Periodistas, abogados, funcionarios, fiscales y médicos del Servicio Canario de Salud... Nadie quiso perderse ayer el inicio del juicio a los padres de una recién nacida a la que supuestamente dejaron morir en mayo de 2015 , tras dar a luz en su casa de Santa Lucia sin ningún tipo de asistencia sanitaria o supervisión para practicar el parto de manera natural. Sara Metzger y Jacinto Sánchez Herrero, que se enfrentan a 18 años de cárcel por asesinato, niegan que esperasen a la muerte del bebé para llevarlo al Centro de Salud de Vecindario. Ambos se aferran a la teoría del parto natural para explicar lo ocurrido, según sus declaraciones en la Audiencia de Las Palmas.

La madre, italiana, de 25 años, asegura que decidió tener a su hija en la vivienda porque se sintió "maltratada" por la tocóloga. Asegura que la doctora la trataba de forma muy brusca, con golpes, y no volvió a consulta tras una experiencia desagradable en la última exploración.

Metzger sostiene que se documentó en internet para parir con la ayuda de Jacinto Sánchez, de 59 años, quien, en 2013, conoció a la joven y la acogió en su vivienda porque tenía problemas con su anterior pareja. "Me sentía fuerte para tener a la niña en casa. No oculté el embarazo", respondió la mujer a la fiscal Blanca Hernández.

La acusada afirma que no se enteró de que estaba embarazada hasta el séptimo mes. Cuando llegó el momento decisivo, colocó unas colchonetas "gordas" en el salón, como de gimnasia, y unas toallas para dar a luz de rodillas, entre otros preparativos como pañales, toallitas y una bañera. Se había cerciorado por la ecografía de que la niña, Sandra, venía bien, sin señales de que pudiera sufrir un estrangulamiento por el cordón umbilical o cualquier otra complicación, según relató al jurado popular. La fiscal le reprochó esa improvisación al no haber contado con una matrona o similar si realmente quería tener un parto natural.

Metzger, que trabajaba de relaciones públicas en un restaurante, expulsó a la criatura de cuclillas y el padre la cogió con las toallas. Luego la lavaron para quitarle los restos del parto y la madre se tumbó con su hija en la colchoneta. No le cortó el cordón umbilical porque era demasiado "invasivo" y esperaba que al tercer día se le desprendiera solo, tras secarse y desprenderse la placenta. La fiscal, en cambio, sospecha que ni siquiera había previsto esa situación y, por tanto, carecía de instrumentos adecuados para cortar el cordón. Eso motivó que no pudiera maniobrar para darle el pecho a su hija, destaca la acusación pública.

La madre rechaza que el cordón umbilical le impidiera amamantar a la niña. Asegura que el bebé lloró al nacer, se quedó dormido a los 20 minutos y decidió esperar a que se despertara para darle de comer. Al día siguiente, cuando lo notó frío, fue cuando despertó al padre y ambos llevaron a la niña al Centro de Salud en taxi.

"La veía bien, no vi ningún signo de peligro, pensé que estaba dormida", respondió la acusada en varios momentos del interrogatorio a la fiscal, quien, con esas cuestiones, indagaba en las razones por las que Metzger decidió esperar al día siguiente para ir al médico, cuando ya sólo se podía certificar la defunción de la pequeña. "Estaba agotada, no sabía diferenciar lo que era real de lo que no", replicó entre sollozos la progenitora. "Estaba esperando a que se despertara para alimentarla", añadió.

Su abogado, Gustavo Adolfo Naranjo, replicó a la fiscal que no se trata de una muerte querida, sino "sobrevenida", porque su defendida no planeó la muerte del bebé antes de que naciera. "La ignorancia no puede ser castigada con 18 años de cárcel", alegó en su informe inicial. El letrado, a lo sumo, plantea un condena de sólo un año de cárcel por imprudencia.

Esa línea de defensa coincide, en parte, con la de María del Pino de La Nuez, la abogada del padre. "La desolación les va a acompañar durante toda la vida", agregó De La Nuez. Su defendido protagonizó duros enfrentamientos con la fiscal, a quien le recriminó que formulara acusación por asesinato. "Nunca he confiado en usted, mi obligación era defenderla porque sus métodos son inquisitoriales", respondía Jacinto cada vez que la fiscal blandía una contradicción entre Sara y él, o entre lo declarado en instrucción y lo relatado ahora en primera jornada del juicio.

El acusado, según la fiscal, le dijo a la Guardia Civil que sólo era el compañero de piso de Sara, ocultando, por tanto, las relaciones sexuales que mantenía con ella. Luego, tras el fallecimiento del bebé, se hizo la prueba de paternidad de manera voluntaria y se verificó que la niña era suya. Sánchez, que se presentó al jurado como "artista profesional", está casado. La fiscal cree que su actuación durante la gestación y el parto está relacionada con un intento de ocultar el nacimiento de la niña a su esposa.

El procesado, que está en libertad provisional, al contrario que Sara, negó que la niña se fuera poniendo "morada y fría" al ir quedándose paulatinamente sin respiración, incluso acusó a la fiscal de tergiversar sus declaraciones. Sí admitió que se ausentó dos veces de la casa, según él para combatir el "estrés emocional".

"La intenté convencer para que fuera al hospital, pero quería tener un parto naturista. Comenzó a ir, pero cambió de opinión por una mala experiencia con la médico", alegó Sánchez, que definió a su amante como una persona espiritual y alternativa. "Quería tener el parto en casa. No lo veía muy sensato ni seguro, pero debía respetar su decisión. Es la madre", concluyó el acusado. El juicio sigue hoy con los médicos forenses.