el centro y si es posible cubrir el patio para que puedan salir a jugar cuando llueve sin mojarse o cuando hace mucho calor sin coger una insolación", explicaba del Río, que recibió como respuesta un "me parece bien" del pequeño que seguía con mirada de admiración a su presidente, el mismo que marcó una ruta por diferentes puntos del municipio y que acabó por donde Óscar Gutiérrez creó un centro de esos que de verdad se necesitan en la Isla.

Y del colegio Juan del Rio Ayala al centro de día Valle Lentiscal. Los ojos azules de Óscar Gutiérrez Ojeda no mienten. Al contrario, son la cuna de una verdad infinita y una paz inmensa. Aunque estudió económicas, hace 30 años que ayuda de manera altruista al colectivo de personas con diversidad funcional. Así, hace 10 que se dedica en cuerpo y alma a su centro de día para mayores Valle Lentiscal, donde 18 usuarios pasan sus días con calidad de vida, ejercitando mente y corazón. Ayer, Clavijo culminó su visita institucional en este espacio, donde su mirada se fundió con la Óscar y este le explicó lo que se hace en su centro. La fuerza y vitalidad del propietario de 84 años caló a cada uno de los que charlaron con él por primera vez, dando a conocer, sobre todo al presidente, las lecciones de Milita.

Dice Gutiérrez que tiene 84 primaveras, pero su juventud en cada pelo blanco de la cabeza y en cada palabra cargada de sabiduría hacía sentir que no sobrepasaba las 18. Tras casi una existencia entera junto a Josefina, su amor más sincero, y con "solamente seis hijos y ocho nietos", señala con gracia, hace 12 años que cuida de la mujer de su vida. "Cuando tenía 70 le llegó la enfermedad y siempre la he cuidado", explica con orgullo mezclado con esa tristeza que esconde detrás de una sonrisa siempre presente. Josefina tiene alzhéimer y aunque su fiel marido garantiza que, debido al avance de su enfermedad, "ya no está", cualquiera que visitó el centro junto a Clavijo pudo verla y sentirla en cada esquina.

Óscar vive en sus propias carnes, cada día, la dureza de ver como un ser querido abandona el mundo sin marcharse. "Es muy duro, no reconoce y ya casi se ha olvidado hasta de caminar", relata con amor siempre presente en el azul profundo de su mirada. Pero esa fuerza que asegura que le enseñó su madre Milita, le da cada jornada lo necesario para responder de la mejor manera posible como el cuidador principal de su mujer. Así, rodeado de un paisaje insuperable en medio de un valle y con poemas por y para ella en las paredes del centro donde la música reina, comentó a Clavijo que es consciente de que si su esposa no hubiera estado en esa situación, su libro La sinfonía de las neuronas no hubiera visto la luz del día. Una claridad tan especial como la que el sol regala cada jornada en el jardín donde sus usuarios realizan actividades capaces de sanar almas que no olvidan.

Recorriendo cada una de las habitaciones en las que los mayores conviven de lunes a viernes, de 9.00 a 17.00 horas, "con paredes blancas, marcos de colores, baños amplios, salas de descanso y actividades, música en cada ejercicio y comida casera teniendo en cuenta que nada de catering", puntualiza la gerente del centro, Natalia Hernández, el presidente fue testigo de la labor que se hace en el espacio donde 15 de los 18 beneficiarios, enfermos con alzhéimer, gozan de una plaza pública. Así, lejos de pedir nada al Gobierno, Gutiérrez se limitó a mostrar la que fue su casa, ahora convertida en el centro de día, y a animar al mandatario a que revisen la actualización de las cuotas a pagar por los servicios prestados, "ya que hace bastantes años que no se modifican", fija el comisionado, presente en la reunión, Santiago Rodríguez. Mientras, tanto Olga Céspedes, que minutos antes confundía a Clavijo con el alcalde de la localidad, como el resto de sus compañeros disfrutaban del rancho canario y la carne estofada de Pablo, el cocinero que cada día contenta sus corazones llenando sus barriguitas. Óscar despidió al dirigente y continuó con su labor cargada de esa paz que su espacio regala.

Otras paradas

Después de la reunión con el alcalde, José Armengol, para engordar la lista de aspectos por resolver, el presidente y su equipo, junto al mismo mandatario, se dirigieron a las viviendas de protección oficial del casco. Así, algunos vecinos demandaban el arreglo de sus hogares, "porque muchos tenemos el suelo hundido, hay barro en los bajos y tenemos miedo de que un día se nos vengan encima", comentó una de las propietarias. El dirigente cogió notas y continuó hacia el colegio donde los más pequeños lo hicieron Trump por un día.

Justo a la hora del recreo y con el revuelo propio de los niños, Clavijo escuchó con atención la demanda de una cubierta en la cancha deportiva, del arreglo del suelo y mejora de la iluminación de la infraestructura. Ajenos a las necesidades de su cole, los menores abrazaban y saludan al presidente.

Al acabar, el polideportivo municipal fue la siguiente parada, donde los usuarios llevaban a cabo sus ejercicios rutinarios mientras el protagonista de la jornada fue testigo de la falta de renovación que padece la instalación deportiva. "Muchos vecinos se van a San Mateo, porque este polideportivo está obsoleto y, por ejemplo, la piscina terapéutica solo cubre hasta la cintura y se han quejado", señala la impulsora de Cambio por Sataute.

Una vez los coches aparcados y antes de aterrizar en el centro de día, La Atalaya cerró la ruta de Clavijo acompañado por su equipo. Allí, a la vez que las artesanas trabajaban el barro, se adentró en el museo y en el taller dedicados a esta disciplina. Además, no faltó el recorrido por el barrio de piedra, con vistas insuperables y paradas en las casas cuevas de Panchito y María Guerra. Sin olvidar el colegio antiguo de la zona que, muestra de mal estado, es firme candidato a ser desafectado.

El presidente del Gobierno canario -que nada tiene que ver con el de Estados Unidos- se despidió de Santa Brígida con una sonrisa y la mochila cargada de cosas por hacer. Una visita intensa y de descubrimientos dignos de admirar.