Cuando las piernitas fallan y el equilibrio va en declive, existe un problema. La libertad para moverse da autonomía y los mayores que viven solos, sobre todo, necesitan mantener esas facultades para no depender de otros. A pesar de ello, con la edad y toda una vida disfrutada es normal que el cuerpo no responda como antes, y la Concejalía de Servicios Sociales de Ingenio, liderada por Elena Suárez, ha querido convertirse en bastón de 70 usuarios del municipio con un servicio de teleasistencia en el domicilio. Con un aparato de botón rojo colgado al cuello, los afortunados pueden ponerse en contacto con los técnicos 24 horas al día en caso de caída o de necesitar algún tipo de ayuda. "Es una medallita que da seguridad", asegura Dolores Martel, de 92 años, mientras explica que "tengo mucho desgaste, estoy operada de una pierna y no puedo caminar, por lo que estoy sentadita siempre".

Como ella, muchos mayores necesitan asistencia diaria y cuando el andador o las muletas no son suficientes, contar con un botón mágico es una salvación. "Tengo una mujer que viene a bañarme por la mañana, otra que está conmigo cuando lo necesito y, después, mis hijos siempre que pueden y mi vecina", señala Martel consciente de que "sola no puedo, algunas veces me caigo y gracias al aparato, cuando ha sido así, han venido a ayudarme o han llamado a mi familia y a mi vecina para que me levanten".

A un botón de las necesidades

Es madre de tres mujeres y un hombre, tiene cuatro nietos y unas ganas de vida que recorren infinitos kilómetros por hora. "Ellos vienen cuando pueden, porque viven lejos, una tiene problemas de salud y, además, tienen que echar muchas horas para conservar su trabajito y vivir bien", explica con fuerza y reafirmando que "me gusta estar en mi casa tranquila, sentadita en el sillón y todo lo que necesito en una mesita al lado mío". Con eso y con el aparato que lleva "siempre" colgado del cuello y la hace sentir segura. "Aunque no me gusta molestarlos mucho pulsando", agrega.

Comenta que lleva ya bastante tiempo disfrutando de este servicio, pero que hace unos días le pusieron un aparato nuevo. Así, ya goza de los últimos entregados por el Ayuntamiento de Ingenio tras la firma entre el alcalde Juan Díaz y la empresa Ralons Salud, encargada de proveerlos durante diez meses con posibilidad de prorrogar otros diez. Asimismo, se ha destinado un presupuesto de 22.812,44 euros, con un coste diario de 16,29 euros por usuario, una inversión que los asistirá de forma ininterrumpida tanto dentro del domicilio como fuera. Por ello, estarán provistos de terminales de telefonía móviles adaptados a su uso por personas mayores y con determinada diversidad funcional y con sistema de localización de GPS y GSM.

Aún así, a Martel no la hace falta fuera de casa por su dificultad para andar. "Que Dios me guarde sin la medallita", suspira la señora, viuda desde hace 18 años y antigua trabajadora en las fábricas de empaquetado de tomates en la localidad, "donde llevo más de 60 años aunque soy de Telde", fija al mismo tiempo que recalca que "la necesidad es lo que me ayuda a mantenerme".

Un café por accidente

Emilia Sánchez no conoce a Martel, pero tienen en común que viven solas, ambas trabajaron con los tomates y sobre sus pechos descansa el mismo aparato. Además, las dos lo llaman "la medallita". Por su parte, esta mujer a punto de cumplir 82 años, "el mes que viene", cuenta, puede moverse, hacer de comer y salir. "Estoy regular porque las piernas muchas veces no responden, me voy para los lados, me tiemblan las manos y hago las cosas con miedo, por lo que hago lo que el cuerpo me permite y cuando no puedo más descanso y después sigo", relata mientras agradece el botón rojo que la acompaña "porque a veces necesito que me echen una mano".

También tiene una muleta, "pero sólo para cuando salgo". Así, en su día a día se aventura a ir a misa, a la tienda o a tirar la basura, "aunque me canso mucho", por lo que su sobrino le hace la compra de vez en cuando y los cuatro de siete hermanos que tenía se ocupan de ella siempre que lo requiere. "Incluso vienen desde Gáldar para dormir aquí conmigo", determina contenta.

Y es que Sánchez es una persona muy risueña y vital. Entre carcajadas, recuerda que las dos únicas veces que ha utilizado este servicio "han sido sin querer". "Iba a hacer café, me apoyé la cafetera en la barriga para desenroscarla y, sin darme cuenta, llamé", explica con gracia afirmando que la segunda vez invitó a café a los que están por detrás velando por su seguridad.

Por la suya y también por la de Pino Sosa, que garantiza manejar a la perfección el utensilio que a ambas les han puesto nuevo esta semana. "El anterior lo usé dos veces, una porque me caí y la otra porque me asfixié, pero gracias a esto y a la máquina del oxígeno que me pusieron, estoy feliz", explica con 71 primaveras.

Esperando a que la operen para ponerle una prótesis de rodilla y de cataratas, hace lo que puede siempre con su muleta cerca. Además, una hija, de los cuatro descendientes que tiene, suele quedarse con ella en casa tres veces por semana. Aunque explica que en ocasiones se siente "apagada", no hay nada que sus nietos y su bisnieta de tres años no sean capaces de arreglar. "Mira que a los hijos se les quiere, pero como a los nietitos de uno es imposible", cuenta sin dudar cuando dice que "ellos son los que me dan la vida". Así como el artilugio se la hace "más segura, porque los trabajadores que están ahí me llaman a cada momento para ver cómo estoy y se preocupan mucho por mí", agrega.

Lo mismo defiende E. Hernández. "Cada tres días se ponen en contacto conmigo y también el día de mi cumpleaños o de mi santo para felicitarme", relata contenta. Con 77 años, no tiene ni hermanos, ni hijos, "ni padres tampoco", pero la ayuda de una vecina, la visita de alguna amiga y la compañía incondicional de su loro Pipo hacen que no se sienta sola. Hace dos años que su compañero de vida se fue después de 18 años como pareja, "pero Pipo lo llama a cada rato", asegura.

A esperas de que le llegue una ayuda para que un profesional la acompañe en casa, agradece la medallita -como ella también llama al aparato- que ha utilizado dos veces "por un dolor muy fuerte en el pie y una caída de la cama al suelo", fija. Así, señala que, aunque la cadera le impide caminar, ve el paso del tiempo asomada desde su balcón en Carrizal. Cuatro mujeres y cuatro historias de las 70 personas que han mejorado su calidad de vida con este servicio. Todas manifiestan que se sienten seguras con el botón colgado del cuello y queridas.