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Distinciones del Cabildo Hijo Predilecto de Gran Canaria

"No hay forma de que nuestros políticos vean los peligros del cambio climático"

"No somos los últimos grancanarios; habrá más generaciones y tienen igual derecho a disfrutar de esta isla", enfatiza Faustino García Márquez, arquitecto y urbanista

Faustino García Márquez, el pasado miércoles en el Parque de San Telmo. QUIQUE CURBELO

¿Esperaba este reconocimiento de Hijo Predilecto?

La verdad es que no. Es de esas cosas que te hacen ilusión una vez que las tienes, pero no lo esperaba porque tampoco tengo relaciones sociales como para pensar que me podía tocar. Pero bienvenido sea.

¿Qué méritos cree que reúne para recibir esta distinción?

Esa pregunta la debe contestar alguien del Cabildo. Pero si algo he hecho en mi vida de una forma regular es preocuparme por el patrimonio canario, sobre todo el etnográfico, arqueológico e histórico. Y porque no me canso de decir que este Archipiélago solo tiene futuro con un desarrollo sostenible. Quizás esos dos elementos sean la clave de este reconocimiento.

¿Qué mensaje lanzará este viernes a los grancanarios en el acto de entrega de premios?

Es un triple mensaje. Primero, que recorran su isla, tiene una belleza tremenda, pero hay que subir y bajar muchos lomos para conocerla. Segundo, que crean en el futuro, pero eso requiere un modelo de desarrollo contenido y que se cuiden los valores tan tremendos que guardamos. Y en tercer lugar, que piensen que nosotros no somos los últimos grancanarios, que detrás vendrán otras generaciones de grancanarios y tienen exactamente los mismos derechos a disfrutar de la isla.

Muchos de los profesionales de su generación tuvieron que salir fuera para prosperar, ¿ha tenido alguna vez la tentación de dejar la isla?

La verdad es que no, me encuentro muy a gusto aquí. Nunca he deseado vivir en otro ambiente que no fuera éste porque me encanta la isla. En segundo lugar, porque tuve la suerte de que al acabar los estudios universitarios se abrieron una serie de posibilidades de trabajo tanto a nivel de planeamiento como de arquitectura. El único trabajo que perdí fue el de dibujante humorístico, pero lo he seguido haciendo de forma intermitente. Por suerte, a diferencia de otras personas de nuestra generación, no tuve problemas de carácter profesional o laboral.

Entre otros trabajos, fue usted el redactor de las Directrices de Ordenación del Territorio y el Turismo. Tras 15 años, ¿qué balance se puede hacer de la moratoria turística?, ¿ha cumplido los objetivos?

Yo creo que ha envejecido y no le han hecho un lifting. Para una norma territorial, eso puede ser incluso mortal. El problema de los instrumentos de planeamiento es que tienen que adaptarse a la realidad, no al revés. En las Directrices hay cosas buenas, otras erróneas y algunas absolutamente equivocadas. Sin embargo, ese contraste con la realidad no se ha completado. Las Directrices de Ordenación General decían que a los diez años, o sea, en 2013, tenían que revisarse íntegramente para ver qué cosas quedaban a desfasadas y qué cosas había que cambiar, añadir o quitar. Y las Directrices del Turismo todavía peor, porque se tenían que revisar a los cinco años, en el 2008. Hemos llegado al 2017 y no se han revisado ni una ni otra. Entonces, lo que tenemos delante son dos cosas adaptadas a la realidad que apreciaban un determinado grupo de políticos y profesionales en el año 2000. Evidentemente, esa no es la forma de planificar con acierto. Tendría que haberse hecho una revisión seria hace mucho tiempo para que fueran eficaces en este momento.

¿Qué es lo que más ha fallado en la moratoria?

Hay algunos excesos en la regulación del suelo rústico y quizás el mayor error fue la forma en que planteó el desarrollo de las propias directrices. Se previeron una decena de directrices sectoriales, de patrimonio, vivienda, infraestructuras, etcétera, pensando con excesivo optimismo y quizás llevados por la ola de unanimidad en el Parlamento. El Gobierno estaba volcado en el tema y se pensó que se pondrían en marcha solo con la voluntad de aplicarlas sobre el territorio. Desde el momento en que ese entusiasmo se enfrió, sobre todo por parte del Gobierno canario, las directrices quedaron encalladas. No se aprobó ni una sola de las directrices sectoriales, por lo que el documento se ha quedado viejo.

Empresarios y algunos grupos políticos culpan a la moratoria del freno a la industria turística, y sobre todo del retraso en la construcción de hoteles de calidad en Gran Canaria frente a islas como Tenerife y Fuerteventura. ¿Por qué ha ocurrido eso?

Ahí tenemos dos o tres problemas encadenados. Por un lado , está el tema de cuál era la composición de la planta alojativa turística de Gran Canaria en el año 2000. A diferencia de Tenerife, que era una planta casi fifty-fifty entre hotelera y extrahotelera (apartamentos y otros), la de Gran Canaria era un 25% hotelera y el 75% extrahotelera. Lo mismo que Lanzarote. La planta de Fuerteventura era más joven y eso propició un crecimiento de la oferta de hoteles. Gran Canaria se quedó atrás, pero no solo por la moratoria, sino porque en aquel momento no había demanda. De hecho, en los primeros años de la moratoria, en los que se podían pedir plazas alojativas al Parlamento, no hubo ninguna solicitud hasta que prácticamente se acababa el periodo para pedirlas. Cuando no se concreta un determinado proyecto turístico no siempre es por problemas normativos a nivel autonómico, también pueden ser municipales, insulares o empresariales. Si realmente ha habido un parón, no creo que la moratoria sea la culpable.

¿Y puede seguir creciendo el número de turistas en Gran Canaria?

Ese es un problema. Estamos en 15 millones de turistas en el Archipiélago, y aquí se habla de más de tres millones el año pasado. ¿Podemos llegar aquí a seis o nueve millones; a 25 millones entre todas las islas? En estos momentos somos 2,1 millones de canarios y unos 330.000 turistas de media diaria, casi medio millón en los meses de mayor afluencia. Y toda esa gente reclama energía que hay que importar, necesita alimentos que hay que traer de fuera, genera residuos que hay que eliminar. La pregunta es, ¿hasta dónde podemos llegar?, ¿cuándo van a saltar las costuras de la Isla, si es que no han saltado ya? Hace poco decían los técnicos que Emalsa estaba ya en una situación crítica para abastecer de agua potable a la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. Un elemento básico de un desarrollo verdadero son los límites y más cuando afecta a una sociedad como ésta, insular , limitada y con un territorio muy valioso.

¿Como se puede aumentar la calidad turística sin destrozar el territorio y el medio ambiente?

Hay dos fórmulas evidentes. Todavía tenemos suelo urbano y urbanizable para ubicar planta turística nueva. Y también tenemos la renovación, fomentada a través de incentivos que permiten aumentar camas. Todavía no hemos llegado al punto en que se diga que no tenemos suelo para crear nueva oferta. Y volvemos a la pregunta anterior, ¿cuánta capacidad de carga tenemos? Yo todavía no he visto un análisis serio sobre eso.

¿Por qué tienen tantos problemas los proyectos turísticos en el sur de Gran Canaria?, ¿es culpa del planeamiento, de las administraciones o de los propios empresarios que se denuncian entre sí?

Es cierto que hay amores y desamores profundos en esos sures y darían para una novela. Y también entre administraciones y promotores, conflictos históricos que se encadenan. Lo de Riu en el Oasis es un ejemplo de un proceso desgraciado desde el principio hasta ahora. Hay muchas causas y no pueden imputarse solo a una administración o a un solo sector económico . Tenemos una sociedad compleja, con un territorio problemático por las limitaciones que hay que imponerle y con una economía conflictiva.

¿Pero es normal que un Ayuntamiento como el de San Bartolomé de Tirajana, que es el municipio español que más turistas recibe tras Madrid y Barcelona, lleve más de 20 años sin tener un Plan General de Ordenación Urbana?

A eso me refería, ¿eso es culpa de la Cotmac? No, por favor. Las Palmas de Gran Canaria, que tiene problemas mucho más complejos, ha tenido en ese tiempo media docena de planes y de revisiones. Es increíble que el ayuntamiento turístico más importante del Archipiélago, con más de 120.000 camas, no tenga un Plan General desde 1996, hace ya 21 años. O que tampoco tenga un servicio público de transportes, salvo las guaguas de Global que pasan por allí y los taxis. Y parece que tampoco nos importa. Afortunadamente, los turistas, al igual que la población, son acomodaticios y se acaban acostumbrando.

Ahora está encabezando al grupo de técnicos que se oponen a la nueva Ley del Suelo que prepara el Gobierno de Canarias, ¿por qué?

Porque creo que varía radicalmente el modelo de territorio que toda ley conlleva. Lo que está dibujando esta ley es una regulación líquida, flexible y adaptable para sortear determinados problemas, pero no para resolverlos de forma contundente, sino para favorecer de determinados agentes. Básicamente, lo que pretende la ley es primar la dimensión económica del recurso- territorio, cuando su principal elemento debe ser conservar la dimensión ambiental y el carácter finito del territorio. Los elementos más conflictivos son tres. Primero, la eliminación de los controles administrativos supramunicipales, los del gobierno y los cabildos. Segundo, eliminar barreras como las del suelo rústico para permitir una mayor ocupación sin ningún control. Y tercero, evitar los planes generales o insulares mediante instrumentos excepcionales. Es una regulación excesivamente flexible y que puede ser muy agresiva con las partes más sensibles del territorio.

En el año 2008 dimitió como director de la Agencia Canaria del Cambio Climático y desde entonces poco sabe de ese organismo del Gobierno canario. ¿No se acaban de creer los políticos el calentamiento global?

A pesar de todas las evidencias, a pesar de los paneles de expertos de la ONU, de la cantidad de años que llevamos diciéndolo y de la propia meteorología que nos lo confirma cada año, no hay manera de meterle en la cabeza a los políticos de que esto va en serio y que si no tomamos medidas se va todo a la porra. Y en el caso concreto de Canarias estamos ante un elemento fundamental de nuestra economía, que es el confort climático. Siguen sin creerse que vamos camino de que el alisio se venga más al Este y que cada vez tengamos más calimas, más desierto, más calor por el día y frío por la noche. Tampoco se creen que la erosión avanza y que determinadas especies únicas de Canarias están retrocediendo y yo no tiene sitio donde reproducirse. Perdemos paisaje y costas, perdemos biodiversidad, y sin embargo nuestros políticos piensan que basta con mandar a un señor a París cada dos o tres años para que se siente y le suelten el rollo de lo mal que está la cosa, que se están derritiendo los polos y que nos vamos a la porra. No piensan que hay que actuar ya a nivel personal, colectivo e institucional. De hecho, tenemos una estrategia canaria de lucha contra el cambio climático que debe estar guardada en algún armario por ahí perdido. El cambio climático es inexorable y el cambio humano es muy lento.

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