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Cabildo La revisión del PIO

Los incendios forestales conforman el mayor riesgo natural para Gran Canaria

El nuevo planeamiento insular detalla los principales peligros que afectan a una isla 'tranquila'

Los incendios forestales conforman el mayor riesgo natural para Gran Canaria

La Memoria de Información del avance del nuevo Plan Insular de Ordenación de Gran Canaria, elaborado por el Cabildo, especifica que los incendios forestales conforman el riesgo natural más común en la isla. Esto en un documento que detalla los peligros que entrañan los fenómenos atmosféricos; inundaciones; erupciones volcánicas; movimientos sísmicos; movimientos gravitatorios; e incluso las plagas de langosta, además de los citados incendios forestales.

En cuanto a estos últimos especifica que el alto grado de combustión de la vegetación insular hace "imprescindible aplicar medidas de prevención, como la poda de pinos, la retirada de pinocha y la resina de los troncos que se acumulan en el suelo, limpiezas selectivas en zonas de especial peligro", así como prestar vigilancia específica en los montes durante los meses de verano, sobre todo entre el 1 de julio y el 30 de septiembre.

Si bien el documento subraya que esa misma vigilancia en los meses más calurosos ha producido una importante disminución del tiempo de reacción desde el momento de su avistamiento a la presencia de los servicios de emergencia, también se asegura que desde la década de los 80 hasta principios del siglo XXI "el número de incendios en Gran Canaria ha aumentado significativamente y también la superficie forestal afectada".

La diligencia mostrada por esos servicios de emergencias han dado una vuelta a las estadísticas, de tal forma que el 77 por ciento de los incendios no superan una extensión de 1 hectárea. Ahora bien, las consecuencias de aquellos que, como el del 2007 abarcan grandes áreas, en ese caso un tercio de la isla, pueden ser demoledoras, desde el riesgo para la vida -que en ese caso no hubo que lamentar-, a la pérdidas económicas, de zonas habitadas, el incremento de la erosión del suelo, la desaparición de singularidades ecológicas y paisajísticas, o de patrimonio colectivo e histórico-artístico, como se detalla en la citada memoria.

En el caso concreto de Gran Canaria, se añade en el documento, en un 57 por ciento del total se trata de fuegos intencionados; y un 34 por ciento por negligencias, "como la quemas agrícolas o de pastos", relegando a un 8 por ciento de causas desconocidas.

Dentro de ese 57 por ciento entraba el mencionado gran incendio del 2007, un año que pasará a la historia no sólo por el que arrasó por buena parte de la isla, sino también porque se contabilizaron nada menos 59 incidencias que acumularon un total de 18.701 hectáreas quemadas.

El PIO ofrece además con detalle cuáles son las zonas más vulnerables en este sentido, catalogándolas por su nivel de riesgo. Así, marcadas como de muy alto riesgo se encuentran los municipios de Tejeda y Vega de San Mateo.

De riesgo alto se sitúa a las localidades de Santa María de Guía, Moya, Las Palmas de Gran Canaria, Valsequillo y San Bartolomé de Tirajana. En riesgo moderado se marca a Artenara, Gáldar, Valleseco, Santa Lucía y Agüimes.

Mientras que Mogán, La Aldea , Firgas, Agaete, Arucas, Teror, Santa Brígida, Telde e Ingenio están en zona de bajo riesgo.

Inundaciones

Otro de los grandes desafíos del PIO se centra en las inundaciones, fenómeno sobre el que especifica que si bien no son habituales, "ya que se producen alejadas en el tiempo entre sí, tienen una gran importancia ya que su acción es muy destructiva debido a las características del territorio".

Se afirma en el documento que la época más susceptible de producirse comprende entre los meses de noviembre y febrero, con precipitaciones de carácter tormentoso con entregas de hasta más de 200 litros por metro cuadrado en menos de 24 horas.

Así cita hitos como el ocurrido en 1953, cuando el barranco de Arguineguín cogió una altura de seis metros; además de monumentales descargas en 1968; en 1971; o los casi 300 litros por metro cuadrado del 20 de noviembre de 2001, que anegó las instalaciones turísticas del sur de Gran Canaria.

En ocasiones tampoco son necesarias esas cantidades de agua para causar enormes daños, como lo sucedido en Tasarte en diciembre de 2009, que se saldaron con un vecino herido tras unas lluvias de 90 litros por metro cuadrado; o las más recientes en la ciudad de Telde, en octubre de 2015 que provocaron importantes destrozos en barrancos, inmuebles, playas y carreteras.

En cualquier caso, a pesar de los incendios forestales como y las graves inundaciones en las últimas décadas no han provocado víctimas mortales, frente a otros puntos del territorio nacional mucho más vulnerables, como lo ejemplifican los seis fallecidos el pasado diciembre en el temporal de Levante. Y tampoco la actividad volcánica, de momento, vislumbra un peligro alarmante a corto plazo, ya que como se asegura en el avance del PIO, en los últimos 11.000 años en el norte de Gran Canaria, la zona más activa, ha registrado 24 erupciones, la última en Bandama hace unos 2.000 años.

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