Carmelo Cabrera se considera "montañero, lejos del término montañista o senderista", como él mismo explica. Antiguo trabajador en la imprenta y espeleólogo, y ya con la vida a sus espaldas, siempre encuentra la paz y la serenidad en el monte. Natural de Firgas, con segundo apellido Báez, es todo un ejemplo de superación, y quiere reivindicar los valores que la montaña y la naturaleza pueden trasmitir a las nuevas generaciones. "La montaña es mejor que ir a terapia", asegura, y es por ello que sale a caminar "casi a diario" y organiza excursiones por los diferentes relieves de Gran Canaria.

Carmelo, como prefiere que le llamen, ha sido calificado por muchos como un ejemplo de superación. El verano pasado sufrió un accidente que le dejó tres vértebras aplastadas y apenas puede quitarse la camiseta o ponerse la mochila a hombros. "El 10% es lo que te acontece y el 90% cómo reaccionas tú a ello", dijo sobre su filosofía.

Tras su accidente, y su consecuente invalidez, Carmelo se dedica a encontrar la paz en la montaña. "Paso más tiempo en el monte que en casa", asegura. Criado en los barrancos de Firgas, recurre al municipio desde la capital grancanaria, donde reside en la actualidad, para salir a caminar y desconectar. "Trabajé en la imprenta, un trabajo muy duro", recuerda, "y siempre encontraba el equilibrio en el monte". El montañero presume de conocer los senderos y caminos de toda la Isla. "También conozco las cuevas, fui espeleólogo", matizó, y recuerda que se le entregó una medalla al Mérito Civil en 1987 cuando rescató, junto a un compañero y algunos familiares, a los cinco niños de El Polvorín que se perdieron en la cueva del Pim-Pam. "Los encontramos después de que abandonaran la búsqueda oficial, que duró tres días", explicó Carmelo, que asegura que conocía esas cuevas como la palma de su mano. Tampoco fue el único rescate que él mismo realizó en la cueva. "Era un laberinto", explica, y recordó que sucedió algo parecido con otros jóvenes de Schamann en 1978.

Su nueva vida

Carmelo, ya lejos de los rescates y la espeleología, recurre a la montaña para fines terapéuticos. Apasionado de la naturaleza, recomienda tomar menos medicamentos y pasar más tiempo al aire libre. "Cuando me pasó lo de la espalda tomaba una burrada de pastillas", afirma, "y ahora solo tomo remedios naturales". Su invalidez, parcial, le tuvo en cama varios meses, pero se recuperó y volvió a donde mejor se encuentra, en la montaña. "Busco nuevos retos en la vida", comenta, "y la espalda ha sido todo un escollo, pero eso me motiva para seguir adelante", añadió. El camino siempre sigue, como él mismo recuerda, y así lo hace la vida. Desde su recuperación, ya ha recorrido el tramo del Camino de Santiago, en Gran Canaria, tres veces. "Había oído la leyenda y la hice por mi cuenta hace años", comentó, "pero desde que se presentó el libro oficial con la ruta larga me lo tomé como un reto personal", añade. El Camino de Santiago de Gran Canaria, mi camino entre volcanes, escrita por Isabella Sánchez, fue toda una revelación para Carmelo. El montañero se pateó los 73 kilómetros de senderos que unen Maspalomas y Gáldar nada más conocer la ruta oficial. "Es un camino espectacular", según define Carmelo, que quiere organizar excursiones abiertas para todos para recorrerla y pernoctar en la cumbre.

Para el montañero, la vida moderna afecta de diferentes maneras a cada individuo. "Es imposible que todos queramos estar conectados las 24 horas", explica, y por ello pide que los jóvenes en especial dediquen más tiempo libre a la naturaleza. "La mayoría de los canarios no conoce el barranco de Azuaje, lo cual me parece bochornoso", declara. Para Carmelo, y muchos senderistas que le acompañan en sus caminatas, el estar en contacto con la naturaleza y escucharla trasmite serenidad al ser humano. "Una ruta por Azuaje libera más estrés que una hora de cualquier terapia", asegura. Razón no le falta, el barranco cuenta con un fluyente y aguas termales que trasmiten sonidos, junto al de los árboles y la fauna autóctona que trasmiten al senderista sensaciones que la ciudad no puede dar.

"Mientras disfrutas de un paisaje tu mente se centra en él exclusivamente, liberando la carga mental que produce el ritmo de vida actual", cuenta Carmelo, quien no quiere dárselas de descubridor. "Los expertos y los médicos lo recomiendan", añade. En su caso, volverse a poner la mochila le ha venido bien para sus vértebras aplastadas. "El peso me hace un efecto corsé que me coloca en su sitio los hombros y me hace tener la espalda recta", detalla el montañero, al que sus médicos le recomendaron continuar con sus excursiones. "Mi traumatólogo me dijo que siguiera mientras me sintiese bien", añade.

Como él, hay más que suben a la montaña a desconectar y buscar los beneficios de la naturaleza. Carmelo insiste en que quien se interese por salir a la montaña se ponga en contacto con él a través de las redes sociales. "Si alguien no sabe y no tiene con quien ir a caminar que me busque en Facebook, me mande un mensaje y nos vamos", sentencia Carmelo.