Piratas, corsarios, grumetes, loros, parches, tesoros, banderas negras... Vecindario se convirtió ayer por la tarde en la inmensa cubierta de un barco con el cual unas 30.000 personas surcaron las 'aguas' de la avenida de Canarias en la gran cabalgata del Carnaval de Santa Lucía. Fue una velada de jarana con la que los fiesteros irredentos le dijeron adiós a una de las últimas citas del calendario carnavalero insular y se notaba, porque nadie parecía querer perderse quería el desfile: mientras las calles aledañas estaban desiertas, por el recorrido no cabía un alfiler y había quien tenía que conformarse viendo la cabalgata desde su azotea.

La singladura arrancó cerca del Cruce de Sardina, a la altura de la oficina de Correos. Desde antes de las seis de la tarde las carrozas se concentraban en dirección sur mientras los participantes iban llegando. Lejos de desenvainar sus espadas, los Barbarrojas, Morgans y Jack Sparrows que se acercaron a Vecindario se saludaban con cariño al cruzarse entre ellos, muestra de que en alta mar también pueden surgir grandes camaraderías.

No eran los únicos: en el lugar de concentración de la cabalgata había superhéroes, cabareteras, brujas, hadas, papas, cintas de cassette o pikachus. Hubo incluso quien, enfundándose una camiseta amarilla, se plantó en el pecho el logotipo de Snapchat, la red social que triunfa entre los adolescentes.

Eran las seis y media cuando la 'familia real drag', elegida justo la noche anterior, se subió a su podio para encabezar la comitiva fiestera. La triunfadora, Drag La Tullida -no sin problemas para encajar su fabuloso miriñaque en el espacio que tenía reservado- ocupaba el puesto principal y junto a ella se situaron Drag Kiova y Drag Noa. Tras las reinonas santaluceñas estaba la sardina, sabedora de que su sino no era otro que morir pocas horas después entre llamas purificadoras. A continuación se ubicaban la batucada Raíces del Candombe, la comparsa Balos Bailongo y las carretas de diversos colectivos sociales del municipio antes de la comitiva de 30 carrozas que marcaban el ritmo con sus grandes altavoces y su música de baile.

La cabalgata recorrió a partir de entonces los más de dos kilómetros que separan el Cruce de Sardina del de Doctoral y entonces enfiló la avenida de Las Tirajanas para llegar hasta La Karpa, frente a las oficinas municipales. Por el camino se fueron uniendo incluso más mascaritas, pero igual que algunas se sumaban otras preferían apartarse de él para quedarse velando la sardina. A partir de las nueve de la noche los componentes de la Escuela Municipal de Teatro se encargaron de dar lectura al testamento y últimas voluntades del pez clupeido símbolo del Carnaval en la plaza de San Rafael, donde también se procedió a la quema de sus restos en una pira funeraria. Los desgarrados gritos de dolor de las viudas que despedían a su venerado pescado eran la señal inequívoca de que el fin estaba cercano. Menos mal que aún quedaban fuerzas para los últimos bailes de la verbena final del Carnaval.