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De BIC en BIC Cuevas del Palomar, Ingenio (20)

La despensa de Aguatona

El yacimiento de Cuevas de El Palomar, en Ingenio, es Bien de Interés Cultural desde el año 2009 - Sus silos hoy casi olvidados almacenaban el grano del sureste prehispánico

Vista de Cuevas del Palomar.

A medida que el visitante se adentra entre Aguatona y La Berlanga, un poco al norte del centro urbano de Ingenio el viento que llega del Atlántico se envalentona subiendo la enorme ladera a velocidad ilegal. El aire se desliza por donde lo llano y en los barranquillos estrechos que jalonan el panorama cogen aún más fuga. Esto, bajo una solajera que pone a prueba la estabilidad de las tuneras.

En ese entorno en el que para sobrevivir al entorno habría que asumir técnicas de lagarto existía desde mucho antes de la irrupción de los europeos un buen tinglado de núcleos encaramados en las laderas de los cauces, en oteros estratégicos como el cercano Cuatro Puertas, ya en el filo de Telde, y en un grueso de comunidades en el barranco de Guayadeque, también en la raya de Agüimes e Ingenio, y que hoy figuran en forma de yacimientos como Cuevas Muchas, El Risco del Canario, El Risco de La Sierra, o en zonas costeras como Tufia, La Restinga, o Muretes de Clavo, estos tres últimos, asentamientos sobre pequeñas penínsulas que sobresalen sobre la costa y que combinan las cuevas naturales y artificiales con estructuras de piedra.

De todos ellos sobresale en importancia el interior de Guayadeque, formado también por conjuntos de cuevas artificiales de habitación, que se combinan con otras funerarias y unas terceras vinculadas a la economía, como graneros o despensa, como el de Cuevas del Palomar.

Al igual que en el barranco de El Draguillo, que se encuentra dentro de Telde, el Cenobio de Valerón en Santa María de Guía, o el granero de El Álamo, en Acusa, Artenara, Cuevas del Palomar también es un exponente significativo de estructuras que sólo se encuentran en Gran Canaria o en África, el de esos grandes agadires o graneros fortificados.

A la derecha de este barranco, muy cerca de Aguatona, en la montaña de Juan Tello, se encuentra además una necrópolis, que configura un área de enterramientos que fue utilizado por los antiguos canarios, lo que denota el trasiego de un lugar en el que se aprovechan los grandes arcos naturales para el almacenaje de alimentos, como también pasa en Temisas.

En cualquier caso no se pueden deslindar estos espacios de los grandes contingentes de población que hoy han desaparecido porque estaban asentadas en las zonas más fértiles y mejor ubicadas, y que son aprovechadas con esos mismos criterios por los colonos europeos, propiciando el solapamiento, cuando no la desaparición de los primeros núcleos.

Origen de conflictos

Complementando a esos centros habitados se encuentran este tipo de graneros que también disponen de cuevas de habitación, que las relaciona con la presencia de los guardianes que vigilan y mantienen los silos, una labor fundamental para la economía porque, como subraya el arqueólogo y guía del área de difusión del patrimonio del Cabildo, David Naranjo Ortega, "en su calidad de grandes despensas son objeto de codicia y origen de conflictos por parte de otras comunidades cercanas que no tienen recursos, bien por mala suerte, porque sus cosechas se echaron a perder o por una gestión ineficaz".

Son "conflictos y violencia", añade, "propios de estas sociedades que rompen con la romántica concepción del buen salvaje".

Las Cuevas del Palomar fueron calificadas como Bien de Interés Cultural en junio del año 2009. Y su propio topónimo solo habla del proceso de abandono que tuvieron los silos a partir de los primeros siglos, tras quedar fulminada la cultura indígena.

Algo que no ocurrió con las cuevas de habitación, que siguen siendo utilizadas por los sectores más desfavorecidos de la sociedad.

En este sentido es tan rico el urbanismo vertical de Gran Canaria que desde la llegada de los primeros hombres procedentes de África, hasta hace apenas unos 100 años, son utilizadas como viviendas de fortuna y por pastores, como ocurría en cuevas tan cercanas a este gran silo como las de Tara o Cendro, en Telde. Ocurría igual con las de El Provecho, en Las Palmas de Gran Canaria, que sirven de refugio a los sin techo.

En el caso de El Palomar, su estado actual, en el que sobran restos de plásticos, de botellas, de latas, así como escombros a destajo en la ladera que tiene enfrente, implica un uso incontrolado que degrada de manera ostensible el legado indígena a pesar de su interés cultural, mientras que en el entorno más inmediato muchos de sus propios vecinos desconocen la existencia de este patrimonio, salvo los más mayores, que sí saben ubicarlo.

El sistema de cuevas que acoge se divide en tres áreas, con un primer espacio integrado por oquedades y silos excavados de manera artificial, vinculado al almacenaje del grano, y que se organiza en tres niveles con pasillos, accesos y rebajes en forma de escalera, y que es la zona mejor conservada del complejo arqueológico. Es ahí donde se aprecian restos de la argamasa utilizada para tapiar las estancias y aislar los granos del exterior, así como resquicios de pinturas de almagre rojiza.

El aspecto del conjunto, desde la otra vera del barranco, es el que de antiguo otorgaba el nombre genérico de cuevas del hormiguero, que se repite en otros lugares, como en el pago cercano al Cenobio de Valerón, y que también son denominadas como cuevas del guirre o guirreras.

El BIC distingue una zona 'b' que corresponde igualmente a cuevas naturales y talladas relacionadas con los espacios de habitación, y que han sido reformadas de manera constante y actualizada hasta nuestros días, desdibujando la impronta indígena por los picos de metal que han agrandado sus interiores según las necesidades.

De hecho estas cuevas fueron ocupadas para usos agrícolas y ganaderos hasta 1988, que es cuando se produce un potente derrumbe que obliga a desalojar el sitio. Aún hoy hay que andarse con tiento en un medio endeble en el que las toscas parecen guindar en un precario equilibrio.

Aún quedan los restos de esa ocupación posterior, en una serie de paredes de piedra que, para el arqueólogo, "también tienen una gran significación etnográfica y que deben ser conservadas", como muestra de esos usos y como marca de su historia y evolución.

Por último, la zona c, que es la que se encuentra enfrente del granero, justo donde aparece en la visita un cráneo de baifo, con una cueva que ha tenido un uso doméstico, y con un camino labrado de piedra a los pies del 'zaguán', y que probablemente fuera parte de una gran arteria de tránsito.

A falta de una investigación a fondo se desconoce si el camino es de factura aborigen.

En este sentido Naranjo Ortega no afirma que es común obviar que isla estaba trazada por venas de conexión de cumbre a costa "en las que los antiguos canarios se movían muy bien", y vemos en lo abrupto una compleja red de caminos aún hoy en funcionamiento, fruto de una población que durante 1.500 años trazaba sus idas y venidas con tal efectividad, que hoy en día forman parte de la columna vertebral de nuestras modernas comunicaciones".

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