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De peón a jefe de la cementera en El Pajar

De peón a jefe de la cementera en El Pajar

Antonio Alonso cumplirá 41 años el próximo sábado 8 de abril. Como regalo de cumpleaños su pueblo natal, El Pajar, le dio anoche el honor de inaugurar sus fiestas patronales, en honor a Santa Águeda. El vecino recordó con nostalgia ante una plaza abarrotada de visitantes aquellas tardes de su niñez, en las que "los torneos de fútbol sala parecían partidos de la Champions League", la pesca en la punta de la bahía era toda una aventura y Chachule animaba la fiesta. En su pregón elogió el "compromiso social" de la fábrica de Cementos Especiales con los habitantes del barrio y la "bondad" de Juanito, el dueño del Bar Playa. Alonso comenzó a trabajar como peón de limpieza en la cementera y ahora, tras graduarse en Derecho, es jefe de producción de la planta.

La bahía de El Pajar fue durante años para Antonio Alonso el mejor escondite para su recreo. De chiquillo correteaba por la playa entre los marineros y se peleaba con los demás niños por apuntar los goles de los torneos de fútbol sala en el campo de tierra . Con Antonio Álamo, más conocido como Chachule, al frente del jolgorio comenzó a colocar las "banderas" en las calles. Y ya con Antonio Mariano, actual presidente de la comisión de fiestas, se ocupaba junto a la pandilla de "montar el escenario" para la scala-hifi y el baile. De aquellas tardes de feria recuerda el olor a algodón de azúcar, el "salsete" que se formaba con solo un par de platos elaborados por las vecinas y la alegría que desprendía el reencuentro entre amigos y familiares en la romería.

En una ocasión, rescató Alonso, los jóvenes hasta pudieron presumir de "carreta propia" durante la ofrenda gracias a la perspicacia de José Ángel y el "antiguo Opel Corsa" de sus padres.

A los 17 años y tras abandonar los estudios, Alonso comenzó a trabajar como ayudante de electricista en Cementos Especiales. Poco después tuvo que cumplir con las obligaciones del servicio militar y unirse al Ejército. Durante la mili, Alonso aprovechó el tiempo para obtener los permisos de conducir de camiones y motocicletas "con la idea de opositar a policía". Sin embargo, aquel proyecto "no cuajó" y el muchacho comenzó a ganarse la vida en diferentes sectores productivos. Probó suerte al volante con taxis y camiones, pero finalmente fue la cementera de El Pajar el lugar que mayor "estabilidad laboral" le ofreció.

Se incorporó a la plantilla de la fábrica como peón de limpieza. Aunque también trabajaba de camarero los fines de semana en el bar de Juanito (El Boya) para sacarse "algún dinerillo extra". Aquella etapa en el bar, Alonso la recuerda con especial cariño. No solo por el ambiente familiar que se respira aún hoy en día en el establecimiento, sino por la "bondad" de su fundador con el resto de los chiquillos del pueblo. "Juanito era como un padre para muchos de nosotros. Si veía que tenías buenas intenciones, siempre te daba un puesto de trabajo; una salida para mejorar tu situación", explicó el pregonero, a la vez que verseaba las palabras de Fernando Pérez: "el día que Juanito muera, hasta las piedras lloran", como muestra de la admiración que El Pajar siente por el patriarca del bar.

Una vez dentro de la empresa, el joven comenzó a labrarse un futuro profesional. "Estudiaba de día y de noche". Primero con Radio Ecca y luego con clases presenciales en el centro de adultos de Vecindario. "A base de cambiar turnos" y dormir un poco menos, Alonso pudo matricularse en la Universidad 10 años después de abandonar sus estudios.

Para entonces el vecino de El Pajar ya "había tocado techo" en su sector con el cargo de jefe de turno de producción en la planta.

Pero "como el saber no ocupa lugar", Alonso se matriculó en Derecho en una universidad a distancia. Tras superar algunos momentos de salud delicados e incorporarse al comité de empresa, Alonso logró en 2015 culminar sus estudios universitarios.

Ahora, ya graduado, continúa formándose y trabajando en una empresa, que desprende "romanticismo" desde hace cerca de tres décadas en el barrio de El Pajar.

Entre sus recuerdos de niño, el joven destaca la labor social que la planta ha desarrollado con los vecinos y pescadores de la zona. La colaboración de la compañía con los habitantes del barrio en estos últimos años pasa desde haberles echado un cable cuando ha surgido algún corte eléctrico en las casas hasta a ayudar en el desalojo de viviendas inundadas por fuertes lluvias.

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