El centro urbano de Vecindario despidió ayer una nueva edición del Espal, la número 27, con el mismo ánimo, éxito y compromiso mostrado desde siempre. Referente ya no solo en la comarca del Sureste, sino también en el resto de Gran Canaria, el festival solidario e integrador de culturas hizo honor a su finalidad, ya que solo los más de 5.000 kilos de alimentos que se habían recogido antes del mediodía eran una declaración de intenciones de cómo iría la jornada.

Un día que por la mañana se dedicó a talleres infantiles, pasacalles o la feria del libro solidario. La comida, sobre todo en su aspecto cultural y gastronómico, tuvo su hueco en el Encuentro de Solidaridad con los Pueblos de África y Latinoamérica (Espal), donde los fogones cocinaron platos de diversos países que sirvieron para, un año más, acercar la identidad de los pueblos a través de sus guisos.

El intercambio de un kilo de comida no perecedera por un libro funcionó a la perfección, dándose la mano el alimento para el estómago con el destinado a saciar la curiosidad de la mente. La avenida peatonal, la plaza de los algodoneros y otros enclaves del emporio comercial en que se ha convertido Vecindario fueron los escenarios por los cuales los asistentes a esta nueva edición del Espal volvieron a sumegirse en otras culturas, en otras formas de entender la vida.

Una de ellas, la presentación del libro Me llano Adou, del periodista teldense y experto en inmigración Nicolás Castellano, una descripción de ese otro mundo que tan cerca está geográficamente, pero al que se le da la espalda con demasiada frecuencia. Una feria del libro solidario que congregó a un nutrido grupo de visitantes y donde se pudo observar las publicaciones menos habituales en las librerías, aunque también otras conocidas.

Barrios Orquestados también se sumó este año al ESPAL con un concierto en la plaza de los Algodoneros, a las 12.00 horas, actividad que continuó, a partir de las 16.30 horas, con el pasacalles multicultural, que recorrió la zona peatonal de Vecindario, y el taller de danza africana, que tuvo su inicio a partir de las 17.30 horas.

La música, otro de los grandes atractivos del Espal, comenzó a sonar en la plaza de los Algodoneros a partir de las 18.30 horas con los grancanarios La Guagua Band, y continuó con La Chiva Gantiva, llegados desde Bélgica, a las 20.30 horas, y los catalanes Che Sudaka, a las 22.30 horas. Las tres bandas tienen en común que usan sonidos frenéticos y fusionados que van desde la raíz hasta el ska, el reggae y el rock. Durante en concierto se dio lectura al manifiesto del Espal 2017, que se celebra bajo el lema La tierra no se vende. Música con letras combativas para despertar conciencias o, al menos, protestar por la deriva de la economía y sociedad mundiales, que tuvieron fiel reflejo en las actuaciones de estos tres grupos en Vecindario.

Una jornada de sábado que concluyó una semana dedicada a hacer visible la realidad de África y Latinoamérica, un camino iniciado hace 27 años y que en cada edición refuerza el compromiso con unos pueblos que se unen a Canarias gracias a su historia.