Cinthia Betancor ha vivido una de esas experiencias que marcan un antes y un después en la vida. Junto a sus compañeros del ciclo de grado medio de atención a personas en situación de dependencia, esta joven residente en Ingenio acaba de visitar el centro de día satauteño para personas con alzhéimer Valle Lentiscal con el objetivo de descubrir la realidad de la profesión a la que se quiere dedicar. Tras una intensa jornada de inmersión en las actividades habituales de este centro salió reafirmada en lo acertada que estuvo al decidir estudiar esta rama de Formación Profesional que se imparte en el CIFP Villa de Agüimes: "Me llama la atención la felicidad de los usuarios, con que tú hagas un poco ellos se lo toman con mucha satisfacción y eso resulta gratificante", comenta con cierta sorpresa.

"Es que este centro es distinto", justifica su creador, Óscar Gutiérrez, quien tras 30 años dedicado a las personas con discapacidad -fue cofundador de la asociación Adepsi- decidió ceder su propio chalet en Monte Lentiscal para poner en marcha un centro de día para personas con alzhéimer que permitiera dar un respiro a los cuidadores principales sin desvincular a los usuarios por completo de su entorno familiar. El secreto radica, a su juicio, en comprender en cada momento las mil y una manifestaciones diarias de esta enfermedad: "Cada mañana", detalla Gutiérrez, "vamos viendo la predisposición que traen los usuarios, porque no todos los días son iguales, y según veamos cómo viene esa persona le damos distintos tipos de terapia".

Fiesta de carnaval

El día en el que los jóvenes llegan desde Agüimes para visitar el centro, la jornada está dedicada al carnaval y los usuarios participan vistiéndose con elegantes ropajes o simplemente calzándose una peluca y un antifaz antes de echarse unos bailes. "Los únicos grandes medicamentos para tratar al alzhéimer son dos: uno es el amor y otro es la música", explica el fundador del centro. No resulta difícil comprobarlo: las melodías invitan a mover el cuerpo y todos, usuarios, profesionales o estudiantes, se animan enseguida a dar unos pasos. Una vez metidos en faena, los hay que hasta se atreven a bailar un agarrado.

Entre los estudiantes, los nervios previos y la incertidumbre por lo que deparará la visita ya se han disipado para entonces. "Aquí me siento en mi ambiente, más relajado, más suelto", reconoce Borja Galindo, quien tras dos años formándose en este campo tiene cada vez más claro su interés por el trabajo que se lleva a cabo en centros como éste: "Si verdaderamente te gusta y es algo que te nace, lo puedes sacar adelante y no es lo ves como un esfuerzo. Te nace solo y te sale involuntariamente".

Todos coinciden en que esa búsqueda de la vocación es constante y necesaria para dedicarse al cuidado de personas con alzhéimer. "Tienes que ver esto como algo tuyo, como una familia, porque de lo contrario no vas a poder dar lo que se necesita de ti en este trabajo en el que el cariño y la paciencia son muy necesarios", apunta la gerontóloga de Valle Lentiscal, Begoña García. Antonio Galván, profesor del ciclo de formación profesional en el que están inscritos estos estudiantes, incide en esta ida: "Es necesario inculcarles la formación adecuada, pero hacerles crecer, que maduren, porque van a ser cuidadores y en sus manos van a tener vidas humanas que van a depender de ellos".

Galván insiste en la necesidad de destinar más recursos a la formación de los jóvenes que quieren dedicarse de manera formal al cuidado de personas que, como los pacientes de alzhéimer, se encuentran en situación de dependencia. "Envejecer significa que los pacientes deben llevar los años con dignidad y que se les atienda de la mejor forma posible, aunque esta es una realidad que pocas veces vemos", denuncia. Para él, la vista debería estar puesta "en otras comunidades autónomas donde ya hay recursos montados y han adquirido conciencia sobre la situación, mientras aquí estamos empezando".

Más allá de los recursos económicos, Gutiérrez apunta algunas ideas que él mismo trata de inculcar entre los jóvenes estudiantes para que éstos adquieran herramientas de trabajo efectivas. "Hay que decirles que su labor no termina en el usuario, sino deben acercarse a los cuidadores principales, porque sufren un desgaste físico y emocional impresionante", recomienda para abordar de forma eficaz esta enfermedad que él suele definir como "misteriosa" y que afecta por igual "a una persona que ha estado toda su vida en la montaña cuidando cabras que a un intelectual".