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San Bartolomé de Tirajana

Memorias de aparcería

La Feria de la Zafra exhibe en El Tablero los relatos de 12 vecinos que dedicaron su vida a trabajar los surcos

El olor a azufre, el crujido del papel en los almacenes de empaquetado, la imagen de los chiquillos corriendo por las cucañas tiznados de tierra o el calor que apretaba en agosto son algunos de los recuerdos que muchos vecinos del Sur guardan con nostalgia de la zafra. Estas vivencias contadas en primera persona, amenizadas con juegos tradicionales, "cantos picados" de trabajo y fotografías de tiempos de antaño ilustraron ayer el homenaje que el Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana rinde desde hace ya 20 años a los aparceros del municipio. María Antonia Guerra, de Tunte, endulzó la feria con mermelada, gelatina y paté de tomate elaboradas "en directo".

En su vigésimo aniversario la Feria de la Zafra cuenta con un grupo de escritores aficionados de lujo. Sufrieron en sus propias carnes el arduo trabajo de la aparcería, combinado con labores del hogar y el cuidado de sus animales de corral. Tuvieron que abandonar la escuela sin haberse despedido siquiera de la infancia. Fueron niños "descalzos" que "hacían casitas para jugar con cristales rotos", recuerda en su relato Emilia María Rodríguez, y que por las tardes escuchaban "la novela en la radio" en cuarterías fabricadas con "techos de plancha que daban mucho calor y cuando venía la lluvia hacían mucho ruido", recoge la vecina Florencia Suárez en su escrito.

Los aparceros "no tenían días de fiesta". "La cuarta parte de lo que valía el tomate" era para el trabajador y el resto para el "empresario". "Nos descontaban el anticipo que nos daban por semana y, si sobraba algo, lo cobrábamos al final de la zafra", recuerda Leonor Pérez. "Lo más duro" de la jornada era "cavar los tomateros", apunta su compañera de taller de escritura, Juana Estupiñán. "El encargado" de las tierras "llegaba y decía a mi marido: '¿cuántos hombres tienes'. 'Uno', le decía su esposo. Y él le respondía: 'No, tienes dos, está tu mujer también cavando'. Era trabajo de hombres", matiza en su relato Estupiñán. Pero a esta mujer, como a muchas otras de su generación, "no le quedó más remedio" que trabajar los tomateros para poder vivir y dar de comer a sus hijos.

A pesar de ser tiempos difíciles muchas de estas trabajadoras, como Inmaculada Santana (76), lograron criar a sus hijos y formar una familia "feliz" entre tomateros. Ahora que un taller de escritura, impulsado por la trabajadora municipal Benita López y desarrollado por el escritor Francisco Ramírez, les ha brindado la oportunidad de plasmar en una hoja en blanco sus vivencias, participan en la difusión del legado cultural que ha dejado la aparcería en El Tablero.

La Feria de la Zafra, que constituye una apuesta del ayuntamiento sureño por recuperar las tradiciones y compartirlas con jóvenes y turistas, dejó ayer un dulce sabor de boca a sus visitantes de la mano de María Antonio Guerra. Esta vecina aprovechó "la pulpa y el jugo" del tomate para elaborar mermeladas y gelatinas caseras.

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